![La izquierda severa](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202209/28/media/cortadas/deandres28-ksJE-U180194985552CKE-1248x1716@El%20Correo.jpg)
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Si durante mucho tiempo la izquierda gozó del reconocimiento aperturista de su discurso y se identificaba con flexibilidad, tolerancia o transigencia, la percepción social parece haber cambiado de sentido y, hoy, en frecuentes ocasiones, se percibe a la izquierda como una ideología severa, rigurosa y ... adusta que está imbuida de un neomoralismo que juzga sin misericordia cualquier disidencia respecto a sus ideas.
No cabe duda de que el discurso de Isabel Díaz Ayuso, que simplificó este debate en el lema de 'libertad o comunismo', ha tenido un éxito que incomoda a la izquierda y que, sin embargo, va calando con eficacia entre una buena parte de la sociedad.
Para que una idea cunda y se extienda requiere de una base de veracidad y esa base la ofrece la izquierda con harta frecuencia. No hay más que echar un vistazo al twitter de los principales líderes de la izquierda española para ver una sucesión de reprimendas ideológicas y llamadas a la corrección política y a un modelo único de conducta. Son frecuentes los señalamientos a personas que discrepan o se dispersan de los cánones establecidos o en fase de imposición. Se cultiva con viral difusión lo que antes se llamaba ostracismo, luego boicot y, ahora, cancelación.
No solo la derecha, también personalidades de la izquierda se han visto afectadas por esta moral intransigente. La han sufrido personas como J. K Rowling, autora de Harry Potter, por discrepar de la doctrina de género, al igual que lo está sufriendo ahora en España la escritora Lucía Echevarría por la misma causa.
Al mismo tiempo que la izquierda normaliza la incorporación de condenados por terrorismo a la vida social y política, pretende expulsar de la vida civil a hombres que tan solo han sido acusados de comportamientos inapropiados hacia las mujeres o personas que han tenido discrepancias con la Administración tributaria.
Durante muchos años, en España, la izquierda ha gozado de la presunción de tolerancia mientras la derecha había de expiar la identificación con el inclemente franquismo, sin que nadie reparara en que el falangismo era tan contrario al socialismo como al liberalismo, al que atribuía los males nacionales desde la Constitución de Cádiz a esta parte.
La tensión vivida durante la pandemia ha colocado la percepción en otro espacio. Las apelaciones de las derechas a la libertad han sido tildadas de banales por una izquierda ideológica que ha justificado cada medida coercitiva que se aplicaba, aun cuando fuera contradictoria o falta de sentido. Recuerdo a este respecto que el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional el procedimiento con el que se declaró el confinamiento, que habría requerido de salvaguardas adicionales.
El relato de la izquierda antipática se instala en buena parte de la sociedad pese a la incredulidad de sus simpatizantes, que justifican como razonables todas sus severidades y atribuyen a la derecha los peores rigores.
Lo que resulta sorprendente es que una ideología basada en la traslación al Estado de los derechos de las personas y en la gestión pública de las principales decisiones del ciudadano haya logrado pasar por libertaria.
Hoy, y cada día con más razones, se advierte que el socialismo, la izquierda, pretende para los poderes públicos lo que antes eran decisiones personales. Lo podemos ver en cada paso, pero valga como ejemplo el pacto educativo que se ha acordado en el Parlamento vasco, que cercena de forma definitiva la libertad de educación mediante la imposición de un modelo que atribuye a los poderes públicos todos los resortes de la enseñanza en Euskadi. Siempre, claro, mediante la premisa de la igualdad, que es el salvoconducto de la izquierda para la imposición de un modelo que en libertad nunca habría triunfado.
La izquierda, cuanta más cuota de poder tiene, más impositiva es. En el mundo hay ejemplos expresivos de esta forma de proceder que la actual izquierda española no solo no censura sino que justifica y excusa.
Quienes califican de falsa esta interpretación de la realidad política que atribuye a la izquierda un moralismo prohibicionista tienen una tarea ardua para excusar esa opinión. Particularmente, porque entre las impresiones que habrían de eliminar está la de que el socialismo pretende privar a los ciudadanos de una parte grande y creciente de sus bienes personales para gestionarlos comunalmente.
Es insólito que una ideología que aspira a un ascendente control de los recursos de los trabajadores pretenda al mismo tiempo ser tenida por liberal. La experiencia va dotando a los ciudadanos de una capacidad de interpretación que, exenta de prejuicios, coloca a la izquierda en el espacio de la intromisión en el espacio privado y, consecuentemente, en el área de la minoración de la libertad individual, no solo económica, sino también moral.
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