Es evidente que Pedro Sánchez no ha leído los 'Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio', de Maquiavelo, pues de lo contrario habría seguido otra política en la crisis de Gaza. En el capítulo XV del tomo segundo, el astuto florentino advierte del grave ... error de tomar decisiones a medias y no llevar una política hasta el final. Y en el capítulo XXVI del mismo volumen se advierte de la peligrosidad de pronunciar palabras que el adversario tome por ofensa o amenaza, porque refuerzan la voluntad hostil de quien las recibe, sin causarle daño alguno que le estorbe para buscar venganza.
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Vaya por delante que esta no es una historia maniquea de buenos muy buenos y malos muy malos. Hamás es un grupo puramente terrorista inspirado por una visión apocalíptica de la religión, al que trae sin cuidado el bienestar de la población civil que tiene la desgracia de estar bajo su dominio. También ha demostrado una incompetencia y una insensatez realmente descabelladas en el terreno militar y político.
Por su parte los israelíes, después de aplastar a los atacantes, como tenían derecho a hacer, han aprovechado esta ocasión tan bella para arrasar por completo la totalidad de Gaza, de norte a sur y de este a oeste, barriendo indiscriminadamente a los dos millones de habitantes de la Franja, sin hacer distinciones entre combatientes y civiles, entre partidarios de Hamás y el resto de la población, entre los hombres en edad militar y las mujeres, niños, ancianos…
Es un fenómeno que Maquiavelo analiza en el capítulo VIII de la obra citada: un caudillo no despuebla sus conquistas porque le basta con el sometimiento de los vencidos, pero es mucho más violenta «(…) la invasión de un pueblo entero que con todas las familias abandona una comarca, impulsado por el hambre o las agresiones, y va en busca de nuevas tierras (…) para distribuírselas y poseerlas, matando o expulsando a sus habitantes. Esta guerra es crudelísima y espantosa (…) invaden violentamente el país ajeno, matan a sus habitantes, se apoderan de sus bienes, forman un nuevo reino y cambian el nombre de la comarca, como hizo Moisés».
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También es necesario usar el lenguaje con precisión. Netanyahu no pretende cometer un genocidio en Gaza; no alberga la intención de exterminar a los dos millones de gazatíes. Pretende expulsarlos para siempre de sus casas, de sus tierras, de su país, para poder repoblarlo todo con colonos judíos. Al fin y al cabo, ese fue siempre el plan desde la fundación misma del movimiento sionista a finales del siglo XIX: una limpieza étnica total. Hay crímenes que no pueden ocultarse gritando histéricamente «¡antisemitismo!».
Frente a la barbarie, una oposición firme parece no solo lo más ético, sino lo más racional, porque de este tipo de usurpaciones han de sobrevenir forzosamente innumerables males y ningún beneficio para nadie; ni siquiera para los conquistadores victoriosos, condenados a vivir para siempre prisioneros en su propia conquista, rodeados de multitudes de enemigos sedientos de revancha. Sin embargo, aunque una decisión sea a la vez ética y racional, puede resultar grotescamente equivocada cuando no existen ni los medios ni la voluntad de llevarla hasta el final, y es lo que le sucede a Pedro Sánchez con su reconocimiento de Palestina como Estado.
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En otros temas, Sánchez se ha mostrado mucho más coherente y resolutivo, como cuando decidió respaldar a Ucrania contra la invasión rusa y después lo respaldó con actos concretos: dinero, armas, pertrechos, ayuda sanitaria, entrenamiento a soldados ucranianos en territorio español... Nada de eso puede suceder en el caso palestino. El principal y más decisivo obstáculo es que no hay ningún Zelenski palestino al que Pedro Sánchez pueda recibir en La Moncloa. Los líderes de Hamás son psicópatas y el presidente palestino, Mahmud Abás, es un cero a la izquierda, desvanecida hace ya tiempo toda su legitimidad. El otro obstáculo es el entreguismo completo de los estadounidenses a Israel, tema que requeriría no un artículo, sino un libro entero.
Por su parte, algunos dignatarios israelíes también están hiperventilando con declaraciones de estilo putinesco, como «dañaremos a quien nos dañe», «Estado terrorista palestino», «los días de la Inquisición han terminado»... Aunque, en realidad, las decisiones del Gobierno español no han causado ni van a causar daño alguno a Israel. Esa es la crítica fundamental a la política de Pedro Sánchez: es un postureo inoperante. La idea de que España, Irlanda y Noruega puedan desencadenar por sus solas fuerzas un efecto dominó en las restantes potencias es completamente ilusoria. El aplastamiento de Rafah continúa. Jamás habrá un Estado palestino.
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