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El cántico de las mujeres cananeas

La calificación de la gestación subrogada como «deplorable» por el Papa causa dolor a católicas que deciden sobre sus cuerpos

Javier Madrazo

Militante cristiano

Miércoles, 13 de marzo 2024, 00:34

El papa Francisco, en declaraciones recientes, considera «deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer». Esta posición provoca la apostasía de personas creyentes que han escogido este modelo de familia al sentirse juzgadas y señaladas: «Con el ... juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, seréis medidos» (Mateo 7, 1-2); o en coherencia al no sentirse aceptadas, la negación del bautismo a sus hijos e hijas por entender que no son bien vistos.

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Dichas afirmaciones provocan un dolor innecesario a mujeres que en el ejercicio de su libertad y responsabilidad, y en un gesto altruista, a partir de los dones que Dios Padre y Madre les ha dado, han decidido gestar a los hijos e hijas de otras familias, teniendo que escuchar una vez más a un hombre, blanco, heterosexual y poderoso, hablando en nombre de todas ellas.

¿Con cuántas mujeres que han gestado en procesos de gestación subrogada ha hablado realmente el Papa para realizar esta afirmación? ¿En qué países? ¿Bajo qué circunstancias? ¿Ha investigado el proceso más allá de casos puntuales? Estas palabras han provocado dolor en muchas familias católicas cuyo modelo nace de la gestación por sustitución. Pero es mucho mayor el dolor que ha causado a cientos de católicas que han gestado para terceros, que estiman y respetan las palabras del papa Francisco, al afirmar sin matiz alguno que sus actos altruistas se deben a una motivación meramente económica, que son mujeres pobres, sin estudios, sin recursos ni apoyo familiar y cuya marginalidad les lleva a ser explotadas.

Hoy podríamos afirmar que estas mujeres se sienten encarnadas en la cananea que el evangelista Mateo narra en el capítulo 15, 22-28. Hasta en tres ocasiones esta mujer (sin nombre y cuya única identidad es la procedencia como dato para justificar ser humillada y ofendida) llama la atención a Jesús para ser escuchada en su dolor gritando: «Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí».

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La mujer cananea, gentil y no judía, implora, con gran fe e insistencia, misericordia para su hija. Esta madre ayuda a Jesús y a sus discípulos/as a modificar una posición inicial muy rígida. En este pasaje se observa cómo Jesucristo antepone, en última instancia, el amor, la escucha y la acogida a las tradiciones y costumbres. Acaba reconociéndola con toda su dignidad, como una mujer con plenos derechos.

Hoy también, cientos de mujeres llaman al papa Bergoglio como la mujer cananea llamaba a Jesús. Necesitan ser escuchadas, ser vistas como ciudadanas de primera. Como mujeres que deciden sobre sus cuerpos, sin menoscabar los derechos de nadie, para dar su testimonio en primera persona, y ser limpiadas de tanto prejuicio de quien no conoce sus motivaciones o creencias.

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En el Antiguo y en el Nuevo Testamento podemos encontrar a grandes mujeres que desde su libertad hablan con voz propia, cuyo arrojo, muchas veces enjuiciado por la sociedad del momento, crea bellos cánticos de gloria y alabanza a Dios. Entre esos cánticos podemos encontrar el de Débora: «Más los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza» (Jueces 5, 31); el de Rut: «Donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, viviré; tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios es mi Dios; donde tú mueras, moriré» (Rut. 1, 16-17); el de Ana: «No habléis con tanta arrogancia, apartad la insolencia de vuestra boca, porque el Señor es un Dios sabio, un Dios que pesa las acciones» (Samuel 2, 3); o el cántico del Magníficat de María: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lucas 1, 50).

Las mujeres que gestan a los hijos e hijas de otras personas son mujeres de diversas culturas, creencias y niveles económicos, conscientes de sus derechos y de su capacidad de decidir. No son incultas o sin recursos, sino mujeres en muchos casos creyentes y de gran fe que con su generosidad traen al mundo cánticos de vida, entendiendo que ponen sus talentos al servicio de la Humanidad para traer vida a este mundo.

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Estas mujeres siguen encontrando el abrazo acogedor de la Iglesia en muchos laicos, catequistas y sacerdotes, llegando incluso a colaborar con sus comunidades parroquiales. Tenemos la firme convicción de que el Dios de Jesús nunca excluiría u ofendería a sus propias hijas. Un Dios que nos ama a todas sin excepción.

Papa Francisco, con todo el amor y respeto que le tienen, haga el favor de escuchar y de reconocer la plena ciudadanía, humana y cristiana, a estas mujeres cananeas de hoy para que sigan construyendo un cántico de vida en el mundo.

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FFirman también este artículo Pablo Bilbao, portavoz de Gure umeen ametsak; Xabier Pikaza, teólogo; Pedro Martín, catequista; Norma Nathaly Gutiérrez, mujer gestante por sustitución, y Fiorella y Valentina Mennesson, nacidas por gestación subrogada.

Acompañan este artículo otras mujeres que han gestado para otras personas: Chloe Osborn (Reino Unido), Pauline Van Berkel (Países Bajos), Melina Ghodossi (EE UU), Becky Loftus (Irlanda), Micaela Everett (Canadá) y Aliona B. (Ucrania)

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