Durante los últimos meses, la Comisión de Transición Ecológica del Congreso de los Diputados ha trabajado contra el reloj para concluir la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que define la hoja de ruta para el proceso de descarbonización de nuestra economía. No ha ... sido un proceso sencillo: el alto número de enmiendas (750) muestra que había mucha discusión entre las fuerzas políticas y no pocas diferencias de fondo. Es lógico en una ley tan transversal, y, por ello, el resultado de la votación final, con un apoyo muy mayoritario, debe ser motivo de satisfacción.
La Ley de Cambio Climático, pendiente para su aprobación final del último trámite en el Senado, va a perdurar en el tiempo, y eso consolidará el marco normativo necesario que necesitan administraciones, instituciones, empresas y ciudadanos para saber hacia dónde vamos a caminar en los próximos años.
El horizonte de descarbonización total es el año 2050, para el que se marca el objetivo de emisiones cero, pero la norma no ha querido dejar los deberes para más adelante, sino que establece objetivos a 2030 y medidas que deben empezar a implementarse desde la publicación de la ley en el BOE.
Son muchos los sectores a los que afecta la ley, por lo que resumiré algunas de las propuestas, a mi juicio más interesantes, del texto recién aprobado.
Energía. Marca el objetivo de transformar el sistema energético hacia un modelo basado al 100% en las energías renovables, con objetivos ambiciosos también a medio plazo. Para ello el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) establece toda una serie de iniciativas que vayan haciendo posible la sustitución de energías fósiles y nucleares, por energías renovables.
Edificación. La apuesta por la rehabilitación de edificios generará empleo y mejorará la calidad de vida de las personas al proponerse transformar y acondicionar miles de viviendas envejecidas para reducir así su consumo energético.
Combustibles fósiles. Aquel eslogan de que «los combustibles fósiles deben quedarse bajo tierra» para dejar de contaminar el planeta se hace realidad con el fin de la exploración de yacimientos fósiles. Esta medida, por cierto, ha tenido ya un efecto visible y concreto con el descarte por el Gobierno vasco de la exploración y explotación de gas en Subijana.
Ciudades. Todas las ciudades de más de 50.000 habitantes están obligadas a establecer zonas de bajas emisiones para reducir la contaminación urbana.
Electrificación del transporte. Todo el territorio nacional debe contar con una red de cargadores eléctricos que permita desplazarse en coche eléctrico sin problemas de suministro.
Biodiversidad y protección del territorio. El despliegue de energías renovables debe hacerse teniendo en consideración la riqueza natural de los territorios para garantizar que ese desarrollo no se haga a costa de la biodiversidad.
Transición justa. La ley articula medidas para asegurar que los trabajadores de los sectores más afectados, y las comarcas donde se ubican esas plantas, cuenten con propuestas de ayuda que garanticen que nadie se queda atrás en este proceso.
Este simple esbozo de algunos aspectos de la ley nos da una idea de la ambición y magnitud del cambio que tenemos por delante. Un cambio que solo será posible con la implicación del resto de administraciones y de la ciudadanía. Por eso decimos que la aprobación de la ley no es el final, sino el principio de un camino en el que se necesitarán todas las manos.
Después de años de discusión, por fin la Ley de Cambio Climático es una realidad, y ahora es ya momento de ponerse manos a la obra para hacer que todas estas medidas se pongan en marcha antes y así garantizar esa necesaria reducción de emisiones que ayude a evitar un cambio climático catastrófico.
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