El suicidio, un problema de actualidad
Las tasas más elevadas se presentan en la franja de edad superior a los 60 años
Catedrático de Psiquiatría. Real Academia de Medicina del País Vasco
Miércoles, 1 de marzo 2023, 00:03
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Catedrático de Psiquiatría. Real Academia de Medicina del País Vasco
Miércoles, 1 de marzo 2023, 00:03
Decía recientemente Javier Larrea, analista social y presidente del Observatorio de Prevención de Riesgos y Accidentes de Euskadi (EL CORREO, 21-2-2023) que había disminuido el número de muertes no naturales. Señalaba que las caídas son la primera causa de muerte, con especial afectación ... a personas de cierta edad, y lamentaba la injusta diferencia que la Administración establece a la hora de asignar recursos a la prevención de cada tipo de siniestro comparando los dedicados a la prevención de caídas con otros. Señalaba también que el suicidio fue la segunda causa de muerte no natural en Euskadi por detrás de las caídas. El año 2021, un total de 148 personas fallecieron por suicidio en nuestra comunidad, un 18% menos que los 179 que ocurrieron en 2020, la mayoría en edades superiores a los 60 años y sólo dos fueron menores de edad.
En los últimos informes del INE, en España, sobre 4.003 suicidios consumados en 2021, catorce fueron protagonizados por menores de edad. Parece que en 2022 esta cifra pudiera alcanzar el número de 22, un 41% más, lo que es esgrimido como argumento troncal por algunos imprudentes para dar a entender que estamos ante un problema incontrolado.
El suicidio presenta una evolución irregular en los últimos años con cifras muy similares a las de ejercicios anteriores, 2016 y 2017, y muy inferiores en 2018 y 2019. Con muestras tan pequeñas no es ético extrapolar las conclusiones a las que llegan algunos y menos lanzar mensajes literales como '¿Qqé futuro tenemos como sociedad si vemos que nuestros niños y niñas pierden la esperanza hasta el punto de quitarse la vida?' Son mensajes distorsionados que no se apoyan en datos reales y generan alarma y confusión, injustificables en personas que tienen responsabilidades en salud mental. Solo la observación de un problema de estas características en periodos relativamente largos nos puede permitir un buen análisis de la situación.
Afirmaba con mucha razón en su artículo Javier Larrea que «a pesar de los extravagantes titulares mediáticos, los suicidios en Euskadi se mantienen en un rango estable, oscilando alrededor de 170 anuales desde el año 2000 y no se observa un crecimiento desmesurado». Así las cosas, cabe preguntarse: ¿no se está creando un clima de alarma excesivo e injustificado en torno al suicidio en España, con datos evolutivos muy similares, y también en nuestro entorno próximo?
Nunca se ha hablado más de suicidio que ahora. Nunca se han dedicado más medios a la prevención y tratamiento del suicidio que en la actualidad. Ahora bien, conociendo la inevitable multifactoriedad que concurre en la conducta suicida, sabemos que el abordaje del problema es complejo y no estriba solo en aportar más dinero, más personal o más información. Es más intrincado que todo eso. Miremos si no a países adelantados como Francia, EE UU, Alemania o Suecia, donde los recursos en salud mental son mejores que los de España, en lo que a financiación se refiere, y en los que el número de profesionales que se dedican a ello es también muy superior al nuestro. Pues sabemos que estos países, otrora modelos en políticas sociales y asistenciales, presentan tasas de suicidio que, en algunos casos, casi doblan las de España. Si aquí nos movemos en una banda de 8 por 100.000 habitantes, allí están entre en 11-15 suicidios por las mismas tasas de población.
Y claro, volviendo a nuestro medio, si las tasas de suicidio más elevadas se presentan en la franja de edad superior a los 60 años, perfil similar al de las caídas, cabe preguntarse si no se deben intensificar las estrategias de prevención, intervención y posvención de la conducta suicida de los mayores de 60 años con prioridad sobre la intervención sobre ciudadanos de otras franjas de edad, al parecer menos expuestos y menos proclives a quitarse la vida. Y todo ello, asumiendo naturalmente el impacto emocional que produce la muerte por suicidio de personas muy jóvenes, pero sin que ello suponga ignorar dónde se ubica realmente el problema.
Y para finalizar, lo que no puede confundirse son ideas autolíticas, conductas autolesivas demostrativas sin intención suicidiaria alguna (las más frecuentes en adolescentes y muy vinculadas al contagio social), tentativas suicidiarias o suicidios consumados. Si mezclamos todo, inducimos a un alarmismo social muy grave, de consecuencias imprevisibles y de responsabilidades evidentes por parte de nuestros políticos y los con frecuencia autoproclamados especialistas en la materia. En cinco años sabremos realmente a qué atenernos, pero hoy los datos son los que son. El suicidio consumado en Euskadi se mantiene estable en los últimos 20 años y en buena lógica podríamos mejorar esos datos si enfocáramos el problema mejor, actuando en el sector de edad más afectado y no solo en el que más impacto mediático o emocional tiene. ¡Pues eso!
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