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Los gemelos de las reformas de la tele no paran de construir fabulosas cocinas 'open concept' para parejas, familias y 'singles' de ese antiguo país ... aliado llamado Estados Unidos. Así mi mujer podrá vigilar a los niños mientras cocina, suelen comentar con una amplia sonrisa y ningún sonrojo. Me pregunto qué habrá sido del polémico decreto de vivienda que nos revolucionó en 2019. «El Gobierno vasco obliga a agrandar las cocinas para acabar con el machismo». «El Gobierno vasco se mete hasta la cocina para promover la igualdad».
Un amigo proyectista me cuenta que en el decreto solo se especifica un número mínimo de metros cuadrados para las cocinas. La filosofía o política que haya detrás no se refleja en los documentos técnicos. Eso queda para los titulares de prensa. Se ridiculizó hasta el extremo la medida y lo cierto es que no se comunicó nada bien. ¿Es naíf pensar que una cuestión arquitectónica puede modificar conductas sociales o producir cambios de rol? A primera vista parece una tontería XL y, sin embargo, para quienes conocen el poder transformador de la arquitectura y el urbanismo, no lo es en absoluto.
A estas alturas, todo el mundo conoce ya la reivindicación que hacía Virginia Woolf de una habitación propia para las mujeres como símbolo de independencia económica y social. Pues bien, ya adelanto que la Woolf no se refería a la cocina. Han pasado casi cien años desde que lo escribió y ahora vamos también a por una ciudad propia. Es decir, ciudades pensadas para una diversidad de vidas y circunstancias, que no se hayan planificado tomando en exclusiva como unidad de medida a un hombre y sus necesidades.
Pero, bueno, ¡¿es que también me vas a mezclar el heteropatriarcado con el hormigón?!, estará pensando alguno. Porque para muchas personas la planificación urbana, el diseño de un edificio, de una casa, de una cocina son asuntos neutros. Y de eso, nada. Viena es un caso paradigmático cuando se habla de ciudades con perspectiva feminista. Lleva décadas planificando sus calles, parques y viviendas bajo esa mirada. ¿Y cómo puede ser un parque más inclusivo? Es curioso porque observaron que alrededor de los nueve años las niñas desaparecían de estos espacios verdes urbanos. ¿Cómo consiguieron que volvieran? Trazando senderos, minicanchas y espacios que permitieran actividades diferentes al fútbol, porque de eso ya había bastante.
¿Y qué más se puede hacer? Lo más obvio son las medidas relacionadas con la seguridad: optimización del alumbrado, eliminación de espacios ocultos o pasos subterráneos. Pero en Viena fueron más allá y crearon barrios de viviendas sociales, rodeados de zonas ajardinadas idóneas para la crianza que incluían guarderías, una médica y un farmacéutico en las inmediaciones. Si las antiguas ciudades giraban en torno a la actividad productiva, las 'nuevas' aspiran a orbitar al servicio de lo reproductivo.
Y es que mujeres y hombres nos movemos por las ciudades de forma diferente. Está estudiado. Los hombres realizan desplazamientos más lineales de casa al trabajo y vuelta, con una escala, quizás, para ocio o deporte. Las mujeres transitan con desplazamientos multidireccionales para recoger a la prole del cole, las extraescolares, cuidar a mayores, recados, compras… Somos, además, más 'peatonas' y usuarias del transporte público. Por eso la gestión del dinero público nunca será solo una cuestión técnica.
Escucho a menudo: «que se dejen de política, lo que necesitamos son buenos gestores y gestoras». ¿No ven que invertir en transporte público es pensar en las mujeres? ¿Que ubicar servicios esenciales en las periferias dificulta la vida a las mujeres porque siguen disponiendo de vehículos propios en menor medida que los hombres? Nada es neutro y la gestión de la inversión pública, menos.
Las ciudades incluyen cada vez más la perspectiva feminista en su planificación y desarrollo porque se han dado cuenta de que beneficia a todas las personas. Pese a ello, me surge la misma duda que cuando se habla de poner guarderías en las empresas para que las mujeres puedan conciliar. Si construimos todo para facilitar que las mujeres sigan haciendo lo que hacían, pero de forma más cómoda, ¿no estamos perpetuando estereotipos?
Abandonemos un rato la cocina 'open concept' -qué paradójico que se construyan islas para evitar el aislamiento de quien cocina-, roguemos por el 'open minded' y salgamos a las calles como las 'flâneuses' de París. Esas sí que lo revolucionaron todo, paseando por la ciudad con espíritu literario y filosófico, en una época en que la sociedad lo castigaba, ya que solo paseaban las prostitutas.
En mi vagabundeo, descubro unos pinchos en la repisa exterior de una oficina bancaria para evitar que personas sin techo se pongan a pedir. ¿Veis cómo no hay nada neutro? A esto lo llaman arquitectura hostil, y existe.
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