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Vente a Lanbide. Ven a tu servicio público. Si diriges una empresa y buscas perfiles, si buscas empleo o tener otro mejor, ven a tu servicio público. Y si hoy no tenemos una solución exacta a lo que quieres, la buscamos. La Ley de Empleo ... que acabamos de aprobar en el Parlamento no solo es la primera con la que cuenta Euskadi, ni solo la que organiza nuestro autogobierno en materia de empleo. No solo pone en coordinación a las instituciones y genera nuevos derechos de ciudadanía. Es la que envía un mensaje nítido para borrar de los imaginarios todos los clichés negativos e injustos sobre un servicio público en donde sus profesionales están dando lo mejor de sí para ofrecer soluciones. Un orgullo para quienes tenemos responsabilidades institucionales.
Porque está anclada en demasiadas mentes una frase de un responsable público de tiempos pasados que contribuyó a lastrar la imagen de Lanbide. Como vicelehendakari y presidenta del consejo de administración de nuestro servicio público de empleo, quiero reivindicar un trabajo ejemplar, no reconocido, preparado para afrontar nuevos retos, comprometido con su función, dispuesto a rastrear cada oportunidad, solucionar cada dificultad y acompañar a empresas y demandantes de empleo. Hemos aparcado la resignación para afrontar una revolución. Hemos pasado de cómo organizarnos con lo que heredamos a preparar la herencia que queremos dejar a la sociedad. Un Lanbide que funcione.
Y no. No hay un momento cero. No hay un interruptor como el que enciende las luces en Navidad. Hay un trabajo intenso, silencioso, dialogado, testado, corregido, mejorado, vuelto a testar, ensayado. No ha habido una bajada de persiana un solo día. Pero hemos ido incorporando todo lo que la tecnología nos ofrece para que las máquinas hagan lo que saben hacer. Y lo que no saben, lo que sí saben hacer las y los profesionales de Lanbide, lo que da un valor añadido al servicio público, lo hacen nuestras orientadoras y orientadores. Lo hacen quienes realizan la prospección, quienes buscan las necesidades de las empresas y las conectan con lo que ofrecen quienes ya han acudido a Lanbide, con programas innovadores.
Lo que nos hace falta es que todas las empresas acudan a nuestro servicio. Es una posibilidad que podía haber sido obligada. Podía haberse incorporado en la Ley de Empleo que aprobó el Congreso el pasado mes de febrero. No se hizo. No pudimos trasladarlo al texto de la ley que acaba de aprobar el Parlamento vasco. Pero que no se haya hecho obligatorio no quiere decir que no les convenga.
En cada ocasión en que representantes empresariales, con lógica preocupación ante los grandes retos, señalan la falta de perfiles adecuados para lo que necesitan, siempre les recuerdo que en Lanbide hay más de 100.000 personas dispuestas a trabajar, y que, si acuden a nosotros, podemos adecuar la formación que requieren y ayudarles a encontrar esa solución. Pero que hay además otras 200.000 personas que, aunque tengan empleo, no renuncian a cambiar. Hemos dado un impulso a la comisión asesora en la que participan, junto al Departamento de Trabajo y Empleo, los de Desarrollo Económico y de Educación, la representación empresarial y la sindical que quiere hacerlo. Actualizamos allí cuáles son las necesidades y cuáles son las oportunidades, para empresas y trabajadores. Y ahora, con esta primera Ley de Empleo, es el momento de insistir: vente a Lanbide.
Sé que decirlo hoy es pronto. La ley por sí misma no cambia las cosas. Es el marco para hacer posible que cambien. Pero ya hay seis oficinas que han ensayado el nuevo modelo de intervención, con cada paso detallado según cada necesidad que entre por cada puerta de Lanbide, por las 42 oficinas presenciales y por la abierta vía virtual. Y a lo largo del nuevo año se irá extendiendo, como irá cambiando la fisonomía de las propias oficinas, como seguirá cambiando de forma negociada la organización del personal.
Pero sentía la necesidad de reivindicar este nuevo Lanbide que está naciendo y el trabajo de quienes atienden allí a empresas y personas. La Ley de Empleo va más allá, pero todo acabará pasando por el servicio público. Y conseguir aprobarla, sin que en toda la década anterior haya sido posible, no es solo un motivo de orgullo político por un nuevo compromiso cumplido. Es una razón para cambiar esa idea de un Lanbide meramente tramitador a un Lanbide proactivo. De un Lanbide resignado a un Lanbide que quiere abrir sus puertas y salir a buscar a empresas y trabajadores y conectarles. De renunciar a todas las posibilidades que ofrece el organismo, de no recomendarlo ni a tus hijos, a reclamar con orgullo público: vente a Lanbide.
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