El asesinato de Alicia a manos de su hijo en Barakaldo ha puesto de manifiesto, una vez más, la brutalidad de la violencia machista, pero también nos deja la dolorosa realidad de ver cómo una parte importante de la sociedad no comprende y niega que ... esto que le ha pasado a Alicia tenga que ver con el machismo y con la violencia machista.
Hoy conocemos la historia de Alicia, que tenía 84 años, pero 'solo' porque ha acabado asesinada a golpes, aunque podrían ser las historias de muchas otras mujeres, mujeres cercanas, de nuestro entorno, que viven atrapadas en vidas sometidas a los abusos y a la violencia ejercida por los hombres de sus vidas, padres, maridos o hijo para que cumplan con sus designios de servidumbre, sometimiento y cuidados; que creen que sus deseos y necesidades están por encima de los de cualquier mujer que les rodea, sea cual sea su relación con ellas; madres, hijas, parejas, compañeras… Una situación tan arraigada y tan normalizada en miles de familias a día de hoy, que nos negamos a aceptar que esto tenga que ver con el machismo y con las desigualdades entre hombres y mujeres.
Por Argitan, en los 29 años que lleva funcionando el centro asesor, han pasado miles de mujeres, con historias de vidas atravesadas por los malos tratos y por violencias de todo tipo, violencia física, psicológica, económica o sexual. Sin ni siquiera ponerle nombre. Como si fuera una especie de lotería de la mala suerte que las ha tocado vivir, o como si fuera fruto de sus actos y de sus propias elecciones.
Las mujeres nos lo hemos trabajado, estamos avanzando. Gracias al feminismo somos más conscientes de lo que nos ocurre, de lo que nos rodea. Gracias a la lucha feminista, hemos podido cuestionarnos el porqué y ponerle nombre. Hasta ahora lo que no se nombraba no existía. Pero es violencia machista. ¿Y quiénes niegan sistemáticamente lo que a nosotras nos ha costado años de lucha identificar y nombrar como lo que es? Como violencia machista.
Los hombres tienen que reflexionar sobre sus privilegios, sobre la violencia que ejercen, consienten, aceptan y perpetúan. Avanzar en igualdad implica que quienes tienen privilegios los pierdan para construir una sociedad más justa e igualitaria, y los hombres machistas no quieren perder sus privilegios. El machismo manda en nuestra sociedad; es el que se resiste a avanzar en igualdad, porque esto supondría que los hombres perderían poder.
Tenemos que asumir que no es un problema individual ni privado, sino un problema social que requiere una respuesta colectiva. Esta responsabilidad es extensiva también a las instituciones y administraciones públicas, a las que les exigimos medidas integrales, formación y recursos específicos en todos los ámbitos y espacios de nuestra sociedad.
Especialmente para quienes tienen la responsabilidad y obligación de atender y proteger a las víctimas de la violencia machista, ya que el asesinato de Alicia ha visibilizado, una vez más, las carencias del sistema para la atención a las víctimas, especialmente cuando las mujeres por las razones que sean no pueden o no quieren denunciar.
¿Dónde están todos esos recursos y medidas de prevención, protección, acompañamiento y coordinación efectiva cuando se detecta o se tiene conocimiento de un posible caso de maltrato? Recordemos que los vecinos de Alicia habían dado la voz de alarma. La realidad es que, o no existen, o no se están llevando a cabo, lo que conlleva un riesgo y desprotección para miles de mujeres víctimas de la violencia machista.
Necesitamos una educación que esté basada en el respeto, la empatía, la igualdad, que rompa con los roles y los estereotipos de género que perpetúan las desigualdades y generan múltiples violencias contra las mujeres. Creemos que la presión social y la denuncia pública en las calles siguen siendo indispensables para generar cambios. Seguiremos ejerciendo nuestra responsabilidad y compromiso para denunciar la violencia machista en todas sus formas, las mil caras de la violencia machista.
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