El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Los incidentes protagonizados por negacionistas que, al grito de «libertad», han arrasado las calles de Bilbao y Vitoria, entre otras capitales, son expresión del fracaso de nuestra sociedad. Lo político es el resultado del tránsito de lo privado a lo público. Sufrimientos que al principio ... se consideran resultado del azar o la mala suerte individual se politizan y pasan a ser leídos como resultado de problemáticas públicas que requieren de una gestión en forma de normas y leyes. La historia de la modernidad ha sido la historia de la politización de asuntos previamente considerados como privados. La actual es de privatización de asuntos antes vistos como públicos a partir de la ruptura de la confianza, base de la sociedad. Todo empezó por lo económico, continuó con lo político y ahora está afectando a la ciencia.

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Hace 23 años Manuel Castells consideró que la crisis de confianza se precipitaría como consecuencia de la globalización y el turbo-capitalismo. Apuntaba que los sistemas políticos colapsarían si no eran capaces de dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. Inauguraba su libro escrito en 1997 con la descripción de cuatro movimientos poco conocidos: el zapatismo, las milicias de Michigan, la secta Moon y el integrismo islámico. Decía que lo que los unía era su rechazo al sistema, pero que había una diferencia: unos apostaban por cambiar la realidad tendiendo puentes; otros lo planteaban erigiendo trincheras desde identidades cerradas en guetos a partir de delirios militaristas, religiosos o sectarios.

Tras la crisis económica de 2008, a pesar de la promesa de Sarkozy de reformar el capitalismo, lo único que quedó fue el «es el mercado, amigo» de Rato. Ante la inacción y el sufrimiento económico, una ola de protesta recorrió el mundo. En Egipto lucharon de la mano musulmanes, jóvenes laicos y sindicalistas; en España el 15-M une en las plazas a jóvenes y mayores. Sin embargo, la respuesta de las instituciones a estas identidades abiertas consiste en aplastar de facto (Egipto) o por agotamiento (España) estas respuestas que trataban de cambiar el mundo tendiendo puentes. Así, las instituciones incrementaron la frustración, que de lo económico basculó a lo político en el segundo acto de esta tragicomedia.

De forma que sobre la frustración ante el fracaso de alternativas abiertas, el integrismo se catapulta en los países árabes y en Europa cercenando cabezas de maestros; las sectas toman el poder en Bolivia y en Brasil para aplastar a los pobres; el militarismo alcanza el trono del planeta de la mano de Trump e irrumpe en España con la homeopatía de las banderas para alimentar corazones de personas con el estómago vacío, y rellenar los bolsillos de quienes cuidan la patria defraudando en Suiza.

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Finalmente, atravesando este proceso, en las bambalinas de la obra, el guion de la utopía neoliberal diseñada en 1947 por Frederik Hayek alcanza con el nuevo siglo su apogeo en el tercer acto de lo que ya es drama. Thatcher es conocida por la frase «la sociedad no existe», pero no se recuerda que su discurso acabó con un objetivo: «queremos conquistar el alma». El neoliberalismo ha hecho hegemónica una cultura que pone en el centro la individualidad exacerbada y se concreta en una negación de lo común.

Si la modernidad se sostenía en el tránsito del 'qué hay de lo mío' al 'qué hay de lo nuestro', la lógica neoliberal rompe la conciencia de lo común de forma que lo único que queda es una cacofonía de «que hay de lo mío's. Esta ruptura de lo común une a 'cayetanos' y chavales de barrio que gritan «libertad» rechazando la mascarilla. Porque cuando se rompe lo común, lo político, lo que queda es la ley de la selva, el sálvese quien pueda, el no te metas en lo mío.

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El problema es que en la selva de la Covid, los 'cayetanos' no podrán salvar a sus abuelos, pero tendrán su vida solucionada. El presente les importa una mierda porque tienen futuro. Por el contrario, los y las chavalas de barrio no solo están cavando la tumba de sus abuelos, sino que su vida se irá al garete. Porque reivindicando lo único que tienen, el presente, aunque sea de mierda, están destrozando su futuro.

De la mano de la ruptura de lo común se ha perdido la confianza en la economía asumiendo que no hay alternativa al neoliberalismo; estamos perdiendo confianza en la política asumiendo que todos son iguales. Esto no es cierto, pero nos hemos creído el mantra neoliberal del 'no hay alternativa'. Estamos asistiendo al último salto al vacío, ya que si damos por amortizada la confianza en la ciencia, lo que queda es la oscuridad de la Edad Media, eso sí, vertebrada por 'selfies' en los que quizá salga guapo o guapa quien tenga las espaldas y bolsillos cubiertos. Solo hay una salida: reivindicar lo común, reconocernos como mamíferos empáticos y huir de las actitudes de unos reptiles acostumbrados a devorar a sus propias crías si tienen hambre.

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