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El Miedo
La mirada ·
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No es cierto que los asesinatos de ETA no sirvieran para nada: servían para paralizarnos sin necesidad de cadenas ni grilletesEl Miedo, así con mayúscula, es silencioso, es oscuro como estos atardeceres de invierno con cambio de hora y pandemia. El Miedo es taimado e invasor, se nos cuela dentro y va derecho derecho a donde más nos duele porque siempre está cargado de razones ... que tienen mucha razón. El Miedo y sus razones nos paralizan, nos envuelven en terrores atávicos y nos convertimos en alimañas acosadas dispuestas a defenderse locamente, ciegamente, caiga quien caiga. El Miedo nunca viene solo, viene acompañado de un séquito tenebroso que hace buena la cobardía y nos lleva a refugiarnos en nuestro pequeño territorio, a protegerlo sea como sea y a costa de quien sea. A poco de empezar esta pandemia, el Miedo también asomó la oreja. Vecinos que ponían carteles contra alguno de la casa porque trabajaba en un hospital y podía contagiarles, ambulancias de ancianos recibidas a pedradas, material sanitario pillado por democráticos países que blandían la ley del más fuerte, del más poderoso…
He visto la serie 'Patria' y ahí hay dolor y miedo. El Miedo siempre es igual a sí mismo, siempre ha sido igual, no hay más que echar un vistazo a la historia. ETA mató con Franco y mató en democracia. Un silencio espeso y cruel envolvía entonces a las víctimas. Y es que el Miedo había hecho muy bien su trabajo: mirábamos para otro lado, había que defender a la familia, a los hijos, a nuestro perro y a nuestro coche, las únicas cosas que de verdad importaban. Nos volvimos miserables.
Y claro que había razones poderosas para actuar así. Un posicionamiento claro en contra de lo que estábamos viviendo nos podía dar problemas en el trabajo, con la familia, con los amigos, con los vecinos; nos podía llevar al silencio total, al mismo silencio y abandono que sufrían las víctimas. Por eso intentábamos justificarnos golpe a golpe, muerto a muerto; por eso fuimos aguantando y aguantando hasta que no pudimos más, porque aquello era inaguantable. Por fin, un día estallamos.
No es verdad que los asesinatos de ETA no sirvieran para nada; claro que servían. Servían para convocar al Miedo, para paralizarnos sin necesidad de cadenas y grilletes, para convertirnos en peleles manejables. Solo uno de aquellos asesinatos se saltó esa regla que tantas veces ha funcionado y fue el de Miguel Ángel Blanco. Su muerte nos liberó, su muerte sí sirvió para algo.
Pero también hubo otros muertos en aquel infierno, los muertos de la propia ETA, una lista larga encabezada por José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala fueron secuestrados por los GAL, torturados, asesinados por la Guardia Civil y enterrados en cal viva en Busot (Alicante). Se trataba de no dejar rastro de aquella atrocidad. Y es que, cuando abrimos el baúl de los horrores, el infierno acaba atrapando en sus garras todo lo que toca, acaba pringándonos a todos.
Por eso creo que en algún momento hay que poner punto y final a esas páginas negras de nuestra historia. No es buenismo ni equidistancia. En el inicio, solo hubo un verdugo, ETA, que generó muerte, dolor, mucho dolor y Miedo, eso hay que dejarlo muy claro. Hoy, cuando ya ha terminado aquella macabra locura, hay víctimas que no perdonan, que no quieren olvidar, y otras sin embargo se reúnen con los asesinos que acabaron con uno de los suyos. Hoy hay presos de ETA que han pedido perdón a los familiares de sus víctimas y otros no piden perdón, si hicieron lo que hicieron es porque creían que debían hacerlo. Pero lo cierto es que víctimas y verdugos están buscando con dolorido sentir -hay mucho sufrimiento aún latiendo- la salida hacia otro futuro.
Creo que no podemos vivir siempre con las espadas levantadas. Y del mismo modo que pienso que es un error siniestro enarbolar otra vez las banderas de la Guerra Civil, también pienso que les hacemos un flaco favor a nuestros hijos pasándoles la antorcha del odio, no siendo capaces de aprender la lección, de contar por una vez las cosas exactamente como ocurrieron y dejar que una vida mejor fluya.
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