El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Imaginemos que sí hay paraíso, que el paraíso se construye, que lo construimos entre todos, que de hecho lo venimos construyendo desde hace miles de año; echando la vista atrás vemos que nuestro mundo de ahora, a pesar de los pesares, es mejor que el ... de antes aunque quede mucho camino por recorrer. Imaginemos que gracias a la pandemia que nos ha tocado vivir hemos aprendido la lección y ahora somos conscientes de que de esta, como de otras que puedan venir, nos salvaremos todos juntos, porque por fin, a mordiscos de un virus cabrón, nos hemos concienciado de algo que ya sabíamos, y es que vivamos donde vivamos, seamos de la raza que seamos, creamos en lo que creamos, todos somos igual de frágiles, cuando nos hacen cosquillas nos reímos, cuando nos hacen daño lloramos, si nos aman amamos.

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Imaginemos además que también hemos aprendido que el mal no tiene fronteras, que se acabó eso de sentirnos seguros y superiores en nuestro pequeño mundo, el mal se extiende siempre como una mancha de aceite silenciosa y termina pringándonos a todos. Imaginemos, por fin, que hemos comprendido que el paraíso se construye y también se construye el infierno, que cada vez que sembramos odio, cada vez que despertamos al cerebro maligno que habita en nuestras tripas, cada vez que tomamos decisiones necias con el único fin de ganar, imponer, aplastar, aventamos el espíritu del mal y acabamos nosotros también encerrados en el averno y sus círculos dantescos, concretamente apiñados en el noveno círculo, el que más cerca está de Satán que reina ahí en majestad, el peor, el de los traidores, porque, cuando colaboramos con el mal, traicionamos a la Humanidad, a los que nos precedieron y trabajaron para darnos el testigo, traicionamos a los que vendrán con nuestro comportamiento egoísta y retrasamos la construcción del paraíso.

No sabemos si hay Dios o no hay Dios (algunos me dirán, señora, sí sabemos que no hay Dios, es lo único que sabemos; y yo les contestaré con las palabras de Jean-Martin Charcot, lo que no comprendemos no quiere decir que no exista). Pero lo que es seguro es que hay cielo y hay infierno. Lo sabemos perfectamente. Lo sentimos dentro de nosotros con prístina claridad. Sabemos a qué saben el odio y el amor. Por eso podemos escribir novelas y hacer películas, entendemos perfectamente al asesino y al santo. Así que imaginemos que la construcción del paraíso es cosa nuestra.

Sabemos que hay cielo e infierno, a qué saben el odio y el amor; por eso entendemos al asesino y al santo

Y para construir ese paraíso del que hablo, imaginemos que es bueno que haya países, religiones y formas distintas de vivir la vida, que porque todo eso exista no pasa nada; al revés, la diversidad puede enriquecernos, nos puede enseñar a ser iguales en la diferencia, abrirnos ventanas a perspectivas desconocidas, nos puede ofrecer la posibilidad de aprender de los otros, de afrontar los problemas desde puntos de vista diversos y, por tanto, estar más cerca de la solución.

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Imaginemos, por qué no, que hay patrias sin patriotas, dioses sin cruzadas y políticos sin necesidad de rodearse de una cohorte de asesores de imagen para engañarnos mejor como el lobo feroz, políticos que trabajan por el bien común y, muy muy importante, con sentido común. Imaginemos que todo eso es verdad.

Y por último imaginemos que desaparecen el hambre y la miseria, que pueden acortarse las distancias entre el Primer Mundo y los demás mundos simplemente trabajando para que la gente viva bien en el país que le tocó nacer. Imaginemos que no hiciese falta que la muerte nos abriera los ojos para detectar una curva peligrosa, un vertedero en malas condiciones o que hay gente a la vuelta de la esquina viviendo en la miseria desde hace diez años y no nos habíamos dado cuenta, igual que hubo alemanes que no se enteraron de la existencia de los campos de exterminio aunque eran sus vecinos.

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Imaginemos, pues, que es posible que todos los hombres vivamos con dignidad y en libertad. Sí, imaginemos, imaginemos, imaginemos, porque imaginar es el primer paso para echar andar y construir el paraíso, no el tuyo ni el mío, el Paraíso con mayúscula.

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