El 90 cumpleaños de Mijaíl Gorbachov ha pasado sin pena ni gloria. La agencia Tass le dejó decir un par de cosas y recordó que había sido el favorito de los gobiernos occidentales. En la Rusia de Putin, sus ideas se sitúan en las antípodas ... de las oficiales y cabe suponer que el nacionalismo reinante hoy sirve para prolongar la amplia reacción condenatoria entre la población rusa que acompañó a su caída en 1991. Recuerdo un viaje a Moscú en la primavera de ese año, con un grupo de sociólogos, para explicar bajo un retrato de Lenin el problema de las nacionalidades en España. Cuando una vez en el metro, charlando entre nosotros, mencionamos involuntariamente su nombre, las reacciones del entorno de pasajeros fueron furiosas. Y otro tanto sucedió, mesuradamente, en conversaciones con colegas. Su crédito se había agotado, después de brillar por pocos años como última esperanza de supervivencia de un comunismo adecuado a los nuevos tiempos.
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En España, como en otros países europeos, las últimas manifestaciones del Partido Comunista se hicieron al grito de 'Sí, sí, Gorbachov, Gorbachov, Gorbachov'. Solo discrepaban los duros de la constelación comunista, con la RDA al frente. En la Cuba de Fidel se vendían aún discursos de su predecesor Chernenko, no de Gorby, y frente a la 'perestroika' se esgrimía «la rectificación». Anguita se puso una chapa donde se leía «rectificación». No se sabía de qué ni hacia dónde: marcaba su incapacidad para entender la historia.
Las consignas de la reforma interna de Gorbachov eran tan claras como pertinentes. El anquilosamiento del 'socialismo realmente existente' no ofrecía dudas y afectaba al conjunto de países socialistas. No era preciso ahondar en las características del sistema productivo y de la burocracia; ambos eran manifiestamente ineficaces y todas las cifras económicas lo demostraban. De ahí la 'perestroika', el cambio.
Y en ese sistema el núcleo consistía en la opacidad del poder, de manera que las acciones de ese poder eran por naturaleza incognoscibles; es más, intentar ese conocimiento llevaba a la represión del curioso. Lo explicó muy bien Radishev en su 'Viaje de San Petersburgo a Moscú', que casi le cuesta la cabeza ante Catalina la Grande. Alternativa: la transparencia del sistema, la 'glasnost'.
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La ingenuidad de Gorbachov consistió en pensar que esa reforma de la estructura interior en el poder comunista sería capaz de llevar a una modernización efectiva del régimen. Con el testamento de Lenin en la mano y con el ejemplo de la NEP podía pensar Gorbachov que la enorme carga derivada del estalinismo, la brutal represión y la rigidez del Estado soviético serían superadas mediante al regreso al auténtico comunismo de Lenin. Fue la ilusión de los reformadores del último cuarto de siglo. Para el eurocomunismo, lo expresó de forma espontánea un viejo fundador del PC de Euskadi, Sebastián Zapiráin: seguía el comunismo, pero con besugo y chuletas, mucho mejor. Carrillo también pensaba que su comunismo era el de siempre, pero en democracia.
Gorbachov creyó posible una apertura radical del partido, en su gestión de la sociedad, en la conciencia de los dirigentes, en la revisión del pasado (XX Congreso), sin darse cuenta de que ese partido que hábilmente llegó a dirigir era también un sistema de intereses consolidado, en el poder político y en los privilegios económicos de la 'nomenklatura', y que sus miembros eran conscientes de que la transparencia suponía el fin de tal situación. Como le sucedía a una amiga rusa, podían ser contrarios al sistema, pero perder el mundo de «amor y lujo» que les reservaba, dentro de lo que cabía, era demasiado. Por una u otra vía, Gorbachov fue entendido como el suicidio del sistema. Un maldito. De ahí la incorporación de los suyos al golpe de agosto de 1991, al lado de los nostálgicos presentes en puestos de poder. La crisis económica, los tremendos problemas de desabastecimiento de 1991, los 'gastronom' con estantes poblados solo de pepinos, hicieron el resto de cara a la gente.
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La grandeza de Gorbachov consistió en asumir los riesgos de la 'perestroika' de cara a las democracias populares, alentando los cambios predemocráticos y sobre todo impidiendo la represión que habrían deseado sus dirigentes, sobre todo en la RDA. Las matanzas o la seguridad de que podían producirse bloquearon los procesos de cambio en China y Cuba. Es lo que Putin y los suyos nunca le perdonarán: cayó la URSS y su imperio. Frente a ello soñó con la Casa Común Europea, en su discurso de 6 de julio de 1989 ante el Consejo de Europa, citando el principio de fraternidad europea, formulado por Victor Hugo. Asentado sobre un desarme general en el marco de la desnuclearización universal, donde dio primeros pasos que todavía resisten,
¿Vale la pena olvidar a Gorbachov, dando el visto a bueno a su antítesis, el Putin dispuesto a volver con China a la lógica de guerra fría contra la supuesta «agresión occidental», y a costa de que los gastos militares condenen a malvivir a los rusos, por supuesto no a la nueva 'nomenklatura' hipercorrupta?
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