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Poco hemos celebrado los vascos que el apellido García se haya convertido en el sexto más registrado en Estados Unidos. A su vez, es el primero entre los españoles y alcanza a once millones de personas en el mundo. No es que todos ellos sean ... vascos, pero sí que refleja el éxito de la onomástica vasca, primero en España y, luego, en todo el mundo.
García, apellido patronímico que se remonta al siglo VIII, tiene su procedencia identificada en Navarra. Así se llamó el duque de Vasconia entre 816 y 818, García I, y así se llamaron sucesivos reyes de Navarra a partir de García Íñiguez. El origen es incierto ya que se discute si el étimo originario es 'hartza' (sostenido por Menéndez Pidal y Antonio Tovar), o 'gaztea' (como apuntan otros), pero, en cualquier caso, es de origen vasco tanto por su localización original como por su idioma.
Rodríguez y Martínez también están entre los diez apellidos más frecuentes en Estados Unidos. Otro éxito de la onomástica vasca lograda por medio de este modo de conformar los apellidos patronímicos, cuyo origen tiene la misma localización que García. El primer caso documentado de un hijo que se apellidara con el nombre propio del padre añadiéndole la terminación '-ez' fue precisamente García Íñiguez, hijo de Íñigo Arista. A su vez, el hijo de García Íñiguez se apellidó Garcés. Estamos hablando del siglo IX. A partir del siglo XIII se extendió a la nobleza medieval y, posteriormente, a toda la población española.
No tuvo la misma progresión el nombre de Urraca, que ha quedado olvidado pese a ser un nombre vasco muy ilustre, así se llamaba la mujer de García Íñiguez y después de ella otras personalidades tan relevantes como Urraca I de León, que fue la primera mujer titular de un reino en toda Europa, o Urraca, señora de Zamora, propietaria del Santo Grial que se exhibe en la colegiata de San Isidoro. Urraca es nombre de origen vasco y probablemente proceda de 'urrea', como ya lo señalaba Francisco del Rosal en el primer diccionario etimológico de la lengua castellana. Urraca vendría a ser, por tanto, una forma vasca de Áurea.
Viene esto a cuento de hasta qué punto está presente la tradición y la cultura vasca en todo el sustrato histórico de la sociedad y los pueblos españoles. La vinculación ha sido tan profunda y tan antigua que frecuentemente se desconoce o se olvida esa penetración tan imbricada.
La presencia vasca en el flujo idiomático, político, industrial o militar de España es absoluta. Del mismo modo, la comunicación del resto de España con Euskadi ha sido tan intensa y tan antigua que se olvida esa vinculación, incluso cuando llega hasta los elementos más identificativos de nuestra esencia.
Cuando Sabino Arana diseñó una bandera que identificara a los vizcaínos lo hizo partiendo del escudo de Bizkaia, aun suprimiendo algunos de sus elementos porque los consideraba ajenos a la realidad vasca. Sin embargo, empleó otros que sí que creyó enraizados, el primero de ellos el color carmesí de la bandera de Bizkaia, que hoy se representa en el rojo de la ikurriña.
El haber recurrido a la tradición vizcaína hizo que hoy respetemos una bandera cuyo color no solo es el de la del territorio de Bizkaia, sino que también es el de la de Álava, sí. También el de la de Albacete, León, Segovia y Valladolid. También lo tienen como color las ciudades de Lérida, Toledo, Cuenca, Sevilla, Teruel y muchas otras que no son capitales de provincia. Es también la base de otras banderas de comunidades autónomas como Madrid, Murcia, Castilla-La Mancha y, por supuesto, del pendón oficial de Castilla y León, que es el originario de todas ellas.
La inclusión de una cruz blanca, como la que hay tras el árbol del escudo vizcaíno, no deja de ser un símbolo muy común a la simbología no sólo vasca sino europea. Con ella se han cubierto banderas de toda índole y, sin duda, emparenta nuestra ikurriña con blasones de todas las regiones, ciudades y naciones de un continente de tradición cristiana como el nuestro.
Por último, estableció Arana que la bandera bizkaitarra dispusiera de un aspa verde sobre el fondo carmesí. Recurría el político bilbaíno a un símbolo que también habían usado los monárquicos carlistas, bien lo sabía él que pertenecía a una familia tradicionalista. Pero esa cruz ya había estado presente en la simbología de la marinería de los buques vizcaínos desde mucho tiempo atrás. Al parecer desde que don Lope Díaz de Haro, al frente de 500 caballeros, se hizo con la ciudad de Baeza en el día de San Andrés de 1227 y el rey Fernando III el Santo le dio en tenencia el derecho de portarla.
La cruz de San Andrés también es el símbolo de la ciudad de Vitoria, por lo que tanto el fondo carmesí como la cruz, pese a ser tomados de la bandera de Bizkaia, hacen que los alaveses nos podamos sentir bien representados en una enseña cuyo ámbito ha superado su espacio territorial primigenio, pero que por su origen en la tradición y la historia nos acaba por unir a todos los vascos en una enseña común.
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