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Mientras Yolanda Díaz titubea con su 'proceso de escucha' por España, Jean-Luc Mélenchon, en Francia, recoge los frutos de 20 años de reorganización de la izquierda. La Francia Insumisa deja paso a la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (Nupes), el acuerdo de la ... izquierda parlamentaria firmado a primeros de mes para las legislativas. No es improvisación. Desde 2005, Mélenchon viene modelando su intuición: la izquierda debe rechazar la opción centrista y las medias tintas. Impulsado por sus resultados en la primera vuelta de las presidenciales, el antiguo profesor de artes gráficas se postuló como primer ministro la misma noche electoral. «Macron no tiene mandato», repite el 'insumiso', convencido de la fuerza de su alianza Nupes para hacerse con la mayoría en la Asamblea Nacional y forzar una cohabitación en el nuevo quinquenato.
El 10 y el 19 de junio, nuestros vecinos del norte eligen por sufragio universal en dos vueltas a sus parlamentarios. La trascendencia de la llamada tercera vuelta se manifiesta no ya en los efectos político-económicos que la elección de cada diputado tiene para su formación, sino en las posibilidades de la mayoría electa para controlar al Gobierno, sus leyes y políticas públicas, al punto de poder bloquear el Gabinete formado por el presidente de la república y conquistar Matignon. Este es el objetivo de Mélenchon: ser primer ministro.
La unión de Europa-Ecología-Los Verdes (EELV), el Partido Comunista francés (PCF), el Partido Socialista (PS) y LFI suscita no pocas reacciones. Conocida la incorporación de los socialistas, un clásico como Philippe Poutou retira del acuerdo al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA); el economista Piketty entiende que «el regreso del Frente Popular es una excelente noticia para la democracia francesa y europea»; todo lo contrario que Daniel Cohn-Bendit, histórico de Mayo del 68, José Bové y Jean-Paul Besset, eurodiputados verdes que califican el pacto de auténtico engaño: «Un sacrificio del principio democrático, su universalidad y su intangibilidad». Lo «histórico» de unos es la «infamia» de otros. La batalla de las presidenciales queda demasiado cerca; no se han olvidado las diferencias programáticas y las negociaciones ahora se han centrado más en el reparto de las circunscripciones que en un proyecto común.
La realidad del reagrupamiento de la izquierda resulta una escapatoria para socialistas, comunistas y verdes dados los paupérrimos resultados del 10 de abril: limitar pérdidas, optimizar ganancias. Esto implica «sentarse a la derecha del padre Ubú del Kremlin y de sus cómplices, estos insumisos que cultivan adrede la ambigüedad hacia los valores democráticos, al amparo de un pseudo 'no alineamiento'», protestan Cohn-Bendit y colegas. El colmo de los derrotados no es el pobre número de circunscripciones favorables que les han sido adjudicadas, sino un alineamiento tras las exigencias programáticas de La Francia Insumisa. La suma de las contorsiones semánticas o de las renuncias consentidas por ecologistas y socialistas, principalmente respecto a la guerra en Ucrania y la Unión Europea, pesa gravemente.
En esta 'nueva unión popular' chirrían algunas propuestas. Conjugar la «desobediencia a ciertas reglas europeas» y el respeto al Estado de Derecho desentona con el pensamiento de los ecologistas, partidarios de una UE federal que supere los Tratados. El «no alineamiento de Francia» en la escena internacional no es compartido por socialistas ni por verdes; menos la salida de la OTAN propugnada por Mélenchon y el PCF. Las divergencias sobre la transición energética, las nucleares, la edad de jubilación son temas aparcados hasta conseguir «futuros acuerdos de legislatura». Puntos comunes del texto de Nupes son «la nacionalización de ciertas bancas generalistas, justicia fiscal, aumento del sueldo mínimo, diplomacia al servicio de la paz...». Una suerte de síntesis de los programas presidenciales de los candidatos Mélenchon y Roussel.
Vivimos un tiempo en que la personalidad de los dirigentes políticos está resultando determinante para el destino de los pueblos. La evolución de Mélenchon corre pareja al desplazamiento del voto obrero hacia la extrema derecha. Afianzadas sus posiciones xenófobas, Marine Le Pen se ocupa de lo social: poder adquisitivo, el Estado protector, la laicidad, áreas arrebatadas a la izquierda.
Los progresistas olvidan las relaciones de clase para analizar los problemas sociales desde la raza, la religión, la orientación sexual, el género, la inmigración y los derechos de las minorías. Las clases populares y medias se sienten huérfanas. El exsocialista Mélenchon ha cambiado en nombre de un combate prioritario: defender a excluidos, desheredados o musulmanes. Mélenchon es difícil de seguir en sus contorsiones entre la rentabilidad de los pactos y la búsqueda de la justicia social. Son conocidas sus ambigüedades y formas de segmentar la sociedad. Interesantes legislativas.
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