Desde la disolución de la Unión Soviética entre marzo de 1990 y diciembre de 1991, la faja de repúblicas que abrazaban a Rusia ha sido objeto de violentas tensiones que han dado lugar a procesos históricos particulares. En 2004, Estonia, Letonia y Lituania adquirieron la ... membresía de pleno derecho en la Unión Europea. Bielorrusia es gobernada con mano de hierro por el prorruso Lukashenko. Ucrania se encuentra envuelta en guerra contra los invasores del Norte. Moldavia, atrapada entre las garras rusas y, en el Este, un resto de repúblicas (Tayikistán, Uzbekistán y otras) se hallan también, en modos y grados diversos, bajo la esfera de influencia de Rusia.
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En el medio de esa franja, Georgia, anexionada por la Rusia soviética en 1921, libra desde 1990 una lucha interna de remoción de obstáculos que le aproxime a la Unión Europea. Por un lado, una mayoría de la población partidaria del acercamiento a la UE y, por otro, ciertas élites que se mueven como pez en el agua en un marco semidemocrático sin controles y sin separación efectiva de poderes. La reorientación del país hacia Europa significaría dejar atrás el legado soviético y democratizar las instituciones.
Una excelente aproximación al proceso de sovietización de Georgia nos proporciona la escritora georgiana Nino Haratischwili, radicada en Alemania y autora de 'La octava vida', una desmesura literaria que con un marcado carácter personal indaga en el proceso de aculturación al que fueron sometidos los georgianos desde su incorporación a la URSS en 1921. En 'La octava vida', Haratischwili nos muestra el impacto del sistema comunista en los miembros de una saga familiar, donde articula magistralmente los niveles macro y micro, el sistema y el mundo de la vida, lo humano y lo político, para de ese modo revelarnos las vidas rotas y zarandeadas de familiares y amigos.
'La octava vida' es una 'familienroman', una novela sobre los Dzhashi, una familia atada a los acontecimientos más importantes de Georgia y de la Unión Soviética, a la que podría aplicársele el 'dictum' con el que da comienzo Ana Karenina: «Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera».
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'La octava vida' avanza, como señala José Luis de Juan, con el reloj de sangre del siglo XX. Los grandes acontecimientos: la Gran Guerra Patria, las purgas, los gulags, la perestroika y, finalmente, el hundimiento de la URSS. Como dice Haratischwili, «todo el mundo robaba, el carnicero se quedaba con la mejor carne y la vendía bajo cuerda al triple de su precio. El koljós ocultaba una parte de la cosecha y la malvendía en otra parte. La enfermera se llevaba las gasas y las vendas y el director de la bodega sobornaba al subdirector para sacar el vino por cajas y sobornar a su vez a cargos superiores. El largo latrocinio, hasta entonces practicado en secreto, estaba ahora a la orden del día y, como todos lo hacían, no había que castigar a nadie».
Los grandes acontecimientos se encuentran perfectamente ligados con unos personajes sobre los que, además, se proyecta la sombra alargada de dos ilustres georgianos: Iosif Stalin y el temible jefe del NKDV Lavrenti Beria. Ante el cruento proceso de sovietización, los georgianos asumieron diferentes roles repartidos en el triángulo constituido por victimarios, víctimas y espectadores, esto es, los que tuvieron un papel activo y creyeron y aplaudieron, los que aceptaron pasivamente, los que murieron y se exiliaron y los que vivieron hasta el hundimiento decepcionados.
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Inseguridad jurídica, instrumentalización de las relaciones sociales, naturalezas intrapsíquicas violentadas y deformadas, disolución de identidades, insuflación planificada de valores, pérdida de iniciativa, exclusión de la comunicación espontánea, regulaciones burocráticas y millones de muertos es el brutal balance de siete décadas tras las cuales la Unión Soviética acabó devorada desde dentro.
Desde que en 1991 Georgia logró la independencia, el eje de tensión Rusia-Occidente es el de mayor poder desestabilizador. En 2008 Rusia invadió el país y proclamó la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, el 20% del territorio georgiano. La Constitución de Georgia es la de una democracia representativa y la mayoría de la ciudadanía anhela la integración en la OTAN y en la Unión Europea. Sin embargo, las tensiones ruso-occidentales enfrentan a la mayoría prooccidental con las élites gubernamentales. La Ley de los agentes extranjeros, rechazada hace unas semanas por la ciudadanía en la calle, estaba inspirada en la legislación rusa que contempla multas y penas de hasta cinco años de cárcel para los medios, ONGs y activistas que reciban de fuera del país al menos el 20% de sus fondos. El primer ministro es Irakli Garisbashvili, del Sueño Georgiano, un partido fundado por el auténtico hombre fuerte de Georgia, el multimillonario Bidzina Ivanishvili, que, libre de los controles democráticos, hace que Georgia sea muy vulnerable.
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