Mucho estamos leyendo estos días sobre la necesidad de que tropas de paz de una 'coalición de voluntarios' garanticen el acuerdo de paz que más ... pronto que tarde se firme entre Rusia y Ucrania y proporcionen garantías de seguridad a Kiev. Si no fuera así, se nos dice, Rusia volverá a las andadas en unos años. Sin negar la necesidad europea de dotarnos de recursos que nos posibiliten una autonomía estratégica, máxime en esta coyuntura, con un Gobierno tan hostil al otro lado del Atlántico, propongo que repartamos las cargas de la prueba, y cambiemos la perspectiva de las causas y antecedentes de un conflicto que es, por supuesto, una agresión ilegal de Rusia sobre Ucrania.
Si no nos dotamos de una arquitectura colectiva europea de seguridad inclusiva con Rusia y no excluyente de Moscú, efectivamente, Rusia podría volver a las andadas más pronto que tarde. Y podría ocurrir porque Rusia es, aunque nos empeñemos en negarlo, un país muy poderoso; el más grande del mundo, con recursos ingentes de todo tipo y también dotado de armamento nuclear. Y va a seguir siendo nuestro vecino. En algún momento, como es natural, Putin será sustituido; pero seguiremos necesitando un horizonte de estabilidad y convivencia con Rusia.
Pronto se cumplirán 50 años de la firma del Acta Final de Helsinki (1 de agosto de 1975) y la creación de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE); uno de los pocos foros de discusión y diálogo multilateral entre el Este y Occidente que existían entonces y desde luego, el más relevante marco de distensión entre los dos bloques enfrentados en la Guerra Fría. Tras la finalización del enfrentamiento bipolar, la CSCE se ve obligada a repensar su identidad organizacional y en la cumbre de París para una Nueva Europa, en noviembre de 1990, asumió un nuevo rumbo para residenciar en ella la responsabilidad en la gestión de los cambios históricos que se estaban produciendo. Se irá dotando de estructuras permanentes que desembocarán en 1994 en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa. La OSCE se convertirá así en un foro de diálogo político sobre la seguridad en Europa, centrada en cuestiones como el control de armamentos y la seguridad energética, democratización y buena gobernanza, minorías nacionales... desarrollando su actividad principalmente en Europa Oriental y el Cáucaso, con misiones en Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Montenegro, entre otros escenarios, así como en el espacio postsoviético, Moldavia… y Ucrania.
Desde 2014, la Organización para la Seguridad de Europa llevó a cabo una misión especial de monitorización en Ucrania, para intentar encauzar el conflicto. Publicaba regularmente información sobre las vulneraciones que se producían en el teatro ucraniano de los sucesivos Acuerdos de Minsk I y II, en una especie de 'diplomacia pública de la seguridad' que acabó fracasando con la invasión rusa ilegal de febrero de 2022. El mandato de la OSCE en Ucrania finalizó el 31 de marzo de ese año debido a las objeciones de Rusia. Hasta aquí la historia de lo que pudo ser y no fue.
La desconfianza perenne de Rusia respecto de Occidente (EE UU y la UE), focalizada en la OTAN como instrumento central de una arquitectura de seguridad transatlántica construida contra Moscú, creó expectativas acerca de la OSCE como foro de diálogo y acercamiento. Posteriormente, Rusia fue virando en su valoración acerca de esta organización como instrumento para la construcción de la «casa común europea» propuesta por Gorbachov e ignorada por Occidente. Aún y todo, en esos años, la OSCE fue capaz de crear foros de diálogo generadores de confianza entre posiciones enfrentadas. Hoy participan en ella 57 Estados de Europa, América del Norte y Asia; entre ellos, todos los de la UE, EE UU, Rusia y Ucrania.
Aunque arrumbada por los acontecimientos sobrevenidos, el Diálogo de Helsinki del que pronto se cumplirán cincuenta años y la OSCE que alumbró posteriormente se concibieron como un subsistema de seguridad multilateral europeo, para la prevención y gestión de conflictos mediante un diálogo multilateral generador de confianza. No despreciemos su experiencia histórica. Especialmente en un momento en que parece que asistiremos a un nuevo orden europeo post-OTAN, paradójicamente como consecuencia de la actitud desdeñosa y hostil de Washington.
En algún momento los europeos tendremos que reconstruir primero y normalizar después las relaciones con nuestros vecinos rusos. Y deberemos establecer una nueva arquitectura de seguridad en Europa que responda a nuestros intereses como europeos. Y no a unas estrategias dictadas desde el otro lado del Atlántico que, además, ahora se desvanecen. Las crisis pueden ser generadoras de oportunidades.
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