Me ha pasado otras veces, intentar salvar la aridez que me produce la política internacional abordándola como si pensara en un viaje. Un viaje de verano, por qué no, la época lo propicia. Un Viaje Asombro en el que te sorprende una lluvia torrencial ajena al sur que nadie espera. O un Viaje a Ninguna Parte donde no se cumplen los planteamientos previos. O un Viaje Estereotipo, pero viaje al fin, en el que ese hotel que en internet parecía impresionante esconde serias deficiencias -la funda de plástico nada transpirable del colchón, el ruido de puertas de las habitaciones vecinas, la larga cola a la hora del desayuno en la máquina de café-, deficiencias comparables a los bulos desinformativos que solo un experto verificador de datos -un 'factchecker'- puede detectar.
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Viaje Asombro. Si ya era extraño que Biden tuviera la valentía -¿u osadía?- de presentarse a la reelección, más lo era que Trump, en una vuelta de tuerca, aumentara su popularidad y mejorara la intención de voto del ciudadano norteamericano ayudado por la incapacidad física y cognitiva del candidato demócrata y por el magnicidio frustrado que se saldó con una superficial y oportuna herida. Es paradójico; estamos hablando de un procesado por causas diversas, un forajido al fin que, no obstante, al no ser juzgado antes del 5 de noviembre, fecha de las elecciones, ninguna condena le inhabilitará para ser elegido presidente.
Y ahora, ¿qué? A simple vista la campaña electoral acaba de entrar en territorio ignoto. Nadie se atreve a hacer quinielas a pesar de que Don Honesto -como Trump se ha denominado a sí mismo- base gran parte de su putrefacto discurso en las acusaciones a la muy posible candidata al podio, Kamala Harris, por ser mujer, negra y promiscua. Como suena. Trump ha hecho resucitar el viejo rumor que la acusaba de comenzar su carrera política, allá por los 90, gracias únicamente a sus relaciones sexuales con Willie Brown, alcalde de San Francisco, a la sazón, como se acusó a numerosas actrices emergentes de dormir en muchas camas para llegar arriba antes de que Harvey Weinstein fuera desenmascarado por el MeToo. «Kamalasutra» es uno de los varios motes que ha recibido Harris, la política, según un ránking, más insultada en redes.
Viaje a Ninguna Parte. Lo mismo que un viajero devorando carreteras comarcales con la ilusión de encontrar ese lugar incomparable, que seguramente no hallará, el votante en general y el estadounidense que ahora nos ocupa, en particular, se encuentra despistado, confundido. Tal vez de ahí proceda ese giro universal a la derecha, que es reflejo de una sociedad profundamente desencantada. ¿Resultado?: Abstención. Por ello, a menos de cuatro meses para las elecciones, ambos partidos han enfocado sus esfuerzos en captar el voto de los decepcionados. ¿Cómo? El Partido Demócrata, invirtiendo dinero y esfuerzo en campañas bilingües para atraer el voto del indeciso, en gran medida latino que se siente abandonado, traicionado por el partido al que hace cuatro años votó. O relajando el apoyo a Israel en la guerra con Palestina. La juventud apoya a Palestina y las protestas de los estudiantes se han convertido en un problema al alza. O con promesas de medidas drásticas para frenar el racismo sistémico contra afroamericanos, pues latinos, jóvenes y afroamericanos forman la coalición que dio en su día la victoria a Biden.
Trump, por su parte, llena su red social particular de mensajes e incluso contrata espacios millonarios en varias cadenas de televisión. 'Dios hizo a Trump', proclama un spot publicitario que recuerda el engrandecimiento de Hitler en la propaganda nazi. Política del espectáculo.
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Viaje popular. Cuando se ocupa un escalón cercano a la base de la pirámide social, uno sabe dónde va a pasar, en el mejor de los casos, las vacaciones: playas atestadas, barbacoas pestilentes, chiringuitos con 130 decibelios de reguetón, 30 grados a la sombra, mosquitos, carabelas portuguesas, atascos, pero aun así, el individuo se embarca en unos veraneos rutinarios que le van a deparar pocas sorpresas. Desengañado, el votante que ya nada espera es un ciudadano con una clara falta de fe. El descrédito hacia los gobernantes es endémico. El mensaje político no cala. El reformismo social y económico es una utopía, la democracia ya no es un instrumento de cambio. Al político se le ha agotado el 'pathos' y al ciudadano, lamentablemente, la suspensión de la incredulidad.
Viaje revelador. Pero a veces surge un plan inesperado. Una semana con los refugiados saharauis de Tinduf. Una casita aislada en la España vaciada. O la Ruta de Carlos V a pie, desde Tornavacas hasta Jarandilla de la Vera. Una mirada en derredor, todo belleza, silencio, y exclamas: ¡guau! Solo que esto nada tiene que ver con los políticos.
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