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Mali está muy lejos, ¡pero no lo suficiente! Las consecuencias del conflicto que padece alcanzan nuestro territorio a través de una creciente emigración. En algunas zonas de Mauritania los refugiados malienses ya superan en número a los lugareños, que tampoco son muy numerosos porque se ... trata de zonas poco pobladas por el clima hostil y la escasez de agua. Como los refugiados no pueden quedarse sin entrar en conflicto con los lugareños, ni volver a sus casas mientras prosiga la lucha, siguen su éxodo hacia el mar o hacia Marruecos, y a partir de ahí llegan a nuestras costas.
Mali fue colonia francesa durante ochenta años, hasta la independencia en 1960. Sin embargo, los franceses mantuvieron entre bambalinas una considerable influencia en todas sus antiguas colonias del Sahel. Es lo que se ha llamado neocolonialismo: los franceses apoyaban a los déspotas locales y, a cambio, los dictadores apoyaban a Francia en su política exterior y otorgaban privilegios a las empresas francesas, especialmente en la explotación de los recursos naturales: oro, litio, uranio...
Algunos de los dictadores malienses alardearon de ser de izquierdas y de 'socializar' la economía -es decir, confiscarla en beneficio del Gobierno-, pero fueron tan despóticos y represivos como el resto. Incluso tras las revueltas democráticas de 1991, fue otro golpe de estado militar lo que decantó la balanza hacia un Gobierno democrático. El líder golpista, Amadou Toumani Touré, dejó que los civiles gobernasen durante diez años y luego, tras jubilarse de las Fuerzas Armadas, se presentó a las elecciones en 2002 y se mantuvo en el poder hasta que sus antiguos compañeros lo derrocaron con -otro más- golpe militar en 2012.
No hay que exagerar en el cinismo. La democracia vigente entre 1991 y 2012 fue bastante real. El presidente civil Konare no era ningún títere. Su sucesor, el exgeneral Touré, ganó las elecciones limpiamente y no gobernó de forma represiva o despótica, pero vemos que en todo momento el país sigue bajo la sombra de los militares y de la embajada francesa. Es la intervención militar francesa en 2013 la que da jaque mate al avance imparable de los rebeldes tuareg y sostiene el nuevo Gobierno democrático del presidente Keita. Pero aquí es precisamente donde el esquema tradicional se quiebra.
Los franceses no quieren que los tuaregs creen un estado independiente en el norte de Mali o que los yihaidistas conquisten la totalidad del país. Para impedirlo, apostaron por un Gobierno civil elegido por la población. No es que en el palacio del Elíseo se hubieran vuelto 'progres' de repente. Sencillamente, se vieron obligados a admitir que los esquemas neocoloniales se habían vuelto disfuncionales e inoperantes. Los militares malienses habían demostrado su incompetencia, pues eran incapaces de vencer a los tuaregs o a los yihaidistas sin ayuda directa de tropas francesas. Apoyarlos para que siguiesen al mando era apostar al caballo perdedor.
Pero los militares, al verse postergados, se negaron a hacer autocrítica de sus propios defectos y se revolvieron contra sus antiguos patrocinadores en nombre de una supuesta independencia nacional. Tras siete años de Gobierno democrático, en agosto de 2020 los militares derribaron al presidente Keita, acusándole de corrupción y de tolerar la presencia de tropas francesas y de otros países, incluida España. Un nuevo golpe en mayo de 2021 zanjó las disputas internas entre los uniformados, elevando al poder a los más radicales e intransigentes. Los nuevos usurpadores se acercaron a la Rusia de Putin, tan despótica como ellos. Exigieron la marcha de las tropas extranjeras y las reemplazaron por mercenarios del grupo Wagner.
Era evidente que este embrollo no podía tener final feliz. Una cosa es repartir banderitas rusas entre los manifestantes y explotar los sentimientos antifranceses acumulados tras medio siglo de neocolonialismo. Otra muy diferente es administrar el país y derrotar a los rebeldes. Y dada la inoperancia militar de los uniformados malienses, estaba claro que los mercenarios Wagner, con su reducido número, no iban a poder contener a los rebeldes ellos solos. La fallida invasión rusa de Ucrania sentenció que Putin nunca iba a poder enviar refuerzos sustanciales, y encima los ucranianos empezaron a dar apoyo a los yihaidistas para fastidiar a Rusia y provocarles bajas. Es llamativo que en Occidente nadie haya llamado la atención a los ucranianos sobre este asunto.
Sospecho que Francia apuesta por esperar al colapso militar del régimen maliense. Entonces la población exigiría un Gobierno democrático y aceptaría el retorno de las tropas francesas; pero, entre tanto, los inmigrantes siguen llegando en oleadas a nuestras costas. ¿Cómo evitarlo? No hay una respuesta fácil.
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