Directo Sigue la segunda etapa de la Itzulia entre Pamplona y Lodosa

En 'La conquista de la identidad', Alejandro Salafranca apunta la idea de que en México, a lo largo del siglo XIX, se forjó una imagen ... muy negativa de la conquista española, considerada la única culpable de la demolición de la nación mexicana, «en medio de una orgía de sangre y destrucción». Según este mito de origen, que aún hoy persiste y en los últimos años ha cobrado renovados bríos, la conquista representó lisa y llanamente la muerte de México a manos de España.

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Esta idea, formulada inicialmente para el caso mexicano, puede extenderse perfectamente a los restantes países latinoamericanos. Y si le añadimos otros ingredientes, como el genocidio y el saqueo de las economías indígenas, se entiende el sentido de las recientes protestas presidenciales. Entre ellas, las del mexicano Andrés Manuel López Obrador y, más recientemente, las del venezolano Nicolás Maduro. Pero si López Obrador se limitó a solicitar el perdón de la Corona española por las tropelías cometidas, el heredero de Chávez ha dado un paso más al exigir una reparación económica que, según él, es perfectamente cuantificable.

Con ese objetivo en mente, el 25 de enero creó una comisión para esclarecer la verdad histórica y pedir «justicia y reparación sobre el dominio colonial y sus consecuencias». Esa comisión de «alto nivel» está formada por relevantes políticos, historiadores, escritores, investigadores, antropólogos, filósofos y dirigentes de movimientos culturales, todos ellos, por supuesto, de firmes convicciones bolivarianas.

Resulta curioso que no exista la más mínima preocupación por dotarla de una cierta imagen de objetividad, algo imprescindible para estar a la altura de tamaño desafío: «hurgar la verdad del colonialismo europeo». Los nombres propuestos, y el sesgo que los acompaña, no permiten dudar, ni siquiera un segundo, del contenido del veredicto de tan selecto grupo: la rotunda condena de España por «sus crímenes, su genocidio (y por) el saqueo». Todo lo cual permitirá «exigir justicia y reparación a España, a Portugal y a toda Europa para América Latina».

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Llegados a este punto, hay dos ideas interesantes en la declaración de Maduro. Su condena no se limita a España, sino que se extiende a Portugal y a toda Europa, y el pedido de justicia y, sobre todo, de reparación económica va más allá de Venezuela y comprende al conjunto de América Latina. Como en los mejores años del chavismo, Maduro se considera el gran líder regional, aunque la llamada revolución bolivariana, hoy sumida en un descrédito bastante generalizado por su vulneración sistemática de los derechos humanos, ha perdido buena parte del aura que la rodeaba. Debido a su nefasta gestión económica, el país carece del dinero con el que otrora exportaba el bolivarianismo a todo el continente

Como bien ha señalado el historiador venezolano Elías Pino Iturrieta, «Maduro quiere emprender un juicio contra el colonialismo para culparlo de los males de la actualidad». Una vez más estamos frente a la clara manipulación del pasado, utilizándolo como arma política, aunque las circunstancias de hace 500 años poco o nada tengan que ver con las actuales. En la misma sintonía se mueve López Obrador, cuyas reclamaciones contra España tienen más que ver con las luchas políticas de su país, y su proyecto de consolidar su quimérica Cuarta Transformación (4T), que con la revisión del pasado.

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Coincidiendo tanto con la propuesta de Maduro como con la visita del rey Felipe VI a San Juan de Puerto Rico, para celebrar el V Centenario de su fundación, un grupo independentista prácticamente desconocido, las Fuerzas Libertarias de Borikén, derribó la estatua del fundador de la ciudad, Juan Ponce de León. Su mensaje es claro: «Ni reyes, ni gringos invasores». Por eso quieren acabar con las estatuas de Colón, Ponce de León y otros tiranos, aunque en esta lista no figure ningún gringo.

Si bien el Rey recordó en su discurso «todo lo que nos une» y también evocó el aporte civilizatorio de España (historia, lengua y cultura), así como las características peculiares del imperio español en los inicios del siglo XVI, a la vista del giro de los acontecimientos y del sentir de una parte creciente de la opinión pública latinoamericana esto resulta insuficiente. A partir de ahora es necesario, sin caer en las exigencias de reclamaciones demagógicas, populistas y ahistóricas, comenzar a reconocer el rostro poliédrico de la conquista, poniendo en la misma balanza sus relevantes puntos positivos pero también toda la violencia que la acompañó.

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A lo largo de la historia de la Humanidad, y desde que el 'homo sapiens' comenzó a expandirse sobre la faz de la Tierra, ninguna conquista territorial estuvo exenta de violencia. Pretender otra cosa es desconocer su naturaleza. Ahora bien, hablar de la violencia no significa hablar de genocidio. Tampoco comparar a Colón y a los conquistadores españoles (y europeos) con Hitler. Muy al contrario, esta deriva nos transporta a la banalidad, a la insustancialidad de las palabras y, por encima de cualquier otra consideración, descalifica claramente a quien la hace.

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