![Manifestarse, una movilización de emociones](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/30/media/cortadas/opi-hidalgo-garcia-kdvC-U1601841101146geC-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Manifestarse es movilizar emociones. Hay algo placentero en marchar con personas desconocidas a las que nos une un objetivo. Caminar juntos, además, ayuda en esa sensación de cambio, de 'ponerse en marcha'. Las emociones de solidaridad o amor están muy presentes durante estas expresiones colectivas, ... en las que esa energía emocional se mueve entre sus integrantes, da vida a ese cuerpo grupal, lo propulsa y transforma. Por eso, en nuestra historia contemporánea las manifestaciones han sido uno de los modos de reivindicación colectiva por antonomasia. El 1º de Mayo es un buen ejemplo, y el Bilbao de 1890 un caso paradigmático.
Bilbao y los catorce kilómetros que le separan del Abra vivieron una industrialización acelerada, y voraz en el último cuarto del siglo XIX. Entonces, miles de personas venían a esta zona en busca de trabajo y acababan engrosando las filas de lo que se fue conociendo como proletariado, que poco a poco fue buscando su identidad política. Y en este momento muchos la encontraron en el Partido Socialista, que abría su sede bilbaína en 1886 y poco después en algunos municipios mineros.
Fue una manifestación la que logró propulsar el malestar y unir a esa masa proletaria de forma vaga e indeterminada en un cuerpo sólido. Fue como pasar del agua, líquida e informe, al hielo, sólido como una roca. Y, en ese paso, las emociones fueron fundamentales. Porque la Fiesta del Trabajo de 1890, que se convocaba y celebraba por primera vez a nivel mundial, tuvo en Bilbao un efecto empastador, casi demiúrgico. Celebrada el 4 de mayo, domingo, para darle un carácter festivo, fue cuando, por vez primera, marcharon juntos por las calles de la villa distintos gremios con análogas reivindicaciones, y cuando éstos por primera vez se unieron a los cientos de mineros que habían bajado de la zona de Triano-Somorrostro.
La manifestación recorrió las calles de La Laguna, San Francisco, Hernani, Puente de la Merced, Pelota y Santa María hasta el Gobierno Civil, donde hicieron entrega de sus reivindicaciones, para continuar por La Ribera, el puente del Arenal, la calle de la Estación, Gran Vía y Plaza Elíptica, donde se disolvió. La marcha activó sentimientos comunitarios como la pertenencia al grupo o la sensación de poder y fuerza que otorga el paraguas del grupo. Podemos imaginarnos las emociones sentidas leyendo las crónicas del momento, donde se describen aplausos y expresiones de exaltación, verbalizadas por los directores de la manifestación, entre los que se encontraban los fundadores del socialismo vizcaíno, Facundo Perezagua y Felipe Carretero. Ellos supieron dar voz a la frustración obrera, y no es raro que se dijera que el primero había «tronado contra la burguesía».
Además, se creó una agenda política, un 'otro' enemigo y la definición de quiénes eran los integrantes del 'nosotros'. Así, podía leerse en 'El Noticiero Bilbaíno' que los socialistas habían afirmado que «los acuerdos del Congreso internacional de París son su bandera, que la unión de los desheredados es precisa, que todos los proletarios son hermanos, que no reconocen fronteras, y que su enemigo, su único enemigo (…) es quien los explota». Elocuentes palabras que ponían bien a las claras cuál iba a ser la actuación socialista a partir de ese momento.
Y otra vez aparecen las emociones, la indignación por la situación presente, la esperanza por un futuro más favorable, la solidaridad con los compañeros sin los que ese proyecto naufragaría, y la energía emocional que a todos les recorría y les propulsaba. No es raro, con este éxito matutino, que por la tarde volviera a repetirse la escena, esta vez en la población minera de La Arboleda, donde las crónicas hablan de una manifestación y mitin con 4.000 personas, y donde se destacó la considerable presencia de mujeres, visibilizando a un colectivo marginado en este primer socialismo vasco.
Y lo cierto es que tuvieron éxito. Unos días más tarde estalló la primera gran huelga minera, que ha quedado en los anales como el acontecimiento fundacional del movimiento obrero vasco, y que puso las bases de actuación de este colectivo hasta la segunda década del siglo XX. Varias huelgas y años más tarde, las condiciones de los trabajadores vizcaínos habían mejorado considerablemente, el socialismo se había extendido a Gipuzkoa con relativo éxito -ahí está el caso eibarrés- y la representación institucional iba 'in crescendo' hasta la gran eclosión de 1931.
La historia del movimiento obrero vasco quedaba así jalonada por manifestaciones donde se expresaban las demandas, se sentía el calor del grupo y se compartían experiencias y emociones. Hoy el contexto ha cambiado y las reivindicaciones sociales son otras, pero no podemos olvidar esa historia que ha tenido una importancia capital en la configuración de la Euskadi moderna.
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