La tensión sube en Oriente Próximo a medida que Israel intercambia ataques y contraataques con los hutíes y con Hezbolá. Ambos grupos, a diferencia de Hamás, están apadrinados por Irán y eso se evidencia en sus tácticas y su equipamiento. El norte de Yemen es ... un territorio muy replegado sobre sí mismo, muy atrasado desde el punto de vista técnico. El hutismo engloba precisamente a los más chapados a la antigua. Los ataques hutíes a Israel con drones a muy larga distancia, sus asaltos al tráfico naval, han sido posibles solo por el respaldo técnico iraní.
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Pero ni los hutíes ni Hezbolá son meros peones de los ayatolás, pues juegan sus propios juegos de tronos geopolíticos a nivel local. El objetivo de Hezbolá es mantenerse como la facción dominante en el fraccionado panorama político libanés. Sobre el papel, Líbano es una democracia, pero en la práctica la fragmentación confesional favorece el caciquismo rampante, sujeto siempre al veto de Hezbolá, cuyo poder militar supera al de las fuerzas armadas gubernamentales o las milicias de otros grupos.
Sin embargo, la posición de Hezbolá es mucho más frágil de lo que parece. Por un lado, los chiíes libaneses eran una comunidad agrícola pobre y marginada en aquella sociedad. No les desagrada haber ascendido hasta la posición de grupo dominante, amos del país. Por otro lado, los líderes de Hezbolá son básicamente señores de la guerra que se han impuesto por la fuerza y el terror, arrollando a otros grupos chiíes como Amal. La población no fue consultada, y el sistema vigente es patriarcal/militar, jerárquico y autoritario. Por lo tanto, los chiíes de a pie no son un grupo dominante, ni amos del país ni amos de nada. Siguen sin ser dueños de su destino, aunque en algunos aspectos su situación ha mejorado.
Al mismo tiempo, el dominio de Hezbolá provoca resentimiento entre los restantes libaneses, tanto entre el pueblo como entre las élites. Por el momento, los sometidos no tiene manera de articular su descontento, pero los jóvenes y los más laicos de todas las facciones desean una democracia operativa, no un simulacro castrado por la prepotencia de unos barbudos armados hasta los dientes. El respaldo iraní a Hezbolá podría acabar provocando un nuevo nacionalismo panlibanés, por encima de las barreras confesionales.
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Por el momento, el tinglado aguanta porque Israel sirve como espantajo, que es eficaz porque es muy real. Sin embargo, Hezbolá no teme a Israel. Para empezar, si dejamos aparte cierto sensacionalismo de 'clickbait', ahora mismo Israel está ocupado a manos llenas con el aplastamiento de Gaza y los intentos de forzar el éxodo masivo de todos sus habitantes; bueno, de todos, todos, no; solo de los que sobrevivan a los ataques de arrasamiento. El problema que eterniza el conflicto es logístico: aunque la voluntad de los gazatíes se quiebre y busquen cómo escapar para salvar sus vidas, mirando un mapa se ve enseguida que lo tienen muy difícil, sobre todo, contando con la mala voluntad y el obstruccionismo de Egipto y de los restantes países árabes.
Mientras no finalice la limpieza étnica de Gaza, Israel nunca va a decidir una invasión a gran escala del sur de Líbano. Como mucho puede lanzar represalias limitadas. Hezbolá lo sabe, y lo aprovecha para sacar pecho. Por otra parte, Hezbolá cree que, incluso cuando Gaza haya sido extinguida, podría afrontar cualquier situación porque ya derrotó de forma contundente una invasión israelí a gran escala en el verano de 2006 y sin duda se cree capaz de repetir la hazaña, más fuerte, mejor entrenado y pertrechado que hace 18 años.
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Pero Hezbolá sobreestima sus posibilidades. ¿Los israelíes no habrán aprendido de sus errores de 2006? ¿Las demás facciones libanesas no estarían dispuestas a negociar en secreto con el enemigo exterior, Israel, para librarse del enemigo interior y más inmediato que es Hezbolá? Y la peor hipótesis de todas: si Israel borra Gaza de la faz de la Tierra y no hay consecuencias inmediatas, ¿por qué no hacer lo mismo con el sur de Líbano? Las tácticas que Hezbolá empleó con éxito en 2006 de poco servirían frente a un adversario que pretende apoderarse del territorio, erradicando sobre la marcha a la población local para implantar sus propios colonos.
Los mismos exaltados que rugen que toda Gaza y Cisjordiana les pertenecen, y que los palestinos tendrán que morir o marcharse, rugen también que el Eretz Yisra'el -el Gran Israel- ha de abarcar otras tierras, incluyendo el sur de Líbano. Y esos exaltados sustentan el Gobierno de Netanyahu. Hezbolá no corre mucho riesgo a corto plazo, pero a medio plazo -un par de años como mucho- está arriesgando mucho más de lo que se imagina.
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