La necesaria tarea de ser auténtico
La mirada ·
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Valoramos más esta cualidad al juzgar a otros que a nosotros mismosA nadie le gusta que le vendan o le intenten vender un reloj, un perfume o unas deportivas de una marca famosa pero que son falsificaciones. Y menos todavía un billete falso. Exigimos la autenticidad de la marca o del billete y nos ofende que ... nos quieran dar gato por liebre.
Nuestro deseo de autenticidad incluye el ámbito de las personas, dado que la autenticidad es una cualidad altamente valorada socialmente, además de por la Psicología contemporánea. Abraham Maslow, Carl Roger o Edward L. Deci, por citar tres ejemplos de psicólogos reconocidos, muestran que la autenticidad está asociada a buen funcionamiento psicológico y a bienestar subjetivo positivo. Para Rogers, que el terapeuta interactúe con el cliente de forma auténtica, y no solo representando el rol profesional, es clave para el éxito de la terapia.
Ser auténtico es una cualidad muy valorada por la mayoría de las personas, aunque tal vez sea más valorada al juzgar a otros que practicada por uno mismo. Son numerosas las invitaciones a mostrarnos de forma diferente a como somos en realidad con el fin de congraciarnos con otras personas y conseguir el aplauso fácil u otras recompensas. Porque podemos elogiar o convertirnos en paladines de la autenticidad y no ser ejemplo de autenticidad. La inteligencia humana se pone a veces al servicio de un yo débil o debilitado, para dejar de mostrarse uno tal como es en realidad, y opta por el disfraz.
¿Qué se entiende por persona auténtica? Asociamos 'auténtico' con genuino, verdadero, real. Más allá de esta primera aproximación, no hay una definición comúnmente aceptada, incluso algunos psicólogos reconocen el desacuerdo y confusión que rodea al concepto de autenticidad. Reseñaré algunos de sus rasgos más citados.
El primero se refiere a tratar de progresar en el conocimiento de los propios sentimientos, pensamientos y motivos, así como de las fortalezas y puntos débiles. El conocimiento de uno mismo lleva a advertir la variedad y complejidad, a la vez que evita la rigidez al describirse. Sin obsesionarse con el conocimiento propio, desear con constancia y sinceridad para aprender más sobre uno mismo y, sobre todo, a aceptarse incondicionalmente.
Además, distorsionar lo menos posible la realidad exterior y la propia realidad, así como reducir progresivamente la utilización de defensas psicológicas (negación, racionalización, proyección...) y la tendencia al autorrealce o autoengrandecimiento. Conviene no ser extremadamente riguroso con uno mismo, aunque sin dejar de ajustar lo más posible a la realidad el conocimiento propio y de ganar en objetividad.
Algunos subrayan la importancia de la congruencia e, incluso, identifican autenticidad y congruencia. Congruencia equivale a conducta coherente con los propios valores y creencias; es decir, con el fondo luminoso de uno mismo. Como es obvio, no podemos hablar de autenticidad si la congruencia es entre acciones reprobables y unos motivos o sentimientos también reprobables. Es actuar con sinceridad y no guiado por conseguir algún tipo de recompensa, o meramente por quedar bien o recibir el aplauso de otras personas. Por el contrario, actuar con congruencia o coherencia lleva en ocasiones a verse privado de algunas recompensas, reconocimientos y aplausos huecos, o incluso a ganarse la incomprensión y el rechazo.
Ser auténtico es ser auténtico con uno mismo y también en la interacción con los demás. La autenticidad incluye que en las relaciones interpersonales, sobre todo en las de mayor intimidad, domine la sinceridad y la coherencia total, sin fingir ni ocultar ninguna información relevante para el desarrollo de la relación. No es posible ser auténtico si se pisa a otras personas o se aísla de los demás; o no se escucha a quienes con sinceridad le indican sus incoherencias y faltas de autenticidad. Sobran asesores de imagen y faltan asesores de autenticidad.
Así como la autenticidad se asocia a bienestar psicológico, la inautenticidad, por el contrario, tiene unas consecuencias negativas personales y sociales importantes. La plaga de la corrupción, del acumular sin freno bienes materiales o fama y la insolidaridad son síntomas de una patología de la autenticidad. Con todo, no faltan ejemplos de personas 'enteras' y trasparentes que con sencillez y buenas formas se muestran tal como son con honradez, es decir, con autenticidad. Creo que, por lo menos alguna vez en la vida, suena en el interior de toda persona una invitación a la autenticidad. El aceptarla será clave para su bienestar psicológico y el de la sociedad.
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