En la madrugada del 18 al 19 de agosto de 1936, según el historiador y principal biógrafo, Ian Gibson, fue asesinado Federico García Lorca, aunque el historiador e investigador andaluz Miguel Caballero afirma que le fusilaron en la madrugada del 16 al 17 de agosto, ... el mismo día de su detención. Federico tenía 38 años. La 'Escuadra negra', grupo paramilitar formado por voluntarios con el corazón carcomido por el odio, le mató en Víznar, donde se encontraba el cuartel de la Primera Falange Española de Granada.

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Federico pasó las últimas horas en La Colonia, un antiguo molino de agua, que fue centro de vacaciones para hijos de obreros durante la República y que, una vez tomada Granada por los sublevados, era donde encerraban a los que iban a fusilar. A medida que llegaban los detenidos, primero les decían que estaban de paso para que no se pusiesen nerviosos pero, poco antes del fusilamiento, les contaban la verdad y les permitían confesarse con el párroco de Víznar, José Crovetto Bustamante.

No fue el caso de Federico. Un testigo contó que, durante esa noche, cuando aún no sabía por qué estaba allí, el poeta estuvo consolando a los demás y fumando sin parar. Luego, al enterarse de la verdad, pidió confesión, pero el cura ya se había ido. Dicen que el falangista Jover Tripaldi, guardia de La Colonia, le ayudó a rezar un padrenuestro, pero algunos historiadores niegan este dato.

A Lorca, además, le obligaron a escribir una nota a su padre pidiendo 1.000 pesetas como donativo a las Fuerzas Armadas y el padre entregó las 1.000 pesetas creyendo que así salvaba a su hijo. A Federico le fusilaron con los banderilleros anarquistas Joaquín Arcollas Cabezas y Francisco Galadí Mergal, y el maestro de escuela Dióscoro Galindo González, cojo (un tranvía le aplastó la pierna izquierda) y representante en febrero del 36 del Frente Popular.

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Mataron a los cuatro en la Fuente Grande de Víznar, aunque se desconoce el lugar exacto, la zona está llena de fosas comunes. Tampoco se sabe dónde se encuentra el cuerpo del poeta. Pero Fernando de los Ríos, figura relevante del socialismo, en una conferencia dada en Nueva York en 1937 aseguró que «alguien cercano al crimen informó a la familia del emplazamiento exacto de los restos» pocos días después del asesinato. Sin embargo, los Lorca nunca han querido hablar del asunto.

Lorca retrasó en julio de 1936 un viaje a México porque quería que Juan le acompañara

La familia Lorca también se opuso desde el primer momento a admitir la homosexualidad de Federico, algo que ellos y todo el mundo sabía, de ahí que impidiera la publicación de los 'Sonetos del amor oscuro', dedicados a esos amores ocultos. Hubo un tiempo en que la homosexualidad de Lorca fue tema tabú hasta en la Universidad. Bueno, pues, junto a los 'Sonetos del amor oscuro', nos habla además de amores prohibidos el romance 'Aquel rubio de Albacete', precioso título, que lo dice todo y que tiene la particularidad de estar dedicado al último amor del poeta.

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Ese chaval rubio de Albacete era Juan Ramírez de Lucas, luego se afilió a Falange y se alistó a la División Azul, falleció en 2010. Juan, pasados los años, contó a su hermana que Federico fue el amor de su vida y que seguiría siéndolo hasta su muerte. Se dice que Lorca retrasó en julio de 1936 un viaje a México, que sin duda le habría salvado la vida, porque quería que Juan le acompañara, pero Juan, al ser menor de edad, no había cumplido 18 años, necesitaba el permiso paterno para viajar y el padre no se lo daba. También hay quien dice que, si se hubiera quedado en Madrid, se habría librado del destino que le esperaba en Granada.

Lo cierto es que la muerte del poeta fue una más de aquellas muertes de los primeros días caóticos de la Guerra Civil en que los odios personales y los enfrentamientos políticos se cobraron muchas vidas de unos y de otros. Federico murió por feroces rencillas familiares, por haberse declarado abiertamente partidario de la República, por envidias, por amistad con socialistas reconocidos y «también por maricón». «Tristes guerras si no es amor la empresa…», escribió Miguel Hernández.

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