sr. garcía

Una melodía prohibida

La mirada ·

La reconfortante vivencia de momentos amables del pasado debe derivar en la ilusión por construir un futuro común mejor

enrique pallarés molíns

Domingo, 27 de diciembre 2020, 02:20

Según el 'Diccionario de la música' de Jean-Jacques Rousseau, en los ejércitos mercenarios de Europa que enrolaban a soldados suizos se prohibió, bajo graves sanciones, una melodía, aparentemente inofensiva, que se interpretaba en los Alpes suizos como señal para recoger las vacas al final ... del día ('Le ranz des vaches'). La causa de la prohibición no era política; pretendía evitar las intensas reacciones emocionales, incluidas la deserción y la muerte, que su audición producía en muchos soldados ('mal de Suiza'). El romanticismo popularizó esta melodía más allá de los Alpes; encontramos su eco en la obertura de 'Guillermo Tell' de Gioachino Rossini y en la 'Sinfonía Fantástica' de Héctor Berlioz.

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Las reacciones suscitadas por esa melodía -la añoranza de la patria- fueron estudiadas por el médico suizo Johannes Hofer, quien acuñó el término «nostalgia» en su 'Disertatio' en Medicina, defendida el año 1668 en la Universidad de Basilea. Nostalgia: 'Nóstos', una palabra homérica que significa «volver a casa» y 'álgos', «dolor, añoranza»; es decir, deseo doloroso de retornar a casa. Hofer propuso como términos alternativos los de 'nosomania' y 'philopatridomania'. La enfermedad se curaba con la repatriación.

Si el término 'nostalgia' nace en una fecha concreta, la reacción de dolor del ser humano al alejamiento de sus raíces es tan antigua como la circunstancia humana de verse obligado a dejar la casa y la patria para vivir en otro país. Este intenso deseo de volver al hogar y a la patria ha inspirado bellas páginas, por ejemplo, en la 'Odisea' de Homero («...yo anhelo volver a mi casa y ver el día de mi retorno»), el pueblo judío en el exilio de Babilonia… El lema repetido de 'E.T.', aquel personaje, monstruoso y entrañable a la vez, creado por Steven Spielberg («¡Mi casa!»).

La concepción actual de nostalgia no la limita a la experiencia emocional de grupos concretos ni al retorno a casa. El anhelo melancólico, o nostálgico, se centra en un pasado, individual y social, que ya no está accesible. Es la búsqueda ardiente del pasado en el que uno se sentía arraigado y seguro. Porque el desarrollo de la autonomía y el crecimiento tienen el efecto secundario de la separación. Y la vida está sembrada de separaciones, a veces especialmente dolorosas y punzantes.

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Por eso, la añoranza de lugares y de momentos del pasado constituye una robusta fuerza motivacional y un empuje a la acción. La mercadotecnia, por ejemplo, a través de la publicidad, sabe suscitar sentimientos de nostalgia para aumentar las ventas de sus productos. Algunos de estos anuncios 'nostálgicos' intentan trasladar al pasado a través de referencias culturales o simbólicas, para que se asocie el producto y la marca con los sentimientos positivos que suscita el recuerdo de otros tiempos. También se ha utilizado para la movilización política.

La profesora de la Universidad de Harvard Svetlana Boym, en un interesante y sugerente estudio, distingue dos tipos de nostalgia: nostalgia reflexiva y nostalgia restaurativa. La primera se limita al recuerdo y anhelo del pasado y puede constituir «una fuerza positiva que nos ayuda a explorar nuestra experiencia, y puede ofrecer una alternativa a la aceptación acrítica del presente». La segunda, más allá de la propia memoria y de la historia, trata de restaurar el pasado, apelando a tradiciones y mitos, es decir, inventándolo.

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El recuerdo amable del pasado suele resultar fortalecedor y estimulante, pero el anhelo regresivo hacia lo que dejó de ser realidad puede resultar empobrecedor y paralizante para la persona, y letal cuando se busca para la colectividad. Como canta Joaquín Sabina, «No hay nostalgia peor / que añorar lo que nunca jamás sucedió».

El ambiente navideño, con sus intensas sensaciones, activa el recuerdo y anhelo del pasado, el deseo de volver a las seguridad de la 'casa'. Ese anhelo del pasado -sin idealizarlo en exceso- es legítimo y vigorizante, sobre todo si se transforma en la empresa de construir una 'casa' común, confortable para toda la Humanidad y de la que nadie se sienta excluido. No es esta una misión imposible e irreal, sino un fin y meta hacia el que caminar; porque la acción presente no solo es hija del pasado, sino de los fines que la guían, aunque no sean alcanzables de inmediato. Es mejor hacerse el sordo a melodías que solo provocan reacciones sentimentaloides. La reconfortante vivencia de momentos especialmente amables de lo que ya pasó, no debe derivar en la instalación en el pasado, sino en la ilusión por construir un futuro común mejor.

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