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La información y el conocimiento

La gente ha dejado de lado el verdadero saber, la auténtica reflexión, el análisis profundo, la opinión contrastada y veraz

Jesús Camarero

Catedrático de la UPV y esritor

Lunes, 13 de noviembre 2023, 00:27

Vivimos en un mundo lleno de datos. Todo lo que creemos saber proviene de multitud de datos almacenados y canalizados por medio de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Nunca el ser humano ha tenido acceso a tanta cantidad de información en ... tiempo real y sin frontera alguna, de modo que nuestra modernidad ha sido capaz de resolver complejos problemas relacionados con la salud, la administración y el progreso. Y por eso queremos creer que nuestra sociedad es la más avanzada de todos los tiempos, que somos los humanos más modernos de todas las fases históricas que, antes de nosotros, se consideraron modernas. Y ciertamente la tecnología, que hoy está al alcance de casi todo el mundo, es un conjunto de complejos dispositivos orientados a poner en sistema una apabullante cantidad de información que se vehicula a través de un flujo incesante.

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Ahora bien, este desarrollo espectacular de la tecnología aplicada a los datos ha tenido alguna consecuencia negativa o contraproducente: la gente ha dejado de leer periódicos y revistas, y hasta buenos libros, y se ha dedicado a consumir todo tipo de datos sin fundamento alguno. Es decir, ha dejado de lado el verdadero saber especializado, la auténtica reflexión, los argumentos bien construidos, el análisis en profundidad, las grandes ideas, la opinión contrastada y veraz, las interpretaciones correctas y hasta las hipótesis más necesarias.

La Humanidad se ha sumido en un completo desconcierto, donde todo el mundo opina, los datos se acumulan en un caos improductivo, ya nadie sabe nada de verdad. Simplemente cree saber que sabe, pero no dispone del conocimiento que le permitiría enfrentarse con cierta lucidez a los complejos problemas de nuestra época.

Por consiguiente, la velocidad, la cantidad y la instantaneidad de la información producida por las tecnologías han permitido alumbrar una nueva era de la civilización, que ya no es humana sino humanoide, porque el ser humano ya no es el valor de referencia, sino un objeto más del sistema. El ser humano, que habría debido ser el destinatario último y el beneficiario único de esta modernidad, se ha convertido en un referente más dentro del sistema o, como mucho, en un componente añadido al proceso por el cual todo sistema funcional de información y comunicación genera un beneficio. Ya no somos ni compradores ni vendedores, somos la mercancía misma en el mercado planetario de la información y la comunicación.

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Por mucho que consideremos nuestra sociedad actual un dechado de comodidad, productividad y rentabilidad, los sistemas de las TIC se han impuesto con sus protocolos frente a la norma de la vida humana, y han infligido un golpe mortal a ciertas condiciones de vida que siempre habían sido lo deseable y saludable para la adecuada existencia humana (sosiego, autocontrol, reflexión, equilibrio razón-emoción).

Hemos pagado muy caro el coste de la abundancia de datos, porque hemos debido renunciar a nuestra cuota de conocimiento, obligada, junto a la existencia, para hacer posible la humanidad. Ahora disponemos de mucha información, pero la densa nube de datos nos impide conocer lo que hay ahí, delante de nosotros, en lo más profundo del objeto.

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Por lo tanto, estamos ante una paradoja sorprendente: a más información, menos conocimiento. El exceso de información impide seleccionar los datos precisos e importantes, relacionar los datos entre sí, penetrar en lo esencial, incluso centrarse en la clave del asunto, y entonces no se puede saber nada, el conocimiento ha dejado de ser posible. El hecho de conocer no es algo cuantitativo, sino algo esencialmente cualitativo, y hasta subjetivo. Por ejemplo: un ser humano que conociera algo que nadie más conociera podría resultar de una importancia capital para la Humanidad, simplemente porque sería un descubrimiento, un invento, un hallazgo, una revolución.

Ciertamente, sin la existencia no es posible el conocimiento, porque si no hay vida (ser vivo, cuerpo, cerebro, salud, capacidad, disponibilidad) es imposible llevar a cabo el acto de conocer. Pero sin conocimiento (educación, formación, inteligencia, sensibilidad, investigación, estudio, ¡lectura!) no hay vida que merezca plenamente ese nombre. Así pues, el conocimiento es la condición añadida a la existencia para que la vida resulte plena, con unas condiciones que al ser humano le conviertan en lo que es: un valor supremo para sí mismo y para los otros, o sea, la humanidad.

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En síntesis, la vida humana tiene sentido cuando el conocimiento nos permite saber en qué consiste precisamente la vida, porque el conocimiento aporta a la vida las dosis necesarias de saber para que esa vida llegue a culminar en un sentido trascendente, auténtico.

Nuccio Ordine in memoriam.

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