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El ascenso al poder de líderes autoritarios como Trump invita a reflexionar sobre el modelo de sociedad que estamos gestando. Su modo de actuar es ... una amenaza existencial para la democracia, además del desprestigio por la enorme afección reputacional a todo un país y a una sociedad como la estadounidense, como consecuencia de la deriva irresponsable de un nefasto dirigente al frente de un supuestos imperio que en realidad se derrumba y pierde toda 'auctoritas' en el contexto geopolítico mundial.
Su concepción de la soberanía estatal entendida como un poder absoluto, innegociable, irreductible, y su perversa idea de libertad, entendida como la creación de un espacio de poder comercial (y de otra índole) sin normas, ni controles, ni injerencias políticas, su especie de concepción ultraneoliberal del darwinismo social persigue imponer la ley del más fuerte como si de un orden natural se tratase. Le sobran las normas multilaterales y se instala cómodo en el caos geopolítico mundial. Trump menosprecia las instituciones y las normas multilaterales, que considera obstáculos frente a su plan de expansión unilateral, egoísta y egocéntrico, a imagen y semejanza de su propio altivo y vanidoso carácter.
¿Y nuestra Europa? Es distinta y debería luchar con todas sus fuerzas para seguir siéndolo. Su futuro no pasa por acomodarse a las reglas de EE UU, sino por defender el multilateralismo. Con su precioso lema 'unidos en la diversidad' y frente al modelo estadounidense anclado en la insolidaridad y el capitalismo voraz, Europa debe representar, más que nunca, una construcción política, una visión de la vida que, pese a sus imperfecciones, merezca la pena defender. Vivimos en una época de transformación radical de nuestros marcos de referencia y los Estados ya no tienen capacidad para abordar unilateralmente todos los problemas ni pueden resolver el conjunto de las necesidades de los ciudadanos. La UE ha de representar, por ello, la respuesta de estabilidad política, prosperidad económica, solidaridad y seguridad a las convulsiones que genera el nuevo contexto geopolítico.
A pesar de los desencuentros puntuales y los momentos de estancamiento, la Unión viene configurándose como un proyecto de paz, libertad y justicia social, una defensora del multilateralismo inclusivo y del diálogo entre culturas en los escenarios políticos mundiales, como un espacio de bienestar y compromiso social que apuesta por la cooperación. Es prioritario que la UE asuma un mayor protagonismo como actor global en el escenario internacional, más allá de la acción de sus respectivos Estados miembros.
Y para todo ello, el futuro europeo debe basarse no tanto en criterios de poder económico o militar sino en la profundización de la cultura, la educación, la solidaridad, los valores democráticos y los principios que inspiraron la Declaración de Derechos Humanos. La historia demuestra que las instituciones o estructuras que han basado su poder en una relación exclusiva de superioridad o dominio terminan por fenecer tarde o temprano.
Europa se enfrenta a uno de los desafíos más ilusionantes de su historia: construir un nuevo modelo de convivencia política, de democracia que, más allá de la mera yuxtaposición de los sistemas políticos actuales, sea capaz de acoger y desarrollar una sociedad basada en la libertad, la igualdad, la equidad, la solidaridad, la justicia social, la diversidad y el desarrollo sostenible.
La UE debe apostar por el fortalecimiento del multilateralismo, con una actualización de sus valores fundacionales (dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho, y respeto a los derechos humanos), y hacer frente al cambio climático, la pobreza, el incremento de la desigualdad, las migraciones, las guerras, las crisis humanitarias y la revisión de las reglas del comercio internacional.
El verdadero reto pasa por lograr reconstituir políticamente Europa y despertar ilusión entre quienes compartimos este proyecto. Es necesario, más que nunca, hacer de Europa la causa fundamental, no retroceder ante el impulso de la vuelta a las soberanías estatales excluyentes que reclaman muchas fuerzas políticas que hoy concurren a las elecciones.
No basta con esgrimir el eslogan 'más Europa, hay que preguntarse qué Europa necesitamos y con qué gobernanza interna la construimos. Debemos ser capaces de acabar con la regla de unanimidad (que de facto es un veto) y permitir que quienes deseamos ir más lejos juntos lo podamos hacer. Se trata de no imponer esta mayor integración a los Estados que no lo deseen, y que estos no puedan impedir tal avance entre quienes sí opten por ello. La Europa a varias velocidades nunca ha tenido buena prensa, pero es la única manera de avanzar hacia una verdadera integración.
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