Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En 1965 un joven Georges Perec irrumpe en el panorama literario con una novela 'oulipo' (grupo literario creado en Francia en 1960) fundacional: 'Las cosas'. En 'Las cosas' Perec nos habla de una pareja parisina de pequeñoburgueses con sueños de grandeza que imagina que poseer ... muchas cosas es sinónimo de bienestar, de prosperidad, de seguridad y de felicidad. Pero tanto él como ella terminan advirtiendo que el exceso no solo los aparta de su objetivo, sino que los aliena y encadena. Lo aspiracional anulado por su resultado.
La acción transcurre durante unos años en los que aún no había tomado consistencia esa ideología que postularía, años después, la renuncia a las comodidades burguesas y el rechazo a la sociedad capitalista que se denominó, como todos sabemos, movimiento hippie. Por entonces los héroes y heroínas a imitar -del cine, de la literatura, de la publicidad- vivían en deliciosos chalés en la montaña, viajaban en descapotables, bebían vino caro y vestían trajes de tweed, jerséis de cachemira, abrigos con cuello de visón y bufandas de vicuña, lujos al alcance de muy pocos. Pero llegó el poliéster, el escay, la confección 'made in China', las imitaciones, el mueble modular Ikea, los créditos fáciles, las compras a plazos, los vuelos 'low cost', el todo a cien, y la abundancia ya no era solo privilegio de los ricos.
Los humildes, entonces, excitados por la euforia consumista, nos embarcamos en esa fiebre sin saber que seguramente tapábamos con ella carencias profundas, ansiedad, presión social o falta de autoestima; y sin sospechar siquiera que la acumulación de cosas nos alimentaría la vanidad, la envidia, el mimetismo, el simulacro de la dicha, los agujeros negros de nuestra mente y, en fin, todo un elenco de monstruos y fuerzas oscuras que nos llevarían a fatales consecuencias: falta de espacio, insatisfacción, culpabilidad y deudas.
Diversos estudios sobre la felicidad avalados por años de investigación revelan que, aunque para intentar conseguirla es imprescindible una comodidad económica, para sentirse felices en ningún caso entran en juego factores de exceso. Y esto es aplicable a todo. Por ejemplo: los retratos de fotomatón, las sonrisas analógicas del bebé, los momentos de las vacaciones de antaño que se archivaban en álbumes protectores para no desgastar el único documento gráfico de un instante excelso, eran contemplados una y otra vez produciendo un regreso al momento feliz que los impulsó. Pero en el imaginario de ahora el exceso es tentador y ya nadie rehúye el registro de imágenes infinitas almacenadas en Google Lens o Google Fotos y que rara vez, por abrumadoras y expansivas, volverán a mirarse con la calma y el goce con que se miraban las de antes.
Esta reflexión diletante que no me aparta, sin embargo, de la esencia consumista del individuo de nuestros tiempos (ya quisiera) me lleva, ante las elecciones inminentes de Estados Unidos -tema que me preocupa e interesa-, a otro exceso: el de información, sobre todo en redes, las grandes causantes de que las encuestas se inclinen hacia uno u otro candidato. Parece ser que Donald Trump lleva las últimas cinco semanas mejorando en las encuestas y acortando la distancia que le sacaba su opositora demócrata. Una mejora que se basa en gran parte, como digo, en el poder de las redes, ya que no podemos ignorar que Elon Musk, dueño de X y principal suministrador de 'fake news', apoya la campaña de Trump.
Y, de pronto, el periódico norteamericano 'The Washington Post', en un alarde de autocensura decide suprimir todo artículo de apoyo a los demócratas. ¿Por qué? ¿Qué pretende? ¿Neutralidad? ¿Imparcialidad? ¿Independencia? ¿Libertad para que el lector decida por sí mismo? ¿O simplemente no comprometerse? Jeff Bezos, actual dueño del diario que lleva más de cincuenta años al lado de los demócratas, impedirá la información partidista, con lo que el 'Post', en una vuelta a los orígenes, no volverá a apoyar a un candidato a la presidencia. Antes ya lo hizo otro medio, 'Los Ángeles Times', y es de esperar que por imitación lo secunden otros. Las críticas no se han hecho esperar y las reacciones negativas han sido constantes. La decisión amenaza con convertir al 'Post', famoso por su valentía, en prensa medrosa y cobarde. Pero me pregunto qué impacto puede tener en la decisión de voto cuando apenas un 3% de la población adulta norteamericana considera este medio su fuente principal de información.
El exceso de información, como el exceso de cosas y de fotos, produce sobrecarga, en este caso en el cerebro, y lo lleva al punto de parálisis cognitiva. Esto está demostrado, es una ley. El pensamiento crítico, por ello, desaparece. Afortunadamente para Trump, hay mucha víctima de ese exceso informativo. Crucemos los dedos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.