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La política vasca ofrece una fuente ilimitada de sorpresas. Anda ahora el PNV intentando convencer a sus votantes de que la reforma fiscal pactada con ... el PSE y Podemos «no es de izquierdas». Así se pronunciaba el portavoz jeltzale en el Parlamento vasco el pasado domingo en entrevista en este periódico. Y si hay que hacerle caso al portavoz, hay que asumir que Podemos -que no tiene representación en el Parlamento autonómico- es de derechas. No parece que piense lo mismo Confebask, que expresaba un par de días antes su «decepción total» considerando el acuerdo como un nuevo castigo a la actividad empresarial. En la historia de este pacto destaca el veto de los socialistas vascos a pactar con el PP, que había sido interlocutor y parte en acuerdos anteriores.
Afirmar que un acuerdo con el PSE en el que Podemos ha sido determinante no es de izquierdas es una afirmación sencillamente grotesca que toma por gente de escasa capacidad de juicio a todos los que temen, con razón, que la apuesta del PNV por sostener, pase lo que pase, a Sánchez y asegurar su posición frente a la amenaza de Bildu arrastra a los de Sabin Etxea a vaciar su identidad programática para hacer suya una opción económica y social nítidamente de izquierdas. No, los votantes del PNV deben saber que la reforma fiscal es un acuerdo de izquierdas, que va a seguir lastrando la actividad económica vasca y la competitividad de nuestras empresas, precisamente cuando la competitividad vuelve a la agenda europea como el objetivo crucial para asegurar el crecimiento y el bienestar.
La desconexión del País Vasco de lo que tiene que ser un esfuerzo europeo común y el fracaso a la hora de generar un verdadero pensamiento estratégico que defina la hoja de ruta económica y social del país es ya una realidad más que preocupante. No hay que acudir a informes para iniciados. Lean EL CORREO y sabrán que «la factura energética de la industria vasca es el doble de la de Francia y triplica la de Estados Unidos» (17-3). Podría pensarse que a lo mejor ese mayor coste resulta temporalmente de la extensión de las energías renovables. Pues no, porque «Euskadi genera menos energía renovable que hace cinco años y sigue a la cola del país» (17-3).
Para preocuparse un poco más, la saturación de la red eléctrica -a pesar de que estamos todavía lejos de los objetivos de descarbonización- plantea serios obstáculos a las inversiones porque el riesgo de que el suministro eléctrico ni sea suficiente, ni sea seguro, ni sea estable es un riesgo cierto y en algunos casos una realidad. Tanto que el lendakari Pradales ha pedido «mejoras» a Red Eléctrica porque, como la responsabilidad siempre es de los demás, los proyectos de transporte que dependen de las autorizaciones del Gobierno vasco parece que no cuentan. Para resolver la situación, Bildu ya ha pedido que se descarte el establecimiento de centros de datos y «los convierte en su nueva bandera política» (16-3) porque esa computación gasta mucha energía eléctrica.
No hace falta ser Confebask para saber que los costes laborales -que son en buena medida un impuesto al empleo- han seguido subiendo, de modo que «el coste laboral medio en Euskadi rebasa por primera vez los 3.700 euros al mes», solo superado por Madrid. Pero mientras en Madrid los sueldos medios subieron un 4,4%, aquí lo hicieron solo un 1,8% respecto a 2023 según informaba este periódico el día 18. A lo anterior hay que unir un absentismo que encabeza todos los rankings nacionales y europeos y que parece ya estructural, además del deterioro de servicios públicos esenciales. De la alerta educativa que debería concentrar una atención que no se le presta ya han hablado en esta tribuna otros con más autoridad que yo.
Sobran razones para argumentar la necesidad de un acuerdo real y de largo alcance sobre el curso que debe seguir el país, en vez de un pacto miope y demagógico sobre reforma fiscal que arruina la ventaja competitiva que nos ofrece el Concierto Económico. Falta una visión verdaderamente estratégica que alinee al País Vasco con el nuevo ciclo que se ha abierto en Europa para afrontar con garantías de éxito un futuro de crecimiento y bienestar.
Pero mientras tanto, aquí seguimos produciendo historia de la mala con vetos al PP -primera fuerza política de España y de Europa-, acuerdos con la izquierda, pero que el PNV dice que no son de izquierdas, y un país secuestrado por la apuesta nacionalista en apoyo de un Gobierno como el de Sánchez que se resquebraja deslizándose hacia las peores prácticas antidemocráticas, en medio de la corrupción ante la que los nacionalistas permanecen ciegos y mudos, rodeando de favores a un Ejecutivo que blanquea y elogia sin medida a Bildu. Por algo será.
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