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Hoy Joseba Segura va a tomar posesión como obispo de Bilbao. Cuando en 1950 se creó la diócesis de Bilbao, el primer obispo, Casimiro Morcillo, llegó a la villa en un «Mercedes descapotable». Ahora, en cambio, es frecuente ver al obispo Segura acercarse a la ... catedral en bicicleta eléctrica.
La designación de Segura ha pasado bastante inadvertida, como cabe esperar en una sociedad postsecularizada. Queda muy lejano el verano de 1995, cuando la actualidad informativa estuvo presidida, en buena medida, por la polémica a raíz de que la Santa Sede tenía previsto designar como nuevo obispo a un no vasco que no sabía euskera.
Hoy la Iglesia católica posee menor presencia social en Vizcaya. No obstante, todavía la mayor parte de los ciudadanos, unos más tibios y otros más fervorosos, se consideran católicos. La Iglesia cuenta, además, con una participación más que notoria en el área de los servicios sociales o en el plano educativo. Y, por supuesto, el 'poso cultural' del catolicismo continuará siendo transversal a los valores y los hábitos de nuestra sociedad.
A nadie ha sorprendido que Segura fuera designado obispo de Bilbao. Había sido durante año y medio obispo auxiliar y Mario Iceta, anterior titular, había declarado públicamente su deseo de que Segura le sucediera. Aunque era de esperar que Iceta fuera promocionado a una archidiócesis, no se esperaba que la sede de Burgos fuera su destino. Lo precipitaron la insistencia del arzobispo dimisionario de Burgos, Fidel Herráez, y sobre todo la decisiva intervención personal del Papa. Lo habitual es que el obispo de Roma solo participe directamente en las designaciones episcopales de las grandes urbes. Sin embargo, por la relación personal que ha entablado con él, Francisco estaba especialmente interesado en que, cuando surgieran sedes vacantes en España, Iceta ocupara una de las primeras.
La salida de Iceta, el pasado diciembre, y la prematura e inesperada muerte de quien fue muchos años vicario general, Ángel María Unzueta, solo unas pocas semanas antes, han provocado que la diócesis de Bilbao perdiera rápidamente dos liderazgos fuertes, complementarios y difíciles de sustituir. Razón de más para que ahora Segura haya de empeñarse en desplegar un nuevo liderazgo que integre los diferentes carismas y sensibilidades diocesanas.
Segura pertenece a una familia de recias convicciones religiosas y de la que brotaron varias vocaciones sacerdotales. El día que fue ordenado obispo vi cómo entraba en la catedral cogido de su hombro por su tío cura. Cuando ingresó en el seminario, a mediados delos 70 y durante casi una década y media más, la presencia de sacerdotes era constante en la vida cotidiana de una parte muy significativa de los jóvenes de Vizcaya. Fueron los que casi siempre despertaban nuevas vocaciones. Estudié años después en el mismo colegio que él y, la primera vez que charlamos, hablamos de sacerdotes que allí conocimos y marcaron el resto de nuestra vida.
Segura ha conocido realidades eclesiales distintas dentro y fuera de la diócesis de Bilbao. En su juventud participó en la Asamblea Diocesana de Vizcaya (1984-87), que impulsó la corresponsabilidad, la formación del laicado y el compromiso con la marginación social. Después, siendo obispos Blázquez e Iceta, ha sido testigo de un modelo de Iglesia que, sin querer desprenderse de lo mejor de aquel legado, ha crecido en pluralidad e interacción con la Iglesia Universal.
Durante una docena de años trabajó en Ecuador, en donde dio y recibió, a la vez que descubrió la capacidad evangelizadora de la que la religiosidad popular, compartida entre las gentes más humildes, está dotada y que nada tiene que ver con lo que algunos han entendido como 'la fe del carbonero'.
Meses antes de que regresara de Ecuador, muchos fueron quienes ya le señalaban como próximo vicario general. Y el mismo día en que fue designado vicario general, tampoco fueron pocos los que auguraron que no tardaría en relevar a Iceta.
La 'carrera' de Segura, en cierta medida 'meteórica', no obedece ni a 'amiguismos' ni a afinidades con prioridades o estilos pastorales concretos. Solo debe atribuirse a su valía personal. Con gran interés por el estudio, psicólogo, doctor en teología y graduado en economía en EE UU, quien fue su párroco en Barakaldo me relató hace años que Segura nunca dejó de atender ninguna actividad pastoral mientras elaboraba su tesis doctoral.
Dedicó la tesis, publicada en 1992, a discernir acerca de los paradigmas de la 'guerra justa' y la 'no violencia'. Su trabajo de investigación quedó alineado necesariamente con su compromiso con el movimiento pacifista del País Vasco y con el que la Iglesia de Vizcaya, en su conjunto, estaba intensamente involucrada.
Naturalmente, a partir de hoy no va a afrontar una tarea fácil. No obstante, bien por su capacidad para desenvolverse en bibliotecas o bien por haber recorrido con los más pobres los caminos pedregosos de Ecuador, a casi 3.000 metros de altura, con toda seguridad nada le pillará por sorpresa.
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