Tres años más tarde de completar la primera vuelta al mundo, Juan Sebastián Elcano murió en el océano Pacífico, a un grado de la línea equinoccial, el 6 de agosto de 1526 en la nao 'Santa María de la Victoria'. Siete días antes le habían ... nombrado capitán general de la expedición. Muchos dicen que Elcano murió de escorbuto, una dolencia provocada por la carencia de vitamina C. No habría sido raro; el escorbuto se hizo letal entre los marineros en el siglo XVI cuando empezaron las largas travesías de los descubrimientos. Los armadores de aquella época sabían que en cada viaje moría de escorbuto la mitad de la tripulación. La causa de la enfermedad era la ausencia de verduras y frutas en la alimentación.
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Según Antonio Pigafetta, cronista de Magallanes, a medida que pasaban los meses, comían «galletas llenas de gusanos y olor fétido por la orina de las ratas». Los primeros casos de escorbuto solían aparecer cuando habían transcurrido tres meses de navegación sin haber tocado puerto. El escorbuto era conocido como 'la enfermedad de la nostalgia', porque además de las hemorragias, sangrado de encías, «enfermedad que nos inflamaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos», debilidad y otros síntomas físicos, los marineros enfermos sufrían alucinaciones; algunas, por cierto, eran muy bonitas. Y lloraban con mucha frecuencia, lo que hizo pensar que echaban de menos su hogar.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI, los españoles conocieron el remedio contra ese mal gracias al fraile agustino Agustín Farfán, que publicó en el año 1579 su 'Tratado breve de anatomía y cirugía y de algunas enfermedades'. Ahí Farfán recomendaba comer naranjas y limones para evitar el escorbuto.
Hasta aquí, pues, todo parece lógico. Sin embargo, Andrés de Urdaneta, que acompañó a Elcano en su última expedición, además de contarnos las terribles condiciones que tuvieron que soportar -«Era tanta la sed que nos ahogábamos de sed; y en esto me acordé yo (de) que quizás remediaría con mis propias orinas, y así lo hice; luego bebí siete u ocho sorbos de ellas, y oriné en mí, como si hubiera comido y bebido»-, relata asimismo la muerte de Elcano y asegura que no se debió al escorbuto, sino a haber comido un gran pez con «dientes de perro». «También murieron todos los hombres principales que comían de él, casi en tiempo de 40 días», agrega.
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Por tanto, la causa de la muerte de Elcano -yo le creo a Urdaneta- fue una ciguatera provocada por ingerir barracuda, conocida como 'El tigre del mar', un pez veloz, voraz y de dientes enormes que se alimenta de peces ciguatos, abundantes en los arrecifes coralinos. Los peces ciguatos se llaman así porque se nutren de un microorganismo del plancton que produce la ciguatoxina y, aunque a la barracuda estos peces le sientan estupendamente, transmite el tóxico a quien consume su carne.
Todavía hoy suelen ser tratados 50.000 casos al año de ciguatera. La mayoría se producen en comunidades muy pobres y, también, entre turistas que practican la pesca por su cuenta en los arrecifes coralinos e, incluso, en Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Costa sur de EE UU y Hawai.
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La intoxicación aparece a las doce o veinticuatro horas de la ingesta con dolor abdominal, diarreas, vómitos, problemas cardiovasculares y un curioso síntoma, la inversión de la sensación térmica: sensación de quemadura al tocar algo frío y sensación de frío al tocar algo caliente.
El «Lunes seis de agosto falleció el magnífico señor Juan Sebastián Elcano», dice Urdaneta. Al día siguiente, 7 de agosto, su cadáver «fue envuelto en un sudario y sujeto a una tabla con cuerdas». Después de los rezos, se colgó un peso del cadáver y fue arrojado al mar.
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Murió Elcano a los 50 años de edad, pero antes, el 26 de julio, había dictado testamento. Entre los testigos estaba el propio Urdaneta, y encomendó su custodia al contador segoviano Iñigo Ortés. Fue un testamento «de dentro» en tres pliegos por todas sus caras y se encerró, ató y selló en otro «de fuera» de media cuartilla.
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