Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada, sentido Cantabria, por la avería de un camión

O todo o nada. Pedro Sánchez perdió las elecciones autonómicas y locales del 28-M y ha optado por el adelanto de las generales al 23 de julio. Se trata de una reacción típica en la personalidad narcisista que nuestro presidente encarna de manera paradigmática. ... Podría haber esperado. Podría haberlo consultado. Podría haberlo debatido dentro del PSOE. Pero no. Su rápida y temeraria reacción nos sitúa ante una personalidad que no admite réplica ni discusión cuando se trata de su interés personal. Actúa con soberbia al verse menoscabada su imagen. La radicalidad de su reacción denota una personalidad frágil y expuesta a las emociones por encima del principio de racionalidad. La prudencia y la razón política brillan por su ausencia en esta fuga hacia adelante.

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El golpe ha sido francamente duro y Sánchez lo ha acusado de manera personal y emocional. No es la primera vez que conoce la derrota, pero siempre ha sacado fuerzas de flaqueza convirtiendo el fracaso en oportunidad. Esta vez, sin embargo, trata de convertir el fracaso en virtud aun a riesgo de perecer en el intento.

Némesis fue quien confundió a Narciso condenándolo a la autodestrucción. Sánchez puede encontrar su némesis en la inmoderada creencia de saberse superior, pero son sobre todo su errática política y los rasgos de su autoritarismo los que han impulsado el antisanchismo visceral de una parte del electorado, que se ha revelado como su principal enemigo.

Su política de coaliciones, el ninguneo de las instituciones básicas del Estado, la 'okupación' de los aparatos de Estado, el abuso de la gobernanza por decreto, la falta de transparencia política, los bandazos en su política exterior y la conversión de la política de Estado en una guerra de trincheras son, cada uno de ellos, motivo de la creciente animadversión hacia el inquilino de La Moncloa, pero todos ellos juntos constituyen la némesis que ha quebrado el espíritu de los valores de nuestra Constitución y la gobernanza democrática basada en el consenso y el respeto al adversario.

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El espejo en el que se ha visto obligado a mirarse Sánchez es el que le ha mostrado el resultado del 28-M. Un espejo en el que el PSOE se asoma al precipicio y los famosos logros sociales del sanchismo se antojan burdas deformaciones de la realidad económica, social y política que los españoles padecen. El cuerno de la abundancia que Sánchez ha utilizado en su campaña electoral era solo el trampantojo para incautos que escondía el despilfarro que habría de agrandar la ya desmesurada deuda pública de España. Si comprar votos con dinero, favores o droga como en Melilla, Albudeite o en Mojácar es un delito electoral, ¿cómo habrá de calificarse el hecho de engatusar y comprar la voluntad de jóvenes y viejos mediante bonos, viajes o entradas de cine?

Nadie esperaba la visceral reacción del presidente Sánchez, que con su movimiento desdeña incluso el convertirse en presidente de turno de la UE durante el próximo semestre. Es cierto que el 28-M el PSOE ha destruido la baza de su primacía autonómica, así como el poder de sus principales bases municipales. También que en la izquierda de la izquierda todo se ha descalabrado hasta convertirse en nada, pero quien ha hecho de la resiliencia su emblema debería comportarse con más prudencia y maquiavélica 'virtú'. La soberbia es una mala consejera cuando de resistir en el poder se trata. La soberbia es un defecto peculiar de Narciso y es la antesala de las políticas autodestructivas.

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En su obcecada huida hacia adelante, Sánchez tal vez pretenda jugar con los tiempos y burlar, una vez más, a la fortuna, pero todo indica que la soberbia le ha conducido a sobrevalorar sus virtudes menospreciando la prudencia, hija de la razón política. La 'hybris' que afecta a nuestro presidente no es otra cosa que la desmesura del orgullo y la arrogancia. Es decir, la soberbia.

Entre las muchas enseñanzas que cabe extraer de las pasadas elecciones, llama la atención la mayoría absoluta lograda por Emiliano García-Page en su feudo de Castilla-La Mancha. Es el único que resiste al tsunami antisanchista que anuncia un cambio de ciclo político. No es casualidad el hecho de que sea precisamente García-Page el dirigente socialista que se ha opuesto más resueltamente a las políticas personalistas de Sánchez, que han resultado fallidas tanto en Cataluña como en Euskadi, donde las fuerzas iliberales se han visto reforzadas por la errática deriva del presidente con respecto a la política de cohesión nacional razonable y saludable.

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A la vista de los resultados es obvio que a Sánchez no le ha resultado democráticamente rentable ni políticamente eficaz, el haber aupado a Bildu y ERC a la «dirección del Estado». Si es caso, solo la soberbia le impedirá constatar el error de haber alentado la idea de España como nación de naciones. Y es que las naciones son, por definición, alérgicas a la igualdad. Razón última de la socialdemocracia de otrora.

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