Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Con la cautela que exige la precipitación de la crisis entre Ucrania y Rusia, dos alocuciones en directo apuntan en qué direcciones puede discurrir este conflicto transatlántico. El lunes 21, Vladímir Putin reconoce la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk en el ... este de Ucrania autorizando a su armada a traspasar fronteras para defender «la paz». El martes 22, Joe Biden, grave y conciso, pregunta a su homólogo ruso qué le habilita para remodelar otros países según su relectura de la historia. Las informaciones de la seguridad estadounidense no eran «histeria occidental»: hay nueva invasión, las pretensiones rusas se extienden a todo el Donbass; las amenazas de guerra no proceden de Occidente; los agresores rusos serán sancionados y una puerta a la diplomacia debe seguir vigente, proclama la Casa Blanca. ¡Qué frustración para tantos negociadores! La experiencia demuestra que con Vladímir Putin las garantías son volátiles; solo es sostenible su ego. Europa no puede distraerse ante su empeño: reconstruir la 'gran Rusia'.
Putin ha olvidado el principio fundador de la Carta de las Naciones Unidas: la integridad territorial y la independencia política de los Estados son inviolables. Si nadie esperaba milagros de los despliegues diplomáticos franco-alemanes, de la OSCE, de Josep Borrell como representante de los Veintisiete, los hechos confirman el buen hacer del presidente ruso en lo peor del chantaje. Las «maniobras habituales» en la frontera bielorrusa, el bloqueo del mar de Azov, la tibia desescalada en el Este de Ucrania, los avances de Macron y Scholz en la configuración de una Ucrania federal con potentes autonomías, los aplazamientos de entrada en la OTAN de antiguos países soviéticos, puras artimañas a la luz del planteamiento desvelado el lunes por el Kremlin.
La lógica putiniana mezcla dos asuntos: el conflicto del Donbass y el papel del Tratado del Atlántico Norte en Europa. Putin convierte Ucrania en «una colonia fantoche en manos de Estados Unidos»; este país «es una ficción transformada en instrumento de lucha contra Rusia, incluso militarmente porque está a punto de dotarse de armamento nuclear».
Según estos razonamientos, el líder 'soviético' cierra definitivamente la secuencia diplomática abierta hace ocho años con los acuerdos de Minsk. Decae toda esperanza de una solución política en el Donbass.
Respecto a la OTAN, exige una nueva arquitectura de seguridad de la «euro-comunidad-atlántica» a su manera. Con un estilo de 'si ustedes no aceptan, ya verán lo que pasa', el mandatario ruso vuelve sobre los dos proyectos que presentó a los aliados occidentales en 2021. La presión armada sobre Europa desaparecería en cuanto se aprobase que ni Ucrania ni Georgia entrarían jamás en la OTAN y, segundo, se efectuase el desarme parcial de los países del ex pacto de Varsovia adheridos al Tratado Atlántico en los años 90.
Los aliados transatlánticos declararon un 'no' como principio sobre el primer punto: la soberanía de Ucrania implica su libertad para elegir sus alianzas. Sin embargo, estadounidenses y europeos aceptan una profunda negociación sobre la arquitectura de seguridad en Europa. Putin parece no conformarse.
Dirigentes occidentales que han mantenido conversaciones con el político ruso en los últimos meses coinciden en advertir un cambio sustancial en su personalidad. Inmerso en su burbuja de un pasado glorioso, analistas franceses próximos al presidente Macron revelan que entre los encuentros de Versalles, Bregançon y Moscú, la cerrazón de Putin deviene en obsesión malsana hacia los occidentales; revive como auténtica humillación la caída de la URSS -«la mayor catástrofe del siglo XX»- y su inquietud hacia el supuesto despliegue de la OTAN es una paranoia.
Sin adentrarnos en qué calidad reviste la salud mental del dirigente, un balance de la era Putin deja una primera intervención sobre Ucrania en marzo de 2014 que termina lisa y llanamente con la anexión de Crimea; la ocupación desde 2008 de dos regiones de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur y la perspectiva de esta segunda invasión ucraniana de alcance imprevisible. De facto, un desafío al orden europeo vigente tras el final de la Guerra Fría. Estas agresiones a la soberanía del centro y este del Viejo Continente se inscriben en la profunda ambición de Putin de dividir Europa en esferas de influencia a su merced. La de un nuevo zar.
Jefe de la KGB, inteligente y cínico manipulador de los acontecimientos, Putin huele el miedo de los aliados occidentales en la gradación de sus sanciones hacia Rusia. Si, temerosos de evitar ofensivas mayúsculas, Estados Unidos y Europa persisten en imponer disuasiones por aproximaciones sucesivas, las fronteras de Ucrania no serán las últimas en desdibujarse. Firmeza, la guerra ha sido declarada en Moscú.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.