La autonomía estratégica fue señalada como una aspiración de la Política Común de Seguridad y Defensa y una ambición de la Estrategia Global de la ... UE de 2016. Desde entonces, este concepto irá ganando relevancia en la planificación estratégica de la Unión, si bien de forma un tanto imprecisa. Aunque luego se fue ampliando a otros ámbitos, el concepto inicialmente se refería a la capacidad de la UE para tomar sus propias decisiones en seguridad y defensa de manera autónoma y sin condicionamientos por parte de terceros; muchos en la UE no se sentían cómodos con un sesgo 'francés' que podría interpretarse como una fórmula para distanciarnos de EE UU. De forma ambigua y sin concreción ni definición expresa, la autonomía estratégica fue orientando la construcción de capacidades militares europeas. Todo ello de forma exasperadamente lenta. El desarrollo interno de la UE y los cambios en el sistema internacional animaban el debate académico y político sobre la autonomía estratégica.
La guerra en Ucrania, paradójicamente, dotó al concepto de una visión mucho más contenida pero también más pragmática y realista, se decía. Una amenaza como la rusa no podía afrontarse de forma autónoma, prescindiendo de Estados Unidos y de la OTAN. Los Estados más atlantistas elevaban el tono despreciando veleidades europeístas y enfatizando las garantías estadounidenses. Así, el discurso sobre la complementariedad ente la autonomía estratégica y la Alianza Atlántica gana terreno. No solo se trata de compatibilizar la autonomía estratégica de la UE con una relación transatlántica más fuerte, sino que esta es una precondición necesaria para alcanzar la primera.
Si en la Guerra Fría el temor a la URSS solidificó la relación transatlántica a través de la OTAN, el revisionismo de Putin en Ucrania ya desde 2014 llevó a un renacimiento de la OTAN, que se fortaleció en número de miembros, cohesión y capacidad disuasoria. Tras la invasión de Ucrania, los europeos 'vuelven' a la Alianza, que es la que puede garantizar operativamente su seguridad y defensa territorial. La OTAN adquiere un renovado protagonismo como el instrumento que asegura la defensa de Europa. Incluso, países que habían hecho de la neutralidad su seña de identidad durante el enfrentamiento bipolar, como Finlandia y Suecia, se incorporan a la organización militar.
Pero el factor Trump vuelve a ser ese incidente disruptivo que acelera la historia. Aunque habíamos teorizado sobre las consecuencias de una posible reducción de la implicación estadounidense en Europa, nadie esperaba un comportamiento tan descarnado. Tras ocho décadas de sólido vinculo transatlántico, este se agrieta inexorablemente. La garantía de defensa mutua del artículo 5 de la OTAN queda en entredicho y los europeos tienen razones para dudar del compromiso de EE UU con la organización transatlántica. Para la Administración estadounidense los europeos no somos sino unos gorrones desagradecidos que hemos escamoteado nuestra inversión en defensa; y además, somos prescindibles para sus prioridades de seguridad nacional y en su rivalidad con China. Para enfrentar a Pekín, es más importante seducir a Putin y debilitar la alianza Rusia-China.
Pero sin el compromiso de EE UU, la funcionalidad de la OTAN queda cuestionada. Algunos hablan ya del fin de la OTAN (por lo menos de la forma en que la hemos conocido hasta ahora) o del fin de Occidente dado que los supuestos fundamentales que habían sustentado la relación transatlántica desde la Segunda Guerra Mundial son cuestionados.
Y sin el paraguas estadounidense, la autonomía estratégica europea deviene en una necesidad improrrogable. Incluso los países que siempre habían defendido la prioridad transatlántica asumen el nuevo contexto. Friedrich Merz, el próximo canciller alemán, conocido atlantista, afirma tras su triunfo electoral la necesidad de una independencia europea. Con la invasión de Ucrania, Putin acabó con el orden de seguridad europeo de posguerra fría; ahora Trump finiquita el instrumento que lo sostenía. Sus prioridades son otras. Transitamos hacia un mundo nuevo, un incierto orden global superador del orden liberal basado en reglas. El revisionismo está en marcha. Los consensos de décadas se desvanecen.
Ahora sí. La autonomía estratégica no es una opción política a debatir, sino una obligación derivada del comportamiento del 'amigo americano'. El desdén de la Administración Trump fuerza a la UE a dar el salto adelante en materia de seguridad y defensa que venía posponiendo desde hacía una década.
José Luis de Castro es autor de 'La guerra en Ucrania como cambio de paradigma para la seguridad y la defensa en Europa', Lausanne, Peter Lang, 2025
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