El populismo en casa
Lo preocupante de la transformación de la izquierda abertzale es el intento de socavar décadas de trabajo en la construcción de Euskadi
Jonatan Moreno
Miércoles, 15 de enero 2025, 00:01
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Jonatan Moreno
Miércoles, 15 de enero 2025, 00:01
Europa es la cuna de la democracia. Durante los dos últimos siglos, con todas sus vicisitudes, ha servido de faro para la expansión de este modelo. Le debemos la gran estabilidad política y social que nos ha permitido alcanzar grandes cotas de desarrollo económico y ... humano.
Este periodo democrático vivió un impasse hace 80 años con la proliferación de los movimientos políticos autoritarios (el fascismo, el nazismo y el franquismo, principalmente), sin olvidar los nacidos bajo el paraguas de la Unión Soviética. En gran medida, estos fenómenos surgieron y crecieron al amparo del descontento social, un ecosistema propicio para el desarrollo de políticas populistas y demagógicas que tanto entonces como ahora ofrecen soluciones aparentemente fáciles a problemas complejos y que rara vez dan resultado.
Por desgracia, el mundo es testigo de un nuevo ciclo de proliferación del populismo y el autoritarismo, con movimientos que tratan de alimentarse de la frustración y el descontento de una sociedad que ve sus expectativas incumplidas. Esperanzas, por cierto, que solo han sido posibles gracias a una democracia liberal europea que nos ha permitido vivir una situación de bienestar creciente durante décadas. Como todos los sistemas políticos, el nuestro tiene problemas, pero ha demostrado y demuestra una enorme capacidad para garantizar progreso económico, igualdad, bienestar y paz.
Está claro que la solución a los problemas de la sociedad no vendrá nunca de la mano de estrategias políticas populistas -ya sean de izquierdas o de derechas-, que tienen como único objetivo captar votos del descontento social que fomentan, incluso a costa de socavar los valores democráticos más básicos o la legitimidad de nuestras instituciones.
A izquierda y derecha vemos hoy cómo los populismos comparten valores y estrategia: apelan al agotamiento del modelo, a su supuesta falta de capacidad de respuesta a las necesidades individuales… Y lo hacen, además, sin ofrecer un modelo alternativo, un planteamiento claro e integral, sin explicarnos en qué consiste ese horizonte ideal al que apuntan con la mirada y un lenguaje simbólico y filosófico, pero inconcreto.
Estos movimientos, además, muestran una impostada empatía para presentarse como adalides de la defensa de los intereses de cada colectivo que quiera protestar. Un país se gestiona desde la escucha y el acuerdo con todos los agentes sociales, desde la comprensión y la adecuación de las políticas públicas, pero siempre desde la responsabilidad. Es decir: las decisiones se deben adecuar a unos recursos finitos y a la pluralidad de la sociedad.
Pero los populismos no necesitan guiarse por un principio de responsabilidad en la gestión, no necesitan concretar su propuesta. Están en una estrategia de captación de voto en la que incluso planteamientos contrapuestos son bienvenidos si sirven para socavar el poder institucional. Una thin ideology sobre la que basan una estrategia exclusivamente electoral, sin visión de país ni viabilidad alguna.
La izquierda populista vasca es buen ejemplo de todo ello. Durante los últimos años ha ido modulando su discurso hacia una aparente desideologización, diluyendo su perfil de izquierda y, sobre todo, su perfil abertzale, poniendo sobre la mesa planteamientos de socialdemocracia amable con el Estado.
Lo preocupante aquí no es tanto esa transformación hacia posturas más 'amables' o al sano regionalismo que hace no tanto criticaban, sino el intento de socavar décadas de trabajo en la construcción de Euskadi, en el desarrollo institucional y el autogobierno. Una labor que ha consolidado el Estado de Bienestar y que, sobre todo, ha dado respuesta a una visión de País basada en los valores y principios de la democracia europea.
Esa apelación estratégica al individualismo disfrazada de sensibilidad social que está llevando a cabo la izquierda abertzale es, por lo tanto, un peligro para el mantenimiento de las altas cotas de bienestar que hoy disfruta la ciudadanía vasca, para el modelo de democracia europea que tanto ha dado a Euskadi y para la construcción nacional.
Europa y Euskadi tienen problemas, pero su solución no vendrá nunca de estrategias interesadas y populistas, ya sean de derechas o de izquierdas. Los remedios sencillos siempre traen problemas mayores y debemos prevenirnos de ellos, por muy bien envueltos que nos los traigan.
Quienes nos hablan en Euskadi de un agotamiento del modelo comparten con la extrema derecha la base de ese discurso tan peligroso. Tenemos claros ejemplos de lo que unos y otros nos ofrecen: unos desde la extrema derecha aplauden a Trump en EE UU; otros desde la extrema izquierda, a Maduro en Venezuela. Esos son el espejo en el que se miran.
¿Cambiarías el País que tenemos por alguno de ellos? Yo, no.
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