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Queremos ser recibidos de modo privado y discreto, siguiendo el camino emprendido en los últimos meses». Horas antes de que Ciudadanos presentara su iniciativa contra los actos de bienvenida a los presos terroristas excarcelados, conocidos popularmente como 'ongi etorris', el EPPK sorprendía a todos con ... un comunicado en el que se podía leer: «Queremos ser recibidos de modo privado y discreto, siguiendo el camino emprendido en los últimos meses». Un auténtico bombazo informativo.
Ciertamente es demasiada casualidad y no debería extrañar que, desde distintas direcciones, la sombra de la sospecha sobrevolara sobre este último comunicado. Creo que ello es comprensible. Otra cuestión bien distinta es la sobreactuación y los excesos que hemos podido contemplar, una vez más, y son ya demasiadas, en la sede parlamentaria en la que suponemos reside la soberanía de todos los españoles y españolas, que no merecen asistir, un día sí y otro también, a un espectáculo propio de niñatos maleducados, que con sus trifulcas denigran el noble ejercicio de la política y contribuyen de forma irresponsable a una crispación política sin precedentes en la sociedad española.
Y es que en principio el que haya vivido en este País Vasco-Navarro los durísimos años, por opresivos y sangrientos, en los que la dictadura de ETA intentó de todas las formas posibles llevar adelante su proyecto de limpieza étnico-ideológica no puede sostener que estemos hoy igual que hace una década. Eso es radicalmente falso. Estamos mejor porque hoy nadie teme un tiro en la nuca y porque la sociedad vasca, exceptuando a esa parte minoritaria que ni está ni se la espera, reconoce a las víctimas del terrorismo de ETA (y con ellas el dolor de las víctimas de otras violencias igual de execrables) y las arropa con afecto sincero, ese que no tuvieron en los 'años de plomo'. Sin caer en el discurso facilón de la izquierda abertzale en el décimo aniversario del cese del terror y adjudicar ingenuamente el cambio de actitud con respecto a la violencia a la conferencia de Aiete, sí podemos afirmar que la presión policial, la colaboración internacional, el asociacionismo de las víctimas, la aparición del movimiento pacifista vasco y finalmente el cambio experimentado en la propia sociedad vasca nos han conducido hasta el comunicado del lunes. Que quienes fueron otrora sangrientos pistoleros y sus colaboradores se nos acerquen con un gesto de piedad, indudablemente tardío, es un logro de las propias víctimas del terrorismo por delegación en las asociaciones que llevan pidiendo de forma insistente que cesaran esos recibimientos públicos, como ha recordado la Fundación Buesa Fundazioa, por «indignos, humillantes y muy dolorosos para las víctimas y para el conjunto de la sociedad».
Dicho esto, es cierto que un análisis del comunicado ofrece matices menos optimistas, incluso preocupantes. Así su perseverancia en autodefinirse como «presos y presas políticas vascas» y en negar legitimidad a la crítica, siempre que no coincida con sus planteamientos: «Ciertos agentes y partidos buscan irresponsablemente la confrontación en vez de la convivencia». También lanzan sus dardos contra quienes desde el estudio y el rigor histórico trabajan por un relato que resulte deslegitimador del terror: «(...) quienes quieren impedir la paz y eternizar la imposición han buscado bloquear y sabotear cada paso adelante, buscando la venganza y voluntad de imponer un relato falaz que distorsione el conflicto, alimentando el relato de vencedores y vencidos». Y, finalmente, no se libra tampoco el PNV de sus indirectas, pues resulta excluido del proyecto de construcción nacional por «derechista», ya que se puede dibujar un posible perfil de acompañante para ese viaje: «(…) trasladamos a los militantes independentistas de izquierdas que este es nuestro deseo: vamos junto a ellos, afrontando los retos del futuro, a abrir nuevas oportunidades y caminos en el proceso de liberación de Euskal Herria».
Al respecto ha dicho Otegi que el comunicado es «una aportación de indudable significado y valor de cara a construir puentes y no trincheras, una condición indispensable para la convivencia democrática». Como ha señalado Consuelo Ordóñez, no debemos caer en el error de vernos en la obligación de darles las gracias por ello. Debe saber Otegi que los expertos en cavar trincheras fueron sus 'zapadores' en el pasado y también que por los puentes futuros que cita muchos vascos no podrán ya transitar. Unos porque fueron expulsados, otros porque no tienen piernas para andar por ellos, otros porque fueron asesinados y otros muchos porque les arrebataron la ilusión de vivir.
Con todo, este nuevo comunicado, si no es una buena noticia, a mí se me antoja que se le parece mucho. Aunque demasiado tarde, bienvenido sea. Ongi etorri!
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