El cambio de milenio llevó al Gobierno de José María Aznar a un indulto masivo: 1.400 personas condenadas pudieron salir en un mismo día de la cárcel. El nuevo tiempo profundamente transformador que vive España, que necesita abordar un proyecto de convivencia en un ... país plural, es el que ha llevado al actual Gobierno de Pedro Sánchez a acordar nueve indultos tasados. Antes y en medio han sido más, muchísimos más los indultos otorgados. Solamente unos cuantos han provocado polémica pública. Y sólo los decididos por este Gobierno han llevado a la descalificación democrática del propio Gobierno. Ése es uno de los problemas estructurales de nuestra democracia: que haya quienes se nieguen a aceptar la propia diversidad. Es de donde surgió el problema político en Cataluña por parte de los independentistas, y el que parece que otros ahora pretenden prolongar y Pedro Sánchez quiere por fin encauzar.

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Porque, aunque resulta evidente que una amplia mayoría apuesta por las soluciones y respalda los indultos para deshacer los nudos tejidos en todo este tiempo, también puedo llegar a comprender a quienes no comparten la decisión de un Gobierno. Ni de éste ni de los anteriores. Puedo comprender a quienes dudan, porque es el propio Gobierno el que ha tenido que valorar esas dudas para justificar ampliamente y de forma individualizada cada una de sus decisiones. También que haya quienes mantienen los recelos por las proclamas de quienes fueron condenados por hechos gravísimos; el peor de ellos, destruir los lazos que unen a catalanes de distinto sentimiento e identidad.

Todo eso puede ser entendible, menos la deslegitimación sustancial de un Gobierno que toma decisiones basadas en la ley y con una clara intencionalidad política.

Y es evidente la intencionalidad política de estos indultos. Nadie la ha ocultado. Y los socialistas vascos la reivindicamos expresamente. Apoyamos este esfuerzo por devolver a la política lo que es de la política: la gestión de la pluralidad que hay dentro de Cataluña, como la que hay dentro de España y la que disfrutamos en Euskadi, entre otras cosas porque otras decisiones valientes anteriores impidieron abatir esa pluralidad.

La estrategia de no hacer nada llevó a dos referéndums ilegales que, efectivamente, acabaron en los tribunales y las condenas. Y después el elefante seguía en la habitación: el problema político y de convivencia, desde el momento que se quiso imponer la visión de una mitad sobre otra, que se suma a otros problemas de relación con el resto de España, como los pueda tener cualquier otra comunidad. La inacción y el refugio en las togas no solucionaron la cuestión de fondo. Tampoco los indultos lo harán de por sí, pero permiten explorar otra estrategia utilizando las herramientas de la legalidad. No hay respuestas inapelables, pero sí una convicción de que la vía es respeto, diálogo, negociación, pacto, pluralidad y legalidad.

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En estos momentos tan trascendentales que vivimos en España, lo responsable es adoptar decisiones valientes dentro de la legalidad, como ha hecho el Gobierno. Y es una irresponsabilidad que alguien que aspira a tener las riendas del país quiera no sólo ausentarse, sino boicotear las decisiones legítimas sobre el futuro. Los socialistas siempre hemos dado el paso al frente ante cualquier problema esencial, estuviéramos gobernando o en la oposición. En los tres siglos que hemos atravesado como organización hemos vivido todos esos momentos que han hecho posible avanzar. No es casualidad que seamos el partido con mayor arraigo e historia, a pesar de todas nuestras dificultades, tanto en el conjunto de España como en Euskadi.

Porque aquí supimos salir de la mayor agresión que hayamos sufrido a nuestras vidas y nuestra pluralidad. También la osadía, lo que Alfredo Pérez Rubalcaba resumió con un «o bombas o votos», lo que también condujo a acusaciones de traición inaceptables moral y políticamente, fue fundamental para sembrar el camino que después nos ha permitido reencontrarnos a nacionalistas y no nacionalistas en un proyecto por el bien común que ofrezca estabilidad y certidumbres a la ciudadanía.

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Se ha abierto un nuevo camino que merece la pena explorar a fondo. Se hace desde el escrupuloso respeto a la separación de poderes, a la legalidad y al Estado de Derecho. Como ante otros desafíos inaceptables para la democracia, tanto el golpismo como el terrorismo. Ninguno de los que lo intentaron reconocerá su fracaso. Eso forma parte de las justificaciones de cada cual ante los suyos. El presidente ha tomado una decisión que no es para los suyos, es para todos. Lo hace sabiendo que no es cuestión de votos, no es esa la hora que marca el reloj. Es la hora de todos y de todos se espera estar a la altura. Lo importante, lo que a nadie debe distraer, es que se abre una nueva etapa para Cataluña y España como la que ya hemos consolidado en Euskadi.

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