![De lo identitario a la multiculturalidad](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202208/23/media/cortadas/opi-de-andres-kqdG-U1701043341745cNH-1248x1500@El%20Correo.jpg)
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La división de lo que fueran las juventudes de Herri Batasuna en dos grupos, Gaste Koordinadora Sozialista (GKS) y Ernai, que se declaran antagónicos, tiene un interés político y social que va más allá de los enfrentamientos violentos en los que han intentado resolver sus ... diferencias. «Para qué vamos a discutir si esto lo podemos arreglar a golpes», han debido de pensar estas organizaciones juveniles, en las que hay cuitas para saber quién se hace con la herencia patrimonial de los gaztetxes.
La originalidad de la divergencia procede de GKS. Este grupo, que nace de un conglomerado de izquierda comunista llamado Mugimendu Sozialista, ha resuelto que su proyecto político no es nacionalista, ya que «no es posible una sociedad sin clases en los márgenes nacionales». GKS antepone el objetivo igualitario de la lucha de clases por encima de las reivindicaciones identitarias que la izquierda abertzale ha defendido tradicionalmente. Aspira a la aplicación rigurosa del marxismo, que entendía el nacionalismo como una sustitución capitalista del feudalismo. De este modo, se opone a la reinterpretación socialdemócrata que, a su juicio, han asumido Sortu y Ernai, principales organizaciones de la izquierda abertzale.
La evolución del fenómeno GKS se irá viendo en el tiempo. Por el momento, ha logrado reunir a más de 2.000 jóvenes en una asamblea celebrada a finales de julio en Durango. La autonomía de su pensamiento respecto a la fuente dominante de la izquierda vasca durante las últimas décadas lo dota de una originalidad que nutre un discurso propio en el que se liberan de las contradicciones que a este respecto han acumulado organizaciones como Herri Batasuna o Bildu.
GKS está imbuida del marxismo clásico, con todo su dogmatismo y su amplio currículum de fracasos sociales y económicos, pero está en línea con un revival ideológico nacido en toda Europa a partir de la crisis económica de 2008. Un renacimiento que tiene un alcance limitado en cuanto a resultados electorales, pero que cuenta con una presencia notable en el debate político, especialmente en España, donde miembros de orientación comunista forman parte del Gobierno del Estado.
El País Vasco no ha quedado al margen del debate político agitado por estas corrientes. Una influencia que no solo afecta a la izquierda, sino que va más allá y que incide en áreas íntimas del ideario nacionalista de todos los partidos políticos vascos. Así, la polémica abierta por las declaraciones de Joseba Egibar en las que decía que «el euskera es lo que nos hace vascos», se zanjó por el PNV con una solución tan poco nacionalista como decir que vascos son los que tienen su vecindad en Euskadi.
El orgullo patriota de Egibar no está de moda. El discurso identitario se sustituye por el internacionalista, por la multiculturalidad. Quienes antes procuraban la salida de Euskadi de los maquetos son quienes ahora defienden los «papeles para todos». El futuro, anticipan, es multiracial y el bien común es la diversidad y no la singularidad.
GKS ha puesto siglas a un discurso vasco que caracteriza como obsolescente el tradicional argumentario nacionalista. Su objetivo no es la salvaguarda y consolidación de las costumbres, características y valores del pueblo vasco, sino trascender nuestras peculiaridades para fundirnos en un modelo en el juzgan que el principal valor es la diversidad.
Las referencias nacionalistas sobre la identidad, la particularidad, la singularidad, la tradición y todos los elementos que definen a los vascos son vistos como una referencia al pasado, no un modelo de futuro. De la pureza racial no es necesario decir nada, fue la primera en caer en este proceso en el que solo Joseba Egibar parece mantener alguna fe.
El discurso de la tradición histórica, de la singularidad de un pueblo, es hoy identificado como el argumentario de la derecha y, más particularmente, de la derecha española.
Todo lo que hemos oído sobre las características que identificaban al pueblo vasco, lo singularizaban, explicaban su éxito en el tiempo y en la historia, en la cultura y en la industria, se entienden ya como referencias caducas, como un argumentario rancio.
Haber pasado de la necesidad de acreditar ocho apellidos a que para ser vasco sea suficiente el empadronamiento es una metamorfosis que el nacionalismo parece experimentar sin ninguna controversia, pero desvela una crisis de personalidad en la que el discurso de la izquierda anula la identidad original de la ideología dominante en Euskadi.
GKS viene a poner marca a lo que ya se nos venía diciendo: que ser vasco no es un motivo de orgullo. De hecho, algunos piensan que lo puede ser cualquiera.
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