Incluso la recepción más simplificada y superficial en la cultura de masas del psicoanálisis freudiano ha puesto de relieve el simbolismo sexual de los coches ... y los trenes: los niños juegan con ellos como juguetes, que se perciben inconscientemente como sustitutos del pene. El simbolismo se acentúa aún más con un coche aparcado en un garaje o un tren entrando en un túnel: son las consumaciones de un acto sexual, trasladadas a un terreno más seguro de objetos, ya sean juguetes o cosas del mundo a escala real.
Es obvio, pues, que hay algo más en el reciente caso de los nuevos vagones de tren encargados para Cantabria y Asturias, que resultaron ser demasiado grandes para los túneles existentes en estas comunidades del norte de España. De hecho, como muchos han señalado, el fiasco pone de manifiesto la falta de funcionalidad en la comunicación y la descoordinación entre las empresas públicas (como Renfe o Adif) y los órganos de gobierno. Pero, a un nivel más profundo, irreductible a cálculos precisos de ingeniería y buenas prácticas de gestión, levanta el telón que cubre las operaciones del inconsciente. La disfunción es sexual, en consonancia con la descripción de Freud de todo el ser humano como sexual: el acto en el que un tren entra en el túnel no puede llevarse a cabo. No por impotencia o falta de deseo, sino por el desajuste entre los dos actores fetichizados.
El error evidencia la falta de funcionalidad en la comunicación y la descoordinación entre las empresas públicas y los órganos de gobierno
Más allá de las connotaciones simbólicas de los trenes, también podemos señalar lo que el propio Freud escribió sobre el tema en su libro de 1901 sobre 'La psicopatología de la vida cotidiana'. En él, el padre del psicoanálisis aborda las torpezas, los lapsus linguae, los olvidos de nombres o de otras palabras como síntomas de procesos inconscientes. Curiosamente, en la sección dedicada a los «errores», que incluye sobre todo errores de juicio, Freud analiza varios casos de personas que se han equivocado de tren, han perdido el tren, etcétera.
Sin rehuir nunca el autoanálisis, recuerda un viaje en tren y barco que hizo por Alemania y los Países Bajos hasta Inglaterra para visitar a su «estricto hermano mayor». El anfitrión de Freud no estaba de acuerdo con que se quedara en La Haya y Ámsterdam de camino al Reino Unido y, en su lugar, le sugirió que hiciera esa parada en el viaje de vuelta a Viena. Aunque Freud quiso obedecer, perdió su conexión de tren y se vio obligado a viajar a Rotterdam, pasando el día siguiente en los Países Bajos. Este error le permitió contemplar los cuadros de Rembrandt expuestos en los museos holandeses.
Freud interpreta el error relacionado con el tren como un caso de realización inconsciente del deseo: sin que él se diera cuenta en ese momento, el inconsciente le da una excusa para hacer lo que quería en primer lugar (hacer una escala en los Países Bajos y disfrutar de sus tesoros culturales) a pesar de los rígidos mandatos derivados de la vida psíquica consciente (y del superyó, representado por el hermano estricto). Volviendo a 'nuestro' caso, ¿podría ser que algo similar estuviera en juego en el desajuste entre los nuevos vagones de tren y los túneles del norte de España?
Aunque esta pregunta o hipótesis pueda sonar descabellada -después de todo, ¿quién querría despilfarrar dinero público y privar a los pasajeros de un nuevo transporte, además tan necesario?- puede tener algo de verdad. Aparte de las dimisiones políticas de alto nivel que se produjeron a raíz del fiasco, se ha decidido que los viajes en tren en las regiones afectadas seguirán siendo gratuitos al menos hasta 2026. El deseo reprimido que se cumple de esta forma distorsionada es el de unos servicios públicos gratuitos y que funcionen bien, incluyendo no sólo el transporte, sino también la vivienda, la escolarización y la medicina.
Como en el análisis de Freud, el error nos dio una oportunidad (una excusa, en realidad) para disfrutar de trenes públicos gratuitos, eludiendo las exigencias conscientes de la razón administrativa. Sólo cabe esperar que ese deseo no se quede en las turbias regiones del inconsciente, sino que tenga la oportunidad de expresarse y satisfacerse directamente, sin las objeciones y acusaciones rotundas de albergar sueños utópicos.
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