También en agosto

Agosto es un mes de vacaciones. Por eso, las desgracias que ocurren ese mes se nos antojan especialmente impactantes y es que, además, algunas de esas desgracias han sido realmente las más impactantes que le han sucedido a la Humanidad.

Como todo el mundo sabe, el 6 de agosto de 1945 se produjo la mayor catástrofe mundial provocada por el hombre, la bomba atómica arrasó Hiroshima, y el 9 de agosto otra bomba atómica cayó sobre Nagasaki. La Segunda Guerra Mundial había terminado. El 2 de septiembre, el emperador Hirohito, en su primer discurso radiado -nadie hasta entonces conocía su voz-, anunció al pueblo la rendición de Japón e inmediatamente se produjeron un gran número de suicidios rituales, 'seppukku', lo que llamamos aquí harakiri y que allí se considera un término más vulgar.

El 'seppukku' forma parte del 'bushido', un ritual samurai. Estos son los pasos del rito. Primero, el que va a morir toma sake y escribe un poema de despedida sobre un abanico blanco, el color de la muerte. Luego, se sienta en el suelo sobre los talones, abre el kimono blanco y coloca cada manga bajo cada una de las rodillas para evitar caer hacia atrás por el golpe de la incisión en el vientre. Después, empuña el 'wakizashi', un sable corto, directamente por la hoja envuelta en telas para no cortarse y, tras un masaje, realiza en el vientre un corte horizontal y otro vertical parecido al 'jumonji', número diez.

El objetivo es cortar los centros nerviosos de la columna y dejar salir las vísceras. En el momento en que el suicida se doblaba de dolor sobre sí mismo, el 'kaishakunin', el amigo, se coloca detrás de cara al Sol o la Luna para no revelar su sombra y le corta la cabeza con una catana poniendo fin a la agonía, tan larga y dolorosa que está permitido simular el 'seppukku' con una espada de madera y simplemente cortar la cabeza del que ha decidido morir.

Pero el pueblo japonés, además, un año más tarde, en otra retransmisión radiada, vivió la mayor decepción de su historia, y otra vez se sucedieron los suicidios rituales. Y es que el general Douglas MacArthur hizo firmar al emperador Hirohito un documento negando su estatus de 'arahitogami', es decir, negando que fuera la encarnación de la diosa Amaterasu, la diosa del Sol de la religión sintoísta.

El único que se alegró de aquello fue Hirohito, porque eso de ser la encarnación de una diosa le había supuesto no pocos quebrantos. Uno de ellos, que hoy nos puede parecer una tontería y sin embargo no fue ninguna broma, tuvo que ver con la miopía.

En cuanto se dieron cuenta en palacio de que el chaval era corto de vista, hubo un conciliábulo urgente de médicos y sabios, había que solucionar inmediatamente el problema porque estaba clarísimo que los dioses y las diosas no usan gafas. Por fin y para alivio de todos, uno de los médicos aseguró que si el futuro emperador diariamente dedicaba largas horas a mirar el horizonte, la miopía desaparecería. A partir de aquel día, el pobre Hirohito se pasó horas y horas y horas mirando fijamente el horizonte sin ningún éxito, hasta que no hubo más remedio que aceptar la realidad y el futuro emperador disfrutó de unas estupendas antiparras con las que pudo ver por fin el mundo.

Pero vamos a olvidarnos de lo malo, que en el mes de Augustus Octavius también pasan cosas buenas. Así, en agosto de 1693, Dom Pierre Pérignon inventó lo que luego, el 1 de agosto de 1867, se llamaría 'champagne'. Por eso propongo un brindis por la felicidad de todos y por la paz, precisamente el día 24 Ucrania celebra su independencia.