Leer nos hace más listas
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Leer críticamente es leer con suspicacia, cuestionando tanto las certezas y principios del texto entre manos como los propios. Es dejarse llevar por la belleza, la ternura, la intrigaLeer no nos hace mejores personas, pero leer críticamente amplía nuestro conocimiento y nuestra imaginación y, por tanto, nuestra capacidad de empatía. Leer críticamente las palabras de un libro, un periódico, una revista, incluso de una hoja publicitaria, nos ayuda también a interpretar imágenes, discursos, ... gestos, hechos; es decir, nos ayuda a interpretar la realidad a través de sus representaciones. Accedemos a eso que llamamos 'realidad' a través de tamices que la destilan y la hacen comprensible o manejable, y que se crean a partir de nuestros contextos sociales, históricos y culturales. Estamos constantemente interpretando, leyendo el mundo que nos rodea, desde los gestos más sencillos, como puede ser un guiño cómplice, a los relatos más complejos como eso que nos cuentan del precio de la luz.
Se pueden preguntar qué significa 'leer críticamente', cómo se aprende a hacerlo, cómo sabemos si somos lectoras críticas. Pienso en esta forma de leer mientras me sumerjo en el impresionante volumen de la escritora Marta Sanz titulado 'Enciclopedia secreta: Lecturas en el espejo feminista', publicado recientemente por la Editorial Contraseña y con edición y prólogo de la filóloga María Ángeles Naval. En este prólogo, Naval señala que «aprender a leer consiste en tomar conciencia de que los valores trascendentes de la literatura están fuertemente ideologizados, son elitistas y androcéntricos, e incluyen creencias religiosas».
La escritora Marta Sanz, formada en el estudio de la literatura y crítica, descifra con diferentes herramientas la ideología que permea toda obra literaria y desmonta el mito del canon literario como representativo de valores universales. En el humanismo literario supuestamente universal han faltado muchas piezas, como el yo mujer, el yo pobre, el yo no occidental. El ojo crítico de Marta Sanz busca las cuestiones morales que se esconden «tras las formas literarias, los usos retóricos y las soluciones formales». Todo ello me hace reflexionar sobre cómo, qué y para qué leemos. Y si leer críticamente nos ayuda a interpretar mejor el precio de la luz.
Leer críticamente es leer con suspicacia, cuestionando tanto las certezas y principios del texto entre manos como los propios. Es dejarse llevar por la belleza, la ternura, la intriga; es suspender la incredulidad y entrar en ese pacto maravilloso con la narradora o el narrador y acompañar a los personajes en sus peripecias, tribulaciones, dolores, pasiones y alegrías. Es olvidarnos de la realidad por unas horas y vivir de lleno la realidad que nos ofrece la ficción. Todo ello es necesario para disfrutar una buena lectura pero no es suficiente si hablamos de lectura crítica.
Para que esta ocurra necesitamos un pequeño toque de esquizofrenia. Por ejemplo: podemos disfrutar la belleza de una frase o de una descripción, pero si esa belleza nos está narrando un hecho deleznable, si detrás de esa belleza se esconde el horror o, peor todavía, si el narrador está intentando cubrir con su bello lenguaje una actitud perversa, entonces yo, si estoy leyendo con el radar crítico encendido, tengo que parar y preguntarme qué está pasando ahí.
Un ejemplo dentro del ejemplo: el lenguaje de Vladímir Nabokov en 'Lolita' es pura belleza cuando a través del protagonista, Humbert Humbert, narra su fascinación por la niña de la que está abusando. Yo, como lectora crítica, me planto, analizo y me doy cuenta del mecanismo de confrontación de Nabokov: me está hablando de cómo detrás de las palabras y la expresión más bella se puede esconder el horror y que incluso el lenguaje más precioso puede servir para exponerlo a riesgo de ocultarlo. Leer críticamente es darse cuenta de la profunda provocación ética que sugiere Nabokov; leer 'Lolita' sin espíritu crítico sería tanto aceptar la violación sistemática de Lolita como un gesto de amor por parte del protagonista como pensar que Nabokov está defendiendo la pedofilia por el hecho de que su protagonista usa un lenguaje bello y conmovedor para justificarlo.
Leer críticamente nos hace más listas, la mirada se agudiza y entendemos mejor los discursos de la realidad cotidiana en la que estamos inmersas. Otro ejemplo: mi madre ha comenzado a participar en clubes de lectura a una edad avanzada, sin formación literaria previa. La última novela que ha leído es 'Las manos de mi madre' de Karmele Jaio, en la que trata el tema de los cuidados y la culpa que sienten las mujeres cuando no cumplen con el mandato patriarcal de ejercerlos. Si mi madre se ha dado cuenta del tema de fondo de la novela es, primero, por experiencia propia y, segundo, porque en los últimos años ha desarrollado las estrategias de lectura que le permiten analizar sus propias experiencias y leer, ver y escuchar bajo nueva luz.
Marta Sanz señala en uno de los artículos de la colección mencionada que «la lectura importa como acto fundamental para la construcción de la identidad, del sentido crítico y de la socialización del ser humano». Leemos para entretenernos, para vivir otras vidas y conocer otras realidades, para salir de la nuestra y de nuestros dolores. Este valor de entretenimiento de la lectura no se contradice con su función nutritiva, con el aprendizaje tanto intelectual como emocional. A este argumento algunos oponen otro sobre una literatura (cine o música o cualquier otro arte) sin ideología, amena y amable. Pero ese es un argumento falaz.
Toda representación tiene un sesgo ideológico. Incluso las que podemos considerar más banales, las que pensamos que no dejan ninguna huella. Pongamos un ejemplo de una de las comedias románticas más taquilleras de la historia, 'Pretty Woman'. Algunos dirán que es una película inane, sin ideología ni mensaje o una bonita historia de amor, cuando en realidad es una película que perpetúa el mito del amor romántico en el que una mujer (perdida, sin rumbo, en el lodo) es rescatada por un príncipe azul (rico y putero) que, cual Pigmalión, transforma a la mujer y la convierte en la perfecta imagen de lo que él desea. Todas las comedias románticas supuestamente inanes repiten la misma fórmula que educa a las mujeres a considerar que solo tienen un espacio donde ser feliz: el del amor, la familia, la maternidad y la heterosexualidad compulsiva.
Una lectora crítica identifica dónde están los discursos dominantes que perpetúan el 'statu quo', sabe qué narrativas camuflan el horror, cuáles lo desvelan y cuestionan. Tendrá más herramientas para vivir en un mundo que, a pesar de ser cada vez más complejo, se nos presenta en formas de relatos simplistas, maniqueos e infantilizados. Como si, realmente, no supiéramos leer.
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