El 6 de octubre de 2023 lo más probable es que Netanyahu no tuviese en absoluto plan alguno respecto a Gaza, más allá de un vago designio de anexionársela en algún momento indeterminado del futuro. Y sobre el sur de Líbano, lo mismo, pero más ... vago e inconcreto todavía, después de que Cisjordania y Gaza hubiesen caído.
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Pero, entonces, los psicópatas que dirigían Hamás no tuvieron mejor ocurrencia que mostrar la magnitud de su locura volcando toda su fuerza y todos sus recursos, acumulados con paciencia durante años, en una salvaje orgía de asesinatos. Era evidente que Hamás debía ser aplastada, y que eso implicaba una ofensiva continuada de gran magnitud, durante la cual, de manera inevitable, la población civil de Gaza, sus edificios e infraestructuras iban a sufrir grandes daños.
Llegados a este punto, ¿por qué no pasarse de frenada, aprovechando para arrasar Gaza por completo, y erradicar a toda su población? Y si alguien pone objeciones, se le acusa de amigo de los terroristas.
Trece meses después, el plan no se ha culminado con éxito porque los egipcios, olfateando el peligro, han cerrado herméticamente su frontera, de manera que por mucho que los israelíes bombardeen a diestro y siniestro, la limpieza étnica de Gaza no puede completarse. Eso deja a Netanyahu ante dos alternativas insatisfactorias: una, resignarse a tolerar, por ahora, una Gaza residual en el tercio o el cuarto sur de la Franja, en torno a la localidad fronteriza de Rafah, anexionándose el resto para repoblarlo con colonos judíos; la otra alternativa es atacar a las tropas egipcias que custodian la frontera, para que los gazatíes puedan ser forzados a huir al Sinaí. Pero eso conlleva obvios riesgos de ruptura o incluso guerra no solo con Egipto, sino con todos los países árabes.
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Mientras tanto, y como el apetito se abre comiendo, le toca al sur de Líbano, donde el ejército israelí ya ha comenzado a demoler municipios completos. El mecanismo acción-reacción es el mismo: Israel es atacado y contraataca a fondo, sin restricciones. La insensatez y la maldad de Hamás se salen de las tablas, pero las acciones de Hezbolá y de sus patrocinadores iraníes por lo menos atendían a una cierta lógica geopolítica: ante el holocausto de Gaza, alguien tenía que hacer algo, lo que fuese, sin que sirviese de excusa la inacción de los demás. Pero en ambos casos el error es el mismo: empezar una pelea que no puedes ganar, contra un adversario que está dispuesto a librar guerras de aniquilación, ante las que de nada sirven las tácticas de insurgencia, terrorismo o guerrilla.
Pero Gaza y el sur de Líbano no son más que minucias, aperitivos. El plato fuerte es Cisjordania, por su tamaño y por su posición geopolítica central, incrustada en el núcleo del territorio israelí. En enero de 2020, Netanyahu ya estaba planeando anexionarse totalmente el tercio oriental de Cisjordania, una zona tradicionalmente muy poco poblada, que ya había sido vaciada casi por completo de sus molestos autóctonos palestinos. Pero ese mismo año, Israel firmó dos de los llamados Acuerdos de Abraham con Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, y a cambio prometió postergar la proyectada anexión; postergarla, pero sin renunciar a ella.
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Ahora, cuatro años después, como el apetito se abre comiendo, el ministro de Economía, Bezalel Smotrich, que es el pasado de rosca del actual Gabinete israelí, habla abiertamente de anexionarse por completo no solo el tercio ya limpiado étnicamente de Cisjordania, repleto de asentamientos, y el otro tercio de tierras casi despobladas que ya hemos mencionado, sino quemar etapas anexionándose también el tercio final, donde se aglomeran tres millones de palestinos. Y Netanyahu lo respalda, confiando en que Trump acepte de muy buen grado este plan. Sus esperanzas al respecto crecen cuando el presidente electo de EE UU anuncia que va a nombrar nuevo embajador norteamericano en Israel a Mike Huckabee, acérrimo proisraelí.
Todo indica que los israelíes van a salirse con la suya, y que a medio plazo no deben sentir temor alguno por las consecuencias, pues el apoyo casi de enamorado que les ofrece Trump les garantiza inmunidad completa. Hace siglos funcionaba así, y funcionaba muy bien. Erradicabas o desplazabas naciones enteras por la espada, y no había consecuencias. Pero, en nuestra era globalizada e interconectada, es una locura creer que todo es gratis, o que no va a haber consecuencias, o que vas a estar a salvo de ellas. ¿Acuerdos de Abraham? ¡Espejismos!
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Y cuidado con Arabia Saudí. Pese a las numerosas desinformaciones al respecto, el príncipe heredero Bin Salmán parece mucho más dispuesto a reconciliarse con su archienemigo Irán que a reconocer a Israel.
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