Sumar lo moral y lo político

De aquí a las generales, la gran cuestión de la izquierda será averiguar si Yolanda Díaz y su equipo serán capaces de cicatrizar heridas y generar confianza

Jorge Urdánoz Ganuza

Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pública de Navarra

Jueves, 13 de abril 2023, 23:32

La política muestra a menudo una faz inusitadamente cruel. Pablo Iglesias sabía que Yolanda Díaz no quería liderar el espacio de Unidas Podemos, pero, a pesar de ello, le ofreció ese papel casi a la manera de trágala cuando, mientras dimitía de todos sus cargos ... en el Gobierno de España, la designó como sucesora plenipotenciaria. En palabras del propio Iglesias, «para que saliera bien, sabía que no podía decírselo a Yolanda. De hecho, si se lo hubiera comunicado no me habría dejado hacerlo». Quizás fue algo humanamente poco presentable, pero políticamente era lo más conveniente para el espacio ideológico a la izquierda del PSOE.

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A esa primera, y muy menor, muestra de trato disciplente le sigue ahora un movimiento que no pocos han tildado de cruel por parte de la propia Yolanda Díaz. Pablo Iglesias le confiere todo el poder y ella lo utiliza para pactar con formaciones como la de Errejón y otras, partidos que, si bien se encuentran ideológicamente cerca de Podemos, representan para los morados algo parecido a una traición sin nombre, un anatema, un tabú atávico. Además, Podemos pierde apoyo en las encuestas, y todo indica que su papel en Sumar menguará en consonancia. Así, lo que fue una invitación para que Yolanda reinara en el espacio bipolar de Unidas Podemos se ha transformado en coronación de la dama roja sobre una constelación de partidos en cuyo interior la fuerza de Podemos será mucho menor.

¿Por qué ese puñal en la espalda? De nuevo, por el bien del espacio. A veces lo que desde un punto de vista ético solo cabe adjetivar como cruel quizás sea, desde un punto de vista político, inevitable. Lúcidamente inevitable. Nada más sintomático de la precisión de este diagnóstico que las expresiones verbales mediante las que, desde Podemos, sangran por la herida: «Hay quien pretende humillar a Podemos, que, más allá de que se lo merezca o no, jamás se ha dejado humillar y no lo va a hacer ahora», «Podemos debe ser respetada», ha clamado Pablo Iglesias. Humillación, respeto: vocablos que pertenecen más al vocabulario de lo moral que al de lo político. Y al de lo moral entendido en clave psicológica e identitaria, ni siquiera ética o ideológica. Esto es, siguiendo a Aranguren, al lenguaje de la moral como «estructura» (la que recogen expresiones como «tener más moral que el Alcoyano» o «estar desmoralizado»), y no tanto al de la moral como «contenido» (que, en política, serían las diferentes ideologías).

Frente a esta razón -emoción, más bien- sustanciada en viejos resquemores personales y biográficos, desde Podemos han justificado su renuncia a unirse al proyecto de Yolanda Díaz alegando otro tipo de justificaciones. Unas son programáticas: al contrario que Errejón y los otros grupos, Podemos jamás se ha callado sobre cuestiones como el rechazo a la OTAN, la necesidad de integrar a ERC y Bildu en el Gobierno de España o -sobre todo- la denuncia de los medios de comunicación. Otras son procedimentales: la elaboración de las listas mediante unas «primarias abiertas» sería una condición inexcusable para integrarse en Sumar.

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Ni en unas ni en otras creo que exista fundamento suficiente como para rechazar la unión. Con respecto a las programáticas, no hay que olvidar que IU sí está en Sumar, ni que el único carné de partido que actualmente tiene Yolanda Díaz es el del Partido Comunista de España. Con respecto a la exigencia de primarias abiertas, no las hubo en el 'Pacto de los botellines' entre Podemos e IU. Lo que hubo fue un acuerdo entre ambas formaciones ratificado luego por la militancia. Algo que ahora, desde Podemos, se despacha despectivamente como «pacto de despacho».

Todo indica, por tanto, que la renuncia de Podemos a integrarse en Sumar sigue siendo una herencia de la herida sufrida por las escisiones del espacio, que no acaban de cicatrizar. Una herida, por lo demás, que sangra también por los otros lados de la llaga. En Madrid la responsabilidad de no pactar parece ser más bien atribuible a Errejón, que no quiere hablar con Podemos a pesar de lo que está en juego. Y, en Valencia, lo mismo cabe decir de Compromís. Las viejas heridas de ese universo ideológico permanecen y todo indica que lo personal nubla lo político.

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La partida más importante, con todo, no se juega ahora, sino en las generales. De aquí a diciembre la gran cuestión de la izquierda se reducirá a averiguar si Yolanda y su equipo serán o no capaces de cicatrizar esas heridas y generar confianza. Como tantas y tantas veces, lo político acaba dependiendo no tanto de lo ideológico como de lo moral, entendido 'lo moral' no como doctrina sino como talante, como cercanía, como confianza. Lo específicamente humano, en definitiva.

@jurdanoz

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