Pagasarri o Himalaya

Los países han pasado de una cooperación al desarrollo difusa a otra de más impacto a largo plazo. ¿Dónde se encuentra Euskadi?

asier hernando malax-echevarria

Miércoles, 25 de mayo 2022, 00:07

Todos los años en diciembre, previo a las navidades, se organiza en Bizkaia la ya clásica subida al Pagasarri, la montaña más emblemática de los alrededores Bilbao. Convoca a miles de familias, grupos de amigos y mendizales en una jornada imperdible que promueve la solidaridad, ... el compromiso con el medio ambiente y un estilo de vida saludable en comunidad. Realizarla no requiere una gran preparación ni ser montañero profesional, aunque siempre supone un esfuerzo.

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Igualmente, en la memoria de toda Euskadi están las expediciones al Himalaya. La primera gesta fue el ascenso al Everest en 1980, que requirió de una preparación durante años de un pequeño grupo de doce alpinistas especializados en sus tareas, muy entrenados y que contaron con apoyo institucional, de empresas y muchas otras personas para lograrlo. A esta le han seguido otras expediciones posteriores también de trascendencia para el montañismo y orgullo colectivo.

Son, las dos, formas diferentes y complementarias de entender el montañismo. Partiendo de los mismos valores, la primera está destinada a un público más amplio y menos especializado y, la segunda, a uno más reducido y preparado, que asume mayores riesgos, pero sus logros quedan como parte de la memoria colectiva. Para la montaña las dos son válidas, no hay una mejor que otra; sin embargo, en la cooperación para el desarrollo se tiene que optar por una de ellas.

Este ejemplo nos sirve para entender los tipos diferentes de cooperación al desarrollo y las opciones que los países han ido tomando en los últimos años. Casi todos ellos transitaron de una cooperación estilo Pagasarri, más dispersa y difusa en el impacto sobre las temáticas que prioriza, a un estilo Himalaya, focalizado en su objetivo, especializado y con mayor impacto a largo plazo. Lo hicieron desde hace años, y lo están reconfirmando en sus adaptaciones actuales de estrategia, consecuencia del desafiante contexto internacional que padecemos.

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Inglaterra revisó su estrategia en 2020, a la que le siguieron Dinamarca, Suecia, Noruega y EE UU. Canadá lo había hecho en 2017, redoblando su apuesta por el feminismo, que le ha hecho ser un referente en esta temática. Noruega está especializada en la resolución de conflictos, EE UU en ayuda humanitaria y Dinamarca en derechos humanos, minorías étnicas y desplazamiento forzados.

Esto no quita para que todas ellas incorporen también los actuales desafíos globales (y comunes) como el cambio climático o el auge de las autarquías y su consecuente retroceso democrático, pero han ido especializándose como países, poniendo incentivos para que también lo hagan sus universidades, ONG, empresas, organismos públicos y centros de investigación. El impacto de su cooperación es, así, mayor.

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Euskadi, con una larga trayectoria de solidaridad con pueblos y poblaciones del sur, cuenta con un marco legal aprobado en 2007 de estilo eminentemente Pagasarri que ha ido profesionalizándose. No obstante, este marco legal requiere cambios que se esperan con la nueva ley de cooperación que próximamente será aprobada.

Comparándola con otras comunidades autónomas, Euskadi es sin duda la más generosa; solo se le acercan Catalunya y, muy por debajo, la Comunidad Valenciana. Sin embargo, ampliando la mirada y viéndonos globalmente, su contribución es limitada. Supone el 0,04% de la ayuda oficial al desarrollo internacional. Su presupuesto es diez veces menor que el de las ONG internacionales de tamaño intermedio como Christian Aid. A esto debemos sumar las 215 entidades a través de las que son canalizados los recursos vascos hacia la cooperación. Comparándonos, por ejemplo, con la cooperación danesa, una de las más prestigiosas y con un presupuesto 20 veces superior, canaliza sus recursos a través de menos de 100 entidades.

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Con su modelo de cooperación, Euskadi no puede aspirar a una contribución sustancial al desarrollo a nivel global en ninguno de los 15 países donde concentra el 75% de sus recursos. No le permite ser un actor influyente en los debates sobre el desarrollo más allá de sus fronteras más cercanas. Tiene por ello dos opciones: continuar con el modelo actual y reducir sustancialmente sus expectativas a una contribución muy humilde, a pesar del compromiso y solidaridad de la sociedad vasca, o hacer un fuerte ejercicio de focalización temática y de entidades canalizadoras que permita destacar y agregar valor sobre uno, dos o no más de tres de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esto es, pasar a una cooperación estilo Himalaya, igual que en los países vecinos.

En torno a 9.000 mendizales suben en la marcha al Pagasarri, pero solo 12 conformaron la expedición vasca al Everest de 1980. La cima la coronaron Martín Zabaleta y el sherpa Pasang Temba, pero al Everest no subieron solo ellos, lo hizo toda Euskadi y todavía celebramos la gesta. La nueve ley de cooperación vasca debe ser igualmente valiente y permitirnos este cambio.

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