El reto demográfico y el apoyo a nuestra juventud constituyen un desafío de primera magnitud para la sociedad vasca, conectan con una de las tres transiciones que afrontamos en esta primera mitad del siglo XXI, junto con la tecnológico-digital y la ecológico-medioambiental y ... exigen situar en el centro de las políticas públicas la formación y emancipación de las personas jóvenes.
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El diagnóstico del reciente Libro Blanco sobre el Empleo de Euskadi es claro: Euskadi es una de las regiones más envejecidas del mundo y sus causas son dos: baja natalidad (sobre todo) y alta longevidad. Ambas derivadas del desarrollo social, lo que es un éxito pero impone retos que no se deben eludir para mantener nuestros pilares del Estado de bienestar. Y las consecuencias de este envejecimiento son sobre todo tres: escasez de personas trabajadoras, cambio en la demanda de bienes y servicios al modificarse la composición de la población y una posible tensión intergeneracional.
Un reciente y fundamentado informe de Zedarriak detallaba los retos compartidos a los que debemos hacer frente como sociedad: el de la natalidad y la conciliación, el de la emancipación y la equidad intergeneracional, el de la participación de los jóvenes y su implicación en la sociedad, el de la vertebración de la sociedad civil, el de la incertidumbre laboral y de las personas jóvenes paradas de larga duración, el de la creación de nuevas empresas, el de una nueva relación entre las compañías y sus profesionales, el de acercar vocación profesional, cualificación y demanda laboral y el de la atracción, la acogida y contratación de talento .
La competencia por el talento es global. Elementos clave como el diseño del sistema de pensiones de jubilación, la regulación del mercado de alquiler y compra de vivienda o la estabilidad y nivel de retribución de los contratos a personas jóvenes constituyen piezas clave de un imprescindible pacto intergeneracional en las que debemos trabajar de forma activa, implicando a las personas jóvenes en su construcción.
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En todo este proceso el mundo de las empresas deviene clave, porque los jóvenes eligen en función de las expectativas que estas les ofrezcan: planes formativos, seguridad ante el futuro, un proyecto del que sentirse parte. Como indicó M. Porter, la competitividad de una sociedad (y de una empresa) deriva de dos intangibles claves: el capital humano y el social.
A su vez, la relación entre Universidad y empresa es estratégica; la Universidad no tiene que desviarse de lo que hace, de lo que debe hacer, no tiene que modificar sus planes para atender a corto plazo las necesidades de las empresas. Es así, pero tenemos que dotar a los estudiantes de las competencias y herramientas necesarias para un futuro que no sabemos cómo va a ser. Necesitamos formar a personas motivadas, con capacidad de reflexión y adaptación, despertar su pasión por aprender, conocer y hacer frente a nuevos retos.
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Como recoge el estudio 'Brecha entre jóvenes y mayores' de la Fundación La Caixa, los más jóvenes son uno de los colectivos más vulnerables. La falta de un sistema de protección y de medidas adecuadas para satisfacer sus necesidades conduce a un país en el que las generaciones más jóvenes tienen problemas crecientes de emancipación y sienten que han sido marginadas de la vida social, económica y política.
La edad de emancipación de las personas jóvenes se sigue retrasando, y este factor junto a otros implica un serio problema para la economía y los sistemas de protección social. Las dificultades para emanciparse constituyen un factor para que la tasa de fecundidad siga siendo baja y no se produzca el reemplazo poblacional que permita responder a las necesidades del mercado laboral y sostener los sistemas de solidaridad intergeneracional, base del Estado de bienestar.
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Euskadi precisa urgentemente acelerar el reemplazo generacional, ya que el coste social, económico y cultural de la 'no incorporación' de la juventud es enorme. Es preciso alcanzar un pacto social a favor de la juventud. Hay que tratar de asegurar a todas las personas jóvenes un apoyo personalizado en sus itinerarios de emancipación y proyectos de vida, incluyendo la movilidad juvenil y los procesos migratorios, e intentar hacer frente a la carestía de la vivienda en la comunidad, ya que la subida de los precios en el mercado libre, unido al hecho de que los salarios medios de la juventud se han mantenido relativamente estables en los últimos años, ha derivado en un aumento del coste de acceso a la vivienda en alquiler y en propiedad.
Vivimos momentos marcados por desafíos colectivos que difícilmente encontrarán respuestas desde el ámbito de lo individual. Es preciso, más que nunca, hacer realidad el reto de una visión transformadora y de un proyecto de sociedad cohesionada; no han de ser palabras huecas, debemos pasar de la retórica discursiva a la acción. Sin ese relato compartido, sin el esfuerzo común de agentes públicos y privados, no será posible acometer la ingente tarea que tenemos por delante.
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