![Hola, igual soy un hámster](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/09/03/mila3-kAxD-U210631885586FG-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Hola, igual soy un hámster](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/09/03/mila3-kAxD-U210631885586FG-1200x840@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Lo sospeché hace nada, el último día de vacaciones mientras tomaba el sol. Entonces me sentí confusa, extraña, yo que siempre me identifico con la protagonista de las pelis, y es que ahora resultaba que podía ser un bicho. Estaba en la playa. Un montón ... de veleros decoraban sorollescamente el horizonte, parecían patitos muy blancos, iban ordenados y formales, me hacían pensar que en la vida triunfa siempre la lógica, la inteligencia y la bondad, y que hombres y mujeres somos los reyes de la creación. La bella imagen me dejó satisfecha, relajada, dueña del mundo.
Era nuestro último día de vacaciones, nos marchábamos al día siguiente, pero tenía los deberes hechos, así que podía disfrutar plácidamente de las últimas horas de holganza. Fue entonces cuando escuché la voz de mi vecina de toalla. Pegué la oreja (me gusta cotillear; sobre todo, cuando estoy tirada al sol sin hacer absolutamente nada). Hablaba de la vuelta al curro y empezó a enumerar eso de levantarse con la legaña amarillenta y seca pegada al ojo después de haber dormido regulín, los desayunos con gritos, los niños al cole con gritos, el curro, el jefe más tonto que tú, la idiota esa, el buen amigo con un hombro gordo y mullido para que podamos llorar a gusto e, incluso, llenarlo de mocos, en fin, lo de siempre.
Entonces, una nube tapó el sol, la playa y el mundo se volvieron de color gris, las toallas no tenían colorines, la arena era harina, el sol poderoso se había llevado el brillo de las cosas a lametadas. Busqué el mar, era una gran superficie de plomo líquido. Pensé en algún círculo del Infierno de Dante y aparté la imagen, me hacía daño. Miré el mar otra vez como mira el mar el común de los mortales: no tuve éxito. Los veleros se movían de forma loca atacados por una tiritona, parecía que iban a zozobrar, y yo empecé a zozobrar con ellos. Fue entonces cuando tuve la revelación.
¿Y si soy un hámster? ¿Y si todos somos hámsters?. Rectifico; todos no, la mayoría. Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que somos hámsters y vivimos en nuestras jaulitas. Del mismo modo que esas mascotas tienen una rueda para que hagan un poco de ejercicio pensando que están recorriendo el mundo, nosotros nos vamos de vacaciones pensando que somos viajeros, no putos turistas apretados en playas manoseadas por la multitud, y nos empapuzamos felices de comida basura. Luego volvemos a la jaula, idealizamos lo que hemos hecho y lo contamos muchas veces para convencer a los otros de que las vacaciones han sido magníficas y, de paso, creérnoslo nosotros también.
Pero los otros no nos suelen escuchar, se aburren soberanamente con nuestra matraca, las de ellos también han sido la rueda del hámster, y alguno nos suelta «ya sé lo que me dices» y nos da el bajón.
Entonces, de muy mal humor, decidí irme de la playa; el sol ya se había escapado de la nube, el mundo era de colores y mi hámster me esperaba en un chiringuito para comer. Había pedido paella, que trajeron enseguida, y con la boca llena de arroz 'tot pelat' le dije: «Soy un hámster y tú otro, mañana volvemos a la jaula; estos días han sido nuestra rueda». Entonces, sin decir nada, cogió mi plato y lo dejó en la mesa de al lado, luego llamó a la camarera y le dijo que yo iba a comer galletas para perro. Empecé a gritar, «¿tú eres tonto o qué te pasa?». Solo me contestó: «Eres un hámster, por eso te gustan las galletas para perro». Iba a gritar otra vez, pero me callé. Tenía razón, había comprendido: se acababan las vacaciones y la vuelta me ponía enferma. Así que le di al mío un grasiento beso de paella.
No, no soy un hámster, no somos hámsters; simplemente se había acabado lo bueno y volvía a la rutina. Ataqué con alegría un langostino de la paella y, mientras trituraba al pobre animal, oí por dentro una voz malvada que me decía: «¿Estás segura de que no eres un hámster, de que lo que has hecho durante estos días no ha sido corretear por una rueda de esas y de que lo que te estás comiendo no es una galleta de perro disfrazada de langostino?».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.