La situación interna de Israel parece terriblemente inestable vista desde fuera y las tensiones sobre el conflicto en la Franja de Gaza aparentan estar abriendo grietas en el Gobierno israelí, pero en realidad estas apariencias son engañosas, al menos en lo que a Gaza respecta, ... porque al final casi todos están de acuerdo en lo que se debe hacer. Desde la fundación misma del movimiento sionista, a finales del siglo XIX, el único objetivo ha sido conseguir todo el territorio posible en Palestina, con el mínimo de población palestina, para asentar en estas tierras a judíos venidos de todo el mundo y fundamentar un Estado exclusivamente judío.
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Como es lógico, a lo largo de más de un siglo y en un colectivo formado por millones de individuos, estas concepciones no han sido exclusivas ni monolíticas. Han existido en Israel movimientos que en ciertos momentos llegaron a ser influyentes y poderosos, que estaban dispuestos a cambiar paz por territorios. Sin embargo, estas fuerzas han sido siempre minoritarias. Incluso Isaac Rabin planeaba un Estado únicamente judío que abarcaría la totalidad del territorio. La única diferencia es que Rabin aceptaba que iba a subsistir un remanente de población árabe, que dispondría de una autonomía limitada en ciertas zonas separadas entre sí, un poco como reservas indias o bantustanes.
Las recientes noticias también pueden confundir al público occidental. Benjamin Netanyahu anuncia que disuelve su gabinete de guerra. Ahora bien, esto no significa que se haya disuelto el Gobierno porque el gabinete de guerra era un comité mucho más pequeño que servía para mantener una coordinación mínima entre el Ejecutivo y la oposición en todo lo referente a la guerra en Gaza. No era el Gobierno del país, sino un organismo político meramente consultivo que daba voz a la oposición en el desarrollo y gestión de la crisis.
Netanyahu disolvió el gabinete de guerra porque sus socios más radicales deseaban formar parte, contra la voluntad del propio Netanyahu y porque el líder opositor, Benny Gantz, lo había abandonado dando un gran portazo al salir. Gantz justificó su brusca decisión alegando que el primer ministro carecía de planes para cuando la lucha en Gaza hubiera terminado y Hamás hubiera sido aniquilada y extinguida en la Franja. En este aspecto, se aprecia cierta mendacidad en las acciones de Gantz porque sabe perfectamente cuál es el verdadero plan para el 'día después': la limpieza étnica de Gaza o de la mayor parte de la Franja. Pero, claro, Gantz sabe que Netanyahu no puede decirlo abiertamente. Sus hiperventilados socios ultranacionalistas si que lo expresan sin tapujos, pero el jefe del Ejecutivo, como gobernante, está forzado a guardar las formas y mantener la discreción.
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Por otra parte, el propio Gantz nunca se ha mostrado contrario a este plan maestro de limpieza étnica total, que lleva décadas en marcha. Solo difiere de Netanyahu en las formas, los ritmos y el grado de violencia que está dispuesto a usar para llevarlo a cabo. Porque una cosa es planear sobre el papel que conquistas territorios y expulsas a todos sus indígenas, y otra muy diferente estar allí a pie de obra viendo la sangre derramada de decenas de miles de inocentes. Algunos pueden endurecer su corazón diciéndose a sí mismos que los dos millones de gazatíes son todos miembros activos de Hamás, pero no todos pueden llevar tan lejos el autoengaño. Por eso algunos altos oficiales -no todos- han decidido, contra la voluntad expresa de Netanyahu, detener sus acciones bélicas durante varias horas al día, en atención a la población civil.
Es un esfuerzo inútil porque las bombas han seguido cayendo por obra de comandantes menos escrupulosos. Benny Gantz es favorito en los sondeos, pero si llegase al poder su estrategia básica iba a ser la misma, aunque se ejecutase de una manera menos brutal, más a cámara lenta. En cualquier caso, como su coalición de gobierno no ha entrado en crisis, Netanyahu no va a convocar elecciones, por mucho que se lo pidan los manifestantes, que le exigen pactar para salvar a los rehenes.
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Ningún líder israelí iba a desaprovechar la oportunidad que proporcionaron los psicópatas de Hamás, con su enloquecida matanza de civiles del 7 de octubre. Han pasado casi nueve meses de luchas continuas. Puede que concluir la limpieza étnica de toda Gaza requiera otros seis meses o incluso más, y renunciar a liberar con vida a muchos rehenes. Sin embargo, Netanyahu parece creer que merece la pena si eso significa acabar con Gaza para siempre; y, no nos engañemos, gran parte de la sociedad israelí le respalda.
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