El negocio
Con Trump en el poder veremos a magnates económicos contaminar la política para llenarse los bolsillos
Economista y doctor en Competitividad Empresarial y Territorial, Innovación y Sostenibilidad
Domingo, 15 de diciembre 2024, 00:01
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Economista y doctor en Competitividad Empresarial y Territorial, Innovación y Sostenibilidad
Domingo, 15 de diciembre 2024, 00:01
El triunfo de Trump en las elecciones estadounidenses ha permitido observar a magnates económicos que han puesto toda la carne en el asador, con todo el descaro del mundo, para sacar adelante a su candidato. Elon Musk, Peter Thiel… aparecen no ya entre bambalinas, sino ... ocupando el centro del escenario. Así que algo tiene de bueno ver la cara de los que están detrás del proceso electoral, para hacernos una idea de qué va esto.
Y esto va de negocios. Porque la 'cosa pública' se ha convertido en un negocio. De manera que el objetivo de los partidos se centra en hacerse con el negocio. Unos partidos dominados por élites empresariales y tecnológicas que no se paran ante nada. Sería pecar de ingenuos pensar que hasta la llegada de Trump esto no era así. En realidad, las élites económicas han estado siempre detrás de las organizaciones políticas, aportando recursos a modo de inversión de la que se esperan buenos retornos económicos. Unas élites que, al menos, tenían la vergüenza de no aparecer en primera fila y se ocultaban detrás del escenario de lo público con un discurso en apariencia alejado del mismo. Porque la 'cosa pública' no parecía ser el objeto más apropiado para su mercantilización y aprovechamiento con fines particulares. Así que se salvaban las formas. En este sentido, ver cómo caen las máscaras y se presentan sin tapujos tiene la ventaja de que se clarifiquen las cosas.
Han convertido el noble ejercicio de la política y de la gestión de lo público, de lo que nos afecta a todos los ciudadanos, en un negocio al que sacar el máximo rendimiento. Pero, además, lo hacen sin el más mínimo decoro, por no hablar de la pérdida total de valores de cooperación, solidaridad, generosidad... porque ya ha quedado claro que el negocio es el negocio.
Es curioso que en un entorno en el que, al menos en el discurso, se habla cada vez más de la necesidad de que las empresas miren más allá del beneficio inmediato y se comprometan con el impacto social de lo que hacen, nos encontremos con el secuestro de lo público al servicio de intereses particulares. En un ejercicio de desfachatez en el que no se tiene el mínimo decoro en disimular de qué va esto, porque esto va de hacer negocio con las instituciones públicas.
Y esto nos lleva a pensar que siempre ha existido esta opción en el ejercicio de la política, la de estar al servicio de élites dominantes a las que solo interesaba su propio interés. Por eso puede sonar a ingenua esta especie de denuncia. La cuestión no es que sean élites dominantes las que marquen la agenda y el devenir de las sociedades, porque esto es inevitable, sino que los valores de esas élites tengan en cuenta el bien común, en un ejercicio equilibrado de síntesis entre el bien privado y el bien colectivo.
Por eso necesitamos que las élites dominantes de una sociedad sean élites que piensen en lo colectivo como una necesidad derivada de nuestra vida en sociedad. Élites que estén educadas en el humanismo y en los valores que hacen del progreso social un objetivo fundamental. Porque de no ser así, lo colectivo, lo común, lo nuestro, lo que nos afecta a todos se convierte en un negocio particular en el que todo vale.
Puede parecer incomprensible que una sociedad como la estadounidense pueda caer en manos de ciertas élites para las que prima el interés particular sobre el general. Puede parecer incomprensible que dejen que la 'cosa pública', que representa los intereses de todos nosotros como ciudadanos, caiga en manos de particulares para que hagan y deshagan. Pero es así. Partidos políticos en manos de personajes que han secuestrado la 'cosa pública', en un escenario en el que los ciudadanos parecen afectados de un 'síndrome de Estocolmo' generalizado.
Vamos a tener la oportunidad de ver cómo ciertos magnates estadounidenses hacen y deshacen a su antojo. Vamos a ver cómo contaminan la política y la vuelven cosa de negociantes sin escrúpulos. Vamos a ver hasta dónde llega la falta de escrúpulos y hasta cuándo dura esa especie de hechizo que afecta a millones de personas.
Pero esto no es solo cosa de los estadounidenses. También en ámbitos más cercanos hemos visto a personas que se han acercado al ejercicio de lo público con un interés puramente privado, como el negocio del que aprovecharse para enriquecerse. Haríamos bien en tomar todo tipo de medidas para que la 'cosa pública', nuestras instituciones, no caigan en manos de particulares para los que solamente son un buen negocio. Especialistas en vender humo que, con un discurso trufado de referencias al bien común, solo están buscando llenar sus bolsillos. Porque el día en que las instituciones queden definitivamente secuestradas por los intereses de unos pocos nada habrá que hacer al respecto.
Creo que los partidos políticos tienen por delante un reto fundamental: no convertir el bien común en el negocio de unos cuantos. Y no lo veo nada fácil.
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