![Eufemismos para pieles finas](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/02/26/opi-zapata-kh6-U190741877741f5F-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Estos días nos hemos enterado de que están reescribiendo las obras de Roald Dahl para adaptarlas a la sensibilidad de los tiempos actuales, para que los niños y jóvenes modernos no se incomoden o entorpezcan, que tienen la piel muy susceptible. ¿O será la de ... ciertos adultos?
Roald Dahl, un hombre que preconizaba la libertad absoluta del escritor, que nos ha divertido con obras como 'Charlie y la fábrica de chocolate', 'Las brujas', 'Matilda' y tantas otras, resulta que ahora es ofensivo, misógino y portador de estereotipos peligrosos. Por ello lo han reescrito y han renovado su lenguaje. Donde el autor decía «gordo» ahora ponen «enorme»; ya no son «hombres pequeños», sino «personas pequeñas»; «gorda» por «flácida»; una señora «fea y bestial» ahora es «bestial». En conclusión, han destrozado sus textos, han castrado su obra por todas partes, que decir que la han capado puede escocer a ciertas sensibilidades.
Esto que están haciendo es un crimen, no se puede destrozar una obra, y más con el prestigio adquirido por méritos propios. Cada libro es hijo de su tiempo y circunstancias y lo que hay que hacer es saber leerlo dentro de su contexto histórico y social, pero nunca cambiarlo. Con unas breves notas, los jóvenes lectores lo entenderán, lo leerán en su propia salsa y no se rasgarán las vestiduras.
A ver quién se atreve a corregir las rotundas burradas que dice el gran Quevedo, ya con el anuncio del título de su libro 'Gracias y desgracias del ojo del culo', en el que hace todo un tratado literario explícito de la coprología; o cuando dice: «Y todo lo juraba por su conciencia, aunque yo pienso que conciencia en mercader es como virgo en cantonera (puta)». ¡Y eran tiempos de la Inquisición! Cuando en 'El Lazarillo' se lee «hideputa» solo le puede sonar mal a un imbécil que lo que hace es contaminar lo que está leyendo. Por no dejar de recordar al Arcipreste de Hita, en el siglo XIV, cuando habla de 'Elogio de la mujer chica': «Son heladas por fuera pero, en amor, ardientes;/en la cama solaz, placenteras, rientes,/ en la casa, hacendosas, cuerdas y complacientes;/veréis más cualidades tan pronto paréis mientes».
Según estos modernos torquemadas habría que quemarlo, pero hasta en las llamas el gran Arcipreste se reiría de tanta mente pudenda. No quiero entrar en los tacos que se dicen con altura literaria en 'Don Quijote', que le grita a Sancho: «¡Oh bellaco, villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente!(…)¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete, no parezcas delante de mí, so pena de mi ira»! (Capítulo XLVI).
Los ejemplos serían muy numerosos, como 'El Corbacho' (s.XIV), pero no podemos dejar de recordar 'La Celestina', obra cumbre de la que decía Cervantes «libro a mi entender divino si encubriera más lo humano». Genial definición, que no se atreverán a contradecir los censores del movimiento actual porque esos párrafos de obras maestras no resultan malsonantes ya que no lo eran en el momento en que se escribieron. Cada época tiene su sensibilidad, y hay que respetarla en el fondo y en la forma. Cómo vamos a criticar o corregir en 'La Celestina' cuando a los criados les saluda como: putico, fi de puta, villaquillo, bobo, loco. Y a Areusa la apellida como: puta, tiñosa, bellaca, ladrona, puerca, çuzia, necia, mala mujer, marcada ramera, arrufianada mujer y un largo etcétera…de la mejor literatura.
Lo que en otras épocas era censura eclesiástica o política, ahora, en muchas ocasiones, es una censura de hipersensibilidad, pero es ideológica, no literaria. Es mala profesión la de censor. Que no hay nada de malo en decir que Obama es negro, esa es la verdad, porque 'de color' es algo inexistente. Ni porque digamos 'servicios' huele menos que si decimos 'retrete'. Y así en infinidad de palabras, donde más que lo que se dice es el cómo se dice y la intención de la palabra. Que le pregunte a Messi si insulta cuando levanta la copa al grito de «por la concha de mi madre».
Tengo las obras de Roald Dahl, de la editorial Alfaguara, y juro que las voy a guardar como oro en paño para que mis nietas y las nietas y nietos de mis amigos las puedan degustar en su salsa literaria original. La historia es larga y muchos de los grandes libros censurados en su tiempo han sido luego linterna del futuro. Dejemos bien claro que ninguna censura, revestida de la forma que sea, es literatura, y la han practicado todas las dictaduras. Prefiero a los maestros y escritores libres que a los censores de cualquier signo.
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