La ciencia del siglo XXI ofrece enormes oportunidades, pero también se enfrenta a grandes retos. La coyuntura actual de la pandemia ha puesto el foco en las zoonosis (enfermedades que se transmiten entre los animales y el ser humano), en el progresivo aumento de resistencias ... a los antibióticos debido en parte a su abusivo e inadecuado uso, y en el constante riesgo que patógenos como los virus y las bacterias pueden representar para la salud global. Pero los desafíos son numerosos y muy diversos: enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson, diabetes o cáncer son algunas de las grandes asignaturas a superar por una humanidad que se esfuerza sin desfallecer en prolongar su expectativa y calidad de vida. No en vano, los antecedentes invitan al optimismo. A lo largo de los últimos 120 años se ha logrado prolongar la expectativa de vida media de hombres y mujeres en más de 40 años, y se han descubierto medicamentos y terapias que han revolucionado el abordaje terapéutico y, por ende, la calidad de vida de millones de seres humanos. Sin embargo, las desigualdades sociales, económicas y sanitarias también se han incrementado, dibujando una fotografía global poco halagüeña por momentos.
El progreso científico depende imperiosamente de un mayor y más extenso conocimiento de la biología humana, de la fisiopatología de las enfermedades o del gradual proceso de envejecimiento tisular y celular. Por ejemplo, es necesario conocer con precisión cómo y por qué progresan los tumores, por qué algunas personas desarrollan patologías cerebrales como la demencia o el párkinson, cómo se producen las diferentes enfermedades autoinmunes o cuáles son los fundamentos básicos asociados a la senescencia de los tejidos y órganos humanos. Asímismo, se ha de profundizar en el papel que la nutrición o la microbiota (conjunto de bacterias que colonizan nuestro organismo) juegan en un gran número de problemas de salud.
Es maravilloso que algunos de los grandes avances científicos sean ya una realidad. El extraordinario impacto de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, la nanotecnología, la tecnología farmacéutica y la biomedicina ha permitido el más rápido, completo y ambicioso programa de vacunación de la historia, con el uso masivo de una nueva generación de vacunas en el mismo año en el que se identifica al virus causante de la pandemia. La tecnología del ARN mensajero puede dar lugar a la siguiente generación de medicamentos y vacunas con las que prevenir enfermedades infecciosas como la gripe, el ébola o el zika, establecer las bases para futuros tratamientos frente al cáncer, o desarrollar alternativas terapéuticas frente a enfermedades raras como la acidemia metilmalónica o la enfermedad de almacenamiento de glucógeno.
La ciencia contribuirá a una vida más larga y saludable, pero se precisan financiación y emprendedores
Por su parte, la terapia celular puede revolucionar la inmunoterapia frente al cáncer. El uso de células CAR-T es un perfecto ejemplo de cómo células inmunitarias como los linfocitos T (un tipo de glóbulo blanco) pueden modificarse en el laboratorio para que encuentren y destruyan las células cancerosas. Uno de los grandes hallazgos realizados en nuestros laboratorios del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y basado en un proceso teóricamente sencillo, el de 'exprimir' las células, posibilitará que puedan ser penetradas por moléculas específicas de una forma más eficiente y amplia respecto a lo que permite hasta el momento la terapia génica.
También es esperable que algún día la ciencia sea capaz de curar o regenerar prácticamente cualquier tejido u órgano humano. Fabricar hueso, cartílago, crear piel o vejigas, reparar lesiones medulares de pacientes con parálisis, restaurar la pérdida auditiva o desarrollar terapias vasculares que permitan rehabilitar los maltrechos corazones dejará de ser ciencia ficción.
La aplicación de la nanotecnología o de la edición genética mejorará la sensibilidad y especificidad del diagnóstico, el progreso en genómica y proteómica facilitará un diagnóstico precoz y eficiente de enfermedades crónicas y neurodegenerativas, mientras que el uso de fluidos como la saliva abrirá el área del diagnóstico personalizado. Nuestro grupo de investigación, por ejemplo, ha descubierto una proteína presente en la saliva humana que puede ayudar de forma sencilla, rápida y económica al diagnóstico del alzhéimer, una enfermedad cuya prevalencia se estima crezca en la próximas décadas y que ya afecta a más de 800.000 personas solo en España
La investigación básica motivada, estimulada y promovida por la curiosidad, así como su constante financiación, deben ser hoy, y seguir siendo en el futuro, motor del progreso y de la innovación. Sin esta perspectiva, sin una apuesta decidida de la Administración, no se hubieran producido algunos de los grandes avances científicos de los últimos tiempos. Por ejemplo, los estudios básicos encaminados a entender cómo las bacterias evitan los virus derivaron en el descubrimiento del editor genético CRISPR, actualmente muy empleado en múltiples áreas científicas, desde el tratamiento del cáncer hasta el abordaje de la ceguera. Nuestro grupo de investigación ha empleado la misma fuente de inspiración para avanzar en el campo de la nanotecnología hasta hallar la forma de vehiculizar y transportar material genético a las células de forma eficaz, un paso trascendental para la consolidación de las vacunas basadas en el ARN mensajero.
La ciencia básica y la curiosidad humana jugarán un papel determinante a la hora de entender el cerebro y sus enfermedades, modular el sistema inmunitario y ayudar a descifrar las razones para vivir una vida cada vez más larga y saludable. Pero no podemos olvidar que la ciencia también necesita del emprendimiento, y de emprendedores que puedan transformar este conocimiento en los productos, terapias y medicamentos del futuro.
La curiosidad humana es ilimitada y por ello la ciencia no parece tener límites. No cabe duda de que el futuro es prometedor, pero también son extraordinarios los desafíos. La comunidad científica se afana por encontrar, desarrollar, evaluar y aplicar las terapias y medicamentos del futuro que permitan prevenir enfermedades, curar las actualmente incurables y regenerar tejidos y órganos. La forma en la que afrontemos estos desafíos marcará nuestro conocimiento y nuestro futuro como seres humanos.
Gorka Orive es profesor titular de Farmacia en la Universidad del País Vasco, científico CIBER-BBN e Instituto Universitario UIRMI, investigador adjunto del Singapore Eye Research Institute y cofundador de la empresa biotecnológica Geroa Diagnostics.
Robert Langer es ingeniero químico, Institute Professor en el MIT y trabaja en el Instituto Koch para la Investigación Integrativa del Cáncer y en el Programa Harvard-MIT en Ciencias y Tecnología de la Salud. Conflictos de interés: https://www.dropbox.com/s/yc3xqb5s8s94v7x/Rev%20Langer%20COI.pdf?dl=0
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