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Estamos viendo estos días a popes ortodoxos bendiciendo a las tropas rusas antes de salir al combate. Seguramente, mientras los hisopaba, el pope les habrá dicho con tono melifluo: «Id tranquilos, hijos míos, luchando por defender nuestra patria ganaréis el cielo». Desde nuestro lado nos ... puede sorprender; pero no, la historia se repite milimétricamente en todas las épocas y culturas. Es cuestión de mirarlo con serenidad desde distintas perspectivas.
Al iniciarse el conflicto, surgió el enfrentamiento entre el patriarca Kirill de Moscú apuntalando la invasión militar y el patriarca de Ucrania rompiendo con el patriarcado de Moscú por apoyarla. Cada uno defiende la postura de su respectivo Gobierno. Es cuando a Dios se le trae a la palestra y se hace dios de andar por casa. El patriarca moscovita dice: «La Iglesia es consciente de que si alguien, movido por el sentido del deber, por la necesidad de cumplir un juramento, se mantiene fiel a su vocación y muere en el cumplimiento del deber militar, entonces indudablemente realiza un acto que es equivalente a un sacrificio». Y continúa: «Este sacrificio lava todos los pecados que una persona ha cometido». Alta teología, como podemos ver. La misma que se ha empleado a lo largo de la historia.
El patriarca moscovita debe de estar emocionado al ver cómo Putin, antiguo director de la KGB, se santigua piadoso en las iglesias, coloca velas con fervor y cita con unción a Jesucristo. Vemos a Kirill enfervoreciendo a Putin ante sus feligreses para que vaya a matar en misión sagrada como adalid contra el Anticristo, que es el Gobierno de Ucrania (otro dios). Si morir por la patria redime, «lava los pecados», me estoy preguntando por el lío que tiene que tener Dios allá arriba ante las rogativas de los unos y de los otros, ya que son antagónicas.
El obispo de Kiev, Vitali Kryvytski, dio la bendición a los soldados del frente: «Los bendigo, es mi derecho hacerlo, y toda la comunidad ora por ellos cuando están en el frente». ¿Todos orando al mismo Dios? También Trump cita a Dios (el suyo) y la Biblia, aunque estoy seguro de que hace años que no la lee.
Esto ya me lo preguntaba hace tiempo cuando veía que los jugadores del Athletic subían a rezar ante la Amatxu de Begoña impetrando la victoria, pero es que a la misma hora los jugadores del Barcelona iban ante La Moreneta de Montserrat solicitando el mismo resultado. Vaya lío para la Virgen, que quiere hacer caso a los dos por ser benevolente, pero si interviene es imposible que pueda hacerlo.
Tengo la imagen presente de la Guerra de las Malvinas en la primavera de 1982. El presidente Galtieri, un dictador en baja de popularidad que pensó que invadiendo las islas iba a unir al pueblo frente a un enemigo exterior y a fortalecer su poder. A Margaret Thatcher, que también andaba a la baja en cuanto a estima, le vino de perillas para reaccionar y auparse ante los suyos. El obispo castrense argentino bendijo a los soldados en su despedida enviando a treinta sacerdotes gauchos con ellos: hijos míos, luchando por la patria conquistaréis el cielo. El 5 de abril partían los soldados ingleses de Portsmouth y el obispo anglicano fue a despedirlos: hijos míos, luchando por la patria conquistaréis el cielo.
La mayoría de los conflictos han tenido su origen en el nacionalismo o en la religión, que con frecuencia van unidos. Recordemos a los musulmanes conquistando la Península al grito de «Alá es grande», a Cisneros cristianando a multitudes a golpe de hisopo, las guerras de religión del XVI en Europa entre católicos y protestantes, la Inquisición, las guerras religiosas entre los musulmanes... El nombre de Dios como excusa para fines económicos y políticos.
En España, desde el primer día del triunfo de la República, la mayoría de los obispos gritaron desde los púlpitos: «Nos quieren quitar a Dios». Por eso a los matones nazis que fueron Franco, Mola, Yagüe o Queipo de Llano los enterraron en mausoleos en las iglesias, porque habían defendido al Dios verdadero, y a miles de maestros (los mejor preparados de todos los tiempos) los dejaron anónimos en las cunetas porque creían en otros dioses.
Recordemos los versos de Jorge Manrique al final de 'Las coplas', cuando elogia a su padre, que se presenta en el cielo y el hijo señala sus méritos para la salvación de su alma: «Mas los buenos religiosos/ gánanlo con oraciones/ y con lloros; /los caballeros famosos,/ con trabajos y aflicciones/ contra moros». Todas las religiones han hecho lo mismo.
Donde haya un rey absoluto o un dictador siempre se encontrarán unos militares privilegiados como guardia pretoriana que los protegen y unos teólogos que los asesoran haciendo de Dios su dios a la medida para que obre a su capricho asegurándoles tranquilidad de conciencia. Así ha sido a lo largo de la historia.
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